Gral. José Artigas

Is your surname Artigas Aznar?

Research the Artigas Aznar family

Share your family tree and photos with the people you know and love

  • Build your family tree online
  • Share photos and videos
  • Smart Matching™ technology
  • Free!

José Gervasio Artigas Aznar

Spanish: José Gervasio Artigas Pascual, Spanish: Jose Gervasio Artigas Pasqual
Also Known As: "General Artigas", "José Artigas"
Birthdate:
Birthplace: Montevideo, Uruguay
Death: September 23, 1850 (86)
Ibiray, Paraguay (Old age)
Place of Burial: Montevideo, Montevideo Department, Uruguay
Immediate Family:

Son of Martín José Artigas Carrasco and Francisca Antonia Aznar Pasqual Rodríguez Camejo
Husband of Rosalía Rafaela Villagrán; Private; Juliana Collazo; Rafaela Rosalía Villagrán y Artigas and Clara Gómez Alonso
Partner of Monica Agustina Díaz López; Isabel Velasquez Muriniga; Criolla Anonimo; María Matilda Borda Nieva y Castilla; Señora Centurión and 1 other
Father of Matilde Artigas Collazo; Josefa Nieves Artigas Díaz; Juan Manuel Artigas Velasquez; María Clemencia Artigas Sánchez; María Agustina Artigas Sánchez and 10 others
Brother of Martina Antonia Artigas Aznar; José Nicolás Artigas Aznar; Manuel Francisco Artigas Aznar, Cnel.; Pedro Angel Artigas Aznar and Cornelio Cipriano Artigas Aznar

Occupation: Militar, Heroe Nacional.
Managed by: Private User
Last Updated:

About Gral. José Artigas

José Gervasio Artigas Arnal (19 June 1764 – 23 September 1850) was a political leader, military general, statesman and national hero of Uruguay and the broader Río de la Plata region.

He fought in the Latin American wars of independence against the Spanish Empire, but also against the Portuguese Empire and the centralist government of Buenos Aires in the pursuit of political and civil liberties for the peoples of the Viceroyalty of the Río de la Plata. He is considered a Libertador of Latin America and a national hero in Uruguay, sometimes referred to as "the father of Uruguayan nationhood". His biggest political project was the creation of the Federal League, a confederation of South American provinces under a federal style of government inspired by the United States.


1764- Nace en Montevideo el 19 de Junio. Cursa estudios primarios y se dedica a trabajos rurales hasta integrarse al Cuerpo de Blandengues en 1797. En 1805 contrae matrimonio, cuya ceremonia es presidida por Dámaso A. Larrañaga; nacen dos hijos. Desde 1808 a 1811, siempre al mando del Cuerpo de Blandengues, protagoniza los hechos más importantes del camino hacia la Independencia de los Orientales. En 1811 se inicia el Exodo del Pueblo Oriental. Un año más tarde, los orientales retornan a reanudar el Sitio de Montevideo. 1815: Se confiere a Artigas el título de Protector de los Pueblos Libres. En 1820, tras varios años de hostilidades y derrotas, y victorias, Artigas se asila en Paraguay, donde es encarcelado años más tarde. Recupera su libertad en 1841 pero no regresa a su patria. EL 23 de Setiembre de 1850, nuestro Prócer muere en la ciudad de Ibiray, a 7 km de Asunción del Paraguay. Sus restos son trasladados a Uruguay, dónde años más tarde, hasta el día de hoy, se conservan en el Mausoleo de Plaza Independencia en Montevideo.

Uno de los más interesantes retratos directos de José Artigas, por John P. Robertson

Tal era Artigas en la época que lo visité: y en cuanto a la manera de vivir del poderoso Protector y modo de expedir sus órdenes, en seguida veréis. Provisto de cartas del capitán Percy, que requería en términos comedidos la devolución de los bienes retenidos por los satélites del caudillo de la Bajada, o su equivalente en dinero, me hice a la vela atravesando el Río de la Plata y remontando el bello Uruguay, hasta llegar al Cuartel general del Protector en el mencionado pueblo de la Purificación.

Y allí (les ruego no hacerse escépticos en mis manos), ¿qué creen que vi? ¡Pues, al Excelentísimo Protector de la mitad del Nuevo Mundo sentado en un cráneo de novillo, junto al fogón encendido en el piso del rancho, comiendo carne de un asador y bebiendo ginebra en guampa! Lo rodeaban una docena de oficiales mal vestidos, en posturas semejantes, y ocupados lo mismo que su jefe. Todos estaban fumando y charlando. El Protector dictaba a dos secretarios que ocupaban junto a una mesa de pino las dos únicas desvencijadas sillas con asiento de paja que había en la choza. Era una reproducción acabada de la cárcel de la Bajada, exceptuando que los actores no estaban encadenados, ni exactamente sin chaquetas.

Para completar la singular incongruencia del espectáculo, el piso de la única habitación de la choza (que era bastante grande) en que el general, su estado mayor y secretarios se congregaban, estaba sembrado con pomposos sobes de todas las provincias (algunas distantes 1.500 millas de aquel centro de operaciones), dirigidos a “S. E. el Protector”. A la puerta estaban los caballos humeantes de los correos que llegaban cada media hora y los frescos de los que partían con igual frecuencia. Soldados, ayudantes, escuchas, llegaban a galope de todas partes. Todos se dirigían a “Su Excelencia el Protector”, y su Excelencia el Protector, sentado en su cráneo de toro, fumando, comiendo, bebiendo, dictando, hablando, despachaba sucesivamente los varios asuntos de que se le noticiaba, con tranquila o deliberada, pero imperturbable indiferencia que me reveló muy prácticamente la exactitud del axioma, “espera un poco que estoy de prisa”. Creo que si los asuntos del mundo hubieran estado a su cargo, no hubiera procedido de otro modo. Parecía un hombre incapaz de atropellamiento y era, bajo este único aspecto (permítaseme la alusión), semejante al jefe más grande de la época.

Además de la carta del capitán Percy, tenía otra de recomendación de un amigo particular de Artigas; y entregué primero ésta considerándola mejor modo de iniciar la parte de mi asunto que, por envolver una reclamación, naturalmente creía fuera menos agradable. Cuando leyó mi carta de presentación su Excelencia se levantó del asiento y me recibió no solamente con cordialidad, sino, lo que me sorprendió más, con maneras relativamente caballerosas y realmente de buena crianza. Habló alegremente acerca de la Casa de Gobierno; y me rogó, como que mis muslos y piernas no estarían tan habituadas como los suyos a la postura de cuclillas, me sentase en la orilla de un catre de guasquilla que se veía en un rincón del cuarto y pidió fuera arrastrado cerca del fogón. Sin más preludio o disculpa, puso en mi mano su cuchillo, y un asador con un trozo de carne muy bien asada. Me rogó que comiese y luego me hizo beber, e inmediatamente me ofreció un cigarro. Participé de la conversación; sin apercibirme me convertí en gaucho; y antes que yo hubiese estado cinco minutos en el cuarto, el general Artigas estaba de nuevo dictando a sus secretarios y despachando un mundo de asuntos, al mismo tiempo que se condolía conmigo por mi tratamiento en la Bajada, condenando a sus autores, y diciéndome que en el acto de recibir la justa reclamación del capitán Percy, había dado órdenes para que se me pusiese en libertad.

Hubo mucha conversación y escritura, y comida y bebida; pues así como no había cuartos separados para desempeñar estas variadas operaciones, tampoco parecía se les señalase tiempo especial. Los negocios del Protector duraban de la mañana a la noche y lo mismo eran sus comidas; porque cuando un correo llegaba se despachaba otro; y cuando un oficial se levantaba del fogón en que se asaba la carne, otro lo reemplazaba.

Por la tarde su Excelencia me dijo que iba a recorrer a caballo el campamento e inspeccionar sus hombres, y me invitó a hacerle compañía. En un momento él y su estado mayor estuvieron montados. Todos los caballos que utilizaban estaban enfrenados, y ensillados día y noche alrededor de la choza del Protector, lo mismo eran los caballos de las tropas respectivas en el sitio de su vivac; y con aviso de cinco minutos, toda la fuerza podía ponerse en movimiento avanzando sobre el enemigo o retirándose con velocidad de doce millas por hora. Una marcha forzada de veinticinco leguas (setenta y cinco millas) en una noche, nada era para Artigas; y de ahí muchas de las sorpresas, los casi increíbles hechos que realizaba y las victorias que ganaba.

Heme ahora cabalgando a su derecha por el campamento. Como extraño y extranjero me dio precedencia sobre todos los oficiales que componían su séquito en número más o menos de veinte. No se suponga, sin embargo, cuando digo “su séquito” que había ninguna afectación de superioridad por su parte o señales de subordinación diferencial en quienes le seguían. Reían, estallaban en recíprocas bromas, gritaban, y se mezclaban con un sentimiento de perfecta familiaridad. Todos se llamaban por su nombre de pila sin el Capitán o Don, excepto que todos, al dirigirse a Artigas, lo hacían con la evidentemente cariñosa y a la vez familiar expresión de “mi general”.

Tenía alrededor de 1.500 seguidores andrajosos en su campamento que actuaban en la doble capacidad de infantes y jinetes. Eran indios principalmente sacados de los decaídos establecimientos jesuíticos, admirables jinetes y endurecidos en toda clase de privaciones y fatigas. Las lomas y fértiles llanuras de la Banda Oriental y Entre Ríos suministraban abundante pasto para sus caballos, y numerosos ganados para alimentarse. Poco más necesitaban. Chaquetilla y un poncho ceñido en la cintura a modo de “kilt” escocés, mientras otro colgaba de sus hombros, completaban con el gorro de fajina y un par de botas de potro, grandes espuelas, sable, trabuco y cuchillo, el atavío artigueño. Su campamento lo formaban filas de toldos de cuero y ranchos de barro; y éstos, con una media docena de casuchas de mejor aspecto, constituían lo que se llamaba Villa de la Purificación.

De qué manera Artigas, sin haber pasado a la Banda Occidental del Paraná, obtuvo jurisdicción sobre casi todo el territorio situado entre aquel río y la vertiente oriental de los Andes, requiere una explicación. Muy poco tiempo después de estallar la Revolución, los habitantes de Buenos Aires se mostraron inclinados a enseñorarse de las ciudades y provincias del interior. Todos los gobernadores y la mayor parte de los funcionarios superiores eran nativos de aquel lugar; las ciudades eran guarnecidas con tropas de allí; el aire de superioridad y, a menudo, arrogante de los porteños disgustaba a muchos de los principales habitantes del interior, y los hacía ver en sus altaneros compatriotas solamente otros tantos delegados substitutos de las antiguas autoridades españolas. Por consiguiente, tan pronto como las armas de Buenos Aires sufrieron reveses en el Perú, Paraguay y Banda Oriental, las ciudades del interior se negaron a obedecer, nombraron gobernadores de su elección, y para fortificar sus manos, pidieron la ayuda de Artigas, el más poderoso y popular de los jefes alzados. Así quedaron habilitados para hacer causa común contra Buenos Aires. Cada pequeña ciudad conquistó su propia independencia, pero a expensas de todo orden y ley. Los recursos del país se hacían cada día menos valederos para el propósito de fijar la base de una prosperidad permanente y sólida; y, mientras, en este momento, las riñas rencorosas y los odios de partido están diariamente ensanchando la brecha entre la familia sudamericana, su caudal está padeciendo aquel proceso de agotamiento inseparable siempre de la guerra civil. Su comercio está casi paralizado por la inseguridad que nace así para las persona y la propiedad.

Pasadas algunas horas con el general Artigas, le entregué la carta del capitán Percy; y en términos tan medidos como eran necesarios para exponer claramente mi causa, inicié mi reclamo de compensación.

“Vea”, dijo el general con gran candor e indiferencia, “cómo vivimos aquí; y es todo lo que podemos hacer en estos tiempos duros, manejarnos con carne, aguardiente y cigarros. Pagarle seis mil pesos, me sería tan imposible como pagarle sesenta o seiscientos mil. Mire, prosiguió; y, así diciendo, levantó la tapa de un viejo baúl militar y señalando una bolsa de lona en el fondo. “Ahí” añadió, “está todo mi efectivo, llega a 300 pesos; y de dónde vendrá el próximo ingreso, sé tanto como usted”.

Es bueno conocer el momento de abandonar con buena gracia una reclamación infructuosa; y pronto me convencí de que en la presente circunstancia la mía lo era. Haciendo de la necesidad virtud, le cedí, por tanto, voluntariamente, lo que ninguna compulsión me habría habilitado para recobrar; y apoyado así en mi generosidad, obtuve del Excelentísimo Protector, como demostración de su gratitud y buena voluntad, algunos importantes privilegios mercantiles relativos al establecimiento que yo había formado en Corrientes. Me produjeron poco más que la pérdida sufrida. Con mutuas expresiones de consideración nos despedimos. El general insistió en darme uno o dos de sus guardias como escolta, extendiéndome pasaporte hasta la frontera paraguaya. Esto me valió todo lo que necesitaba: caballos, hospedajes, alojamiento, en todo el camino de Purificación a Corrientes. La jornada me tomó cuatro días; y ansioso ahora, después de todo lo que había sufrido por causa de Francia, de entrevistarme con él, determiné sin dilación seguir al Paraguay.

Fuente:Alba Peralta Doglio

______________________________________________________

Hijo del Capitán Martín José Artigas y de Doña Francisca Antonia Aznar, nace el 19 de junio de 1764, en la casa de la esquina que forman las actuales Cerrito y Colón quien sería nuestro prócer: JoséGErvasio Artigas.

Cosas de Artigas

Texto: Víctor Lima

La tierra de los pájaros pintados,

corona de ceibal, tierra charrúa,

parió un caudillo que dejó al dejarnos

palabras que agarraron como cuñas.

"Mi autoridad emana de vosotros"

—le dijo el capitán a los patriotas—

y ante vuestra presencia soberana,

termina de inmediato, cesa sola.

El día que me quede sin soldados,

tendré los arcabuces de la sangre

para pelear con perros cimarrones,

para pelear con perros cimarrones

por defender el rico patrimonio

que guardan los bravíos orientales.

Seamos ilustrados y valientes

cayendo con la lanza entre las manos,

techando con estrellas nuestros sueños,

de corazón que maduró temprano.

El día que me quede sin soldados

tendré los arcabuces de la sangre

para pelear con perros cimarrones,

para pelear con perros cimarrones

por defender el rico patrimonio

Un Retrato escrito de José Artigas

por el Pbro.Dámaso Antonio Larrañaga de su Viaje de Montevideo a Paysandú (1815)

Colección VACONMIGO - Edición de Biblioteca de Marcha 1973

“Junio 12 de 1815. (...) (Paysandú) es un pueblo de indios que está sobre lacosta oriental del Uruguay (...) Se puede regular su población de veinticinco vecinos, la mayor parte de Indios cristianizados; sus casas, a excepción de cinco o seis, todas son de paja. La Iglesia no se distingue de los demás ranchos, sino por ser mayor (...) que está colocada una efigie de María Santísima que me parecía obra de los Indios de Misiones, y en cuyas facciones se dejaba traslucir bastante el caracter de esta nación. (...)”

“La Iglesia es sumamente pobre y en el día está en la mayor indigencia, falta de todo (...)”

“(...) aunque es un pueblo tan infeliz, tiene el honor de ser interinamente la Capital de los orientales, por hallarse en ella su Jefe y toda la plana mayor, con los Diputados de los demás pueblos.”

“Nuestro alojamiento fue la habitación del General (Artigas). Esta se componía de dos piezas de azotea, con otro rancho contíguo que servía de cocina. Sus muebles se reducían a una petaca de cuero y unos catres sin colchón que servían de cama y de sofá al mismo tiempo. En cada una de las piezas había una mesa ordinaria como las que se estilan en el campo, una para escribir y otra para comer; me parece que había también un banco y unas tres sillas muy pobres. Todo daba indicio de un verdadero espartanismo. (...) Fuimos recibidos por D.Miguel Manuel Francisco Barreiro, jóven de veinticinco años, pariente y Secretario del General, y que ha participado de todos sus trabajos y privaciones: es menudo y débil de complexión, tiene un talento extraordinario, es afluente en su conversación y su semblante es cogitabundo, carácter que no desmienten sus escritos en las largas contestaciones, principalmente con el gobierno de Buenos Aires, como es bien notorio.”

(Barreiro nació en 1770 y murió en 1847. Acompañó a Artigas en el Exodo y en el sitio de Montevideo. Sustituyó a Otorgués como Gobernador de Montevideo el 29 de agosto de 1815) dibujo_(

“A las cuatro de la tarde llegó el General, el Sr.D.José Artigas, acompañado de un Ayudante y una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón; sombrero redondo con forro blanco, y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo. Es un hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz aguileña; pelo negro y con pocas canas; aparenta tener unos cuarenta y ocho años. (Artigas nació el 19 de junio de 1764, tenía 51años) Su conversación tiene atractivo, habla quedo y pausado; no es fácil sorprenderlo con largos razonamientos, pues reduce la dificultad a pocas palabras, y lleno de mucha experiencia tiene una previsión y un tino extraordinario. Conoce mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos, y así no hay quien le gane en el arte de manejarlos. Todos le rodean y todos le siguen con amor, no obstante viven desnudos y llenos de miserias a su lado, no por falta de recursos sino por no oprimir a los pueblos con contribuciones, prefiriendo dejar el mando al ver que no se cumplían sus disposiciones en esta parte y que ha sido uno de los principales motivos de nuestra misión.”

“Nuestras sesiones duraron hasta la hora de la cena. Esta fue al tren y boato de nuestro General: un poco de asado de vaca, caldo, un guiso de carne, pan ordinario y vino, servido en una taza por falta de vasos de vidrio; cuatro cucharas de hierro estañado, sin tenedores ni cuchillos, sino los que cada uno traía, dos o tres platos de loza, una fuente de peltre cuyos bordes estaban despegados; por asiento tres sillas y la petaca, quedando los demás a pie. Véase aquí en lo que consistió el servicio de nuestra mesa cubieta de unos manteles de algodón de Misiones pero sin servilletas, y aún según supe, mucho de esto era prestado. Acabada la cena nos fuimos a dormir y me cede el General, no solo su catre de cuero sino también su cuarto, y se retiró a un rancho. No oyó mis excusas, desatendió mi resistencia, y no hubo forma de hacerlo ceder en este punto. Yo como no estaba aún bien acostumbrado, no obstante el que ya nos habíamos ensayado un poco en el viaje, hice tender mi colchón y descansamos bastante bien.”

/“Junio 13 de 1815. Muy temprano, así que vino el día, tuvimos en la casa al General que nos pilló en la cama: nos levantamos inmediatamente, dije misa y se trató del desayuno; pero este no fue ni de té ni de café, ni leche, ni huevos, porque no los había, ni menos el servicio correspondiente: tampoco se sirvió mate, sino un gloriado, que era una especie de punche muy caliente con dos huevos batidos, que con mucho trabajo encontraron. Se hizo un gran jarro, y por medio de una bombilla iba pasando de mano en mano, y no hubo otro recurso que acomodarnos a este espartanismo, a pesar del gran apetito por cosas más sólidas que tenía nuestro vientre, originado de unas aguas tan aperitivass y delicadas, no sirviendo nuestro desayuno sino para avivarlo más.”

“Yo estaba impaciente por concluir nuestra comisión, para bajar al puerto y registrar la costa del río, lo que no pude conseguir hasta después de la comida que fue enteramente parecida a la cena, con sólo haberle agregado unos bagres amarillos que se pescaron en el (río) Uruguay. Bajamos todos juntos al río. (...)”

“En el puerto había unos ranchos que servían de cuerpo de guardia, y en uno de ellos estaban los Jefes de los cuerpos de Buenos Aires, que sostenían a Alvear, y después de su caída fueron remitidos con una barra de grillos ala disposición de nuestro General, que los tenía en custodia con ánimo de devolverlos, como después se ha verificado; conducta que ha sido con justicia sumamente aplaudida por los buenos americanos, y que ha acabado de desengañarlos que nuestro Héroe no es una fiera ni un fasineroso, como lo habían pintado con negros colores sus émulos o envidiosos de su gloria.” (Esta fue la ocación en que el prócer pronunció las célebres palabras: “Artigas no es verdugo”)

“Junio 14 de 1815. En este día bajaron a tierra los Diputados de Buenos Aires, Pico y Dr.Rivarola, que nada pudieron tratar hasta no haberse concluido nuestra comisión. Por la tarde llegó un Indio de Misiones, capitán de aquellas milicias, con pliegos en que avisaba la retirada de los Paraguayos hasta Candelaria: pedían municiones y armas, que se les dieron (...)”

por el Pbro.Dámaso Antonio Larrañaga de su Viaje de Montevideo a Paysandú (1815)

Edición de Biblioteca de Marcha 1973

“Junio 12 de 1815. (...) (Paysandú) es un pueblo de indios que está sobre lacosta oriental del Uruguay (...) Se puede regular su población de veinticinco vecinos, la mayor parte de Indios cristianizados; sus casas, a excepción de cinco o seis, todas son de paja. La Iglesia no se distingue de los demás ranchos, sino por ser mayor (...) que está colocada una efigie de María Santísima que me parecía obra de los Indios de Misiones, y en cuyas facciones se dejaba traslucir bastante el caracter de esta nación. (...)”

“La Iglesia es sumamente pobre y en el día está en la mayor indigencia, falta de todo (...)”

“(...) aunque es un pueblo tan infeliz, tiene el honor de ser interinamente la Capital de los orientales, por hallarse en ella su Jefe y toda la plana mayor, con los Diputados de los demás pueblos.”

“Nuestro alojamiento fue la habitación del General (Artigas). Esta se componía de dos piezas de azotea, con otro rancho contíguo que servía de cocina. Sus muebles se reducían a una petaca de cuero y unos catres sin colchón que servían de cama y de sofá al mismo tiempo. En cada una de las piezas había una mesa ordinaria como las que se estilan en el campo, una para escribir y otra para comer; me parece que había también un banco y unas tres sillas muy pobres. Todo daba indicio de un verdadero espartanismo. (...) Fuimos recibidos por D.Miguel Manuel Francisco Barreiro, jóven de veinticinco años, pariente y Secretario del General, y que ha participado de todos sus trabajos y privaciones: es menudo y débil de complexión, tiene un talento extraordinario, es afluente en su conversación y su semblante es cogitabundo, carácter que no desmienten sus escritos en las largas contestaciones, principalmente con el gobierno de Buenos Aires, como es bien notorio.”

(Barreiro nació en 1770 y murió en 1847. Acompañó a Artigas en el Exodo y en el sitio de Montevideo. Sustituyó a Otorgués como Gobernador de Montevideo el 29 de agosto de 1815) dibujo_(

“A las cuatro de la tarde llegó el General, el Sr.D.José Artigas, acompañado de un Ayudante y una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón; sombrero redondo con forro blanco, y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo. Es un hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz aguileña; pelo negro y con pocas canas; aparenta tener unos cuarenta y ocho años. (Artigas nació el 19 de junio de 1764, tenía 51años) Su conversación tiene atractivo, habla quedo y pausado; no es fácil sorprenderlo con largos razonamientos, pues reduce la dificultad a pocas palabras, y lleno de mucha experiencia tiene una previsión y un tino extraordinario. Conoce mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos, y así no hay quien le gane en el arte de manejarlos. Todos le rodean y todos le siguen con amor, no obstante viven desnudos y llenos de miserias a su lado, no por falta de recursos sino por no oprimir a los pueblos con contribuciones, prefiriendo dejar el mando al ver que no se cumplían sus disposiciones en esta parte y que ha sido uno de los principales motivos de nuestra misión.”

“Nuestras sesiones duraron hasta la hora de la cena. Esta fue al tren y boato de nuestro General: un poco de asado de vaca, caldo, un guiso de carne, pan ordinario y vino, servido en una taza por falta de vasos de vidrio; cuatro cucharas de hierro estañado, sin tenedores ni cuchillos, sino los que cada uno traía, dos o tres platos de loza, una fuente de peltre cuyos bordes estaban despegados; por asiento tres sillas y la petaca, quedando los demás a pie. Véase aquí en lo que consistió el servicio de nuestra mesa cubieta de unos manteles de algodón de Misiones pero sin servilletas, y aún según supe, mucho de esto era prestado. Acabada la cena nos fuimos a dormir y me cede el General, no solo su catre de cuero sino también su cuarto, y se retiró a un rancho. No oyó mis excusas, desatendió mi resistencia, y no hubo forma de hacerlo ceder en este punto. Yo como no estaba aún bien acostumbrado, no obstante el que ya nos habíamos ensayado un poco en el viaje, hice tender mi colchón y descansamos bastante bien.”

/“Junio 13 de 1815. Muy temprano, así que vino el día, tuvimos en la casa al General que nos pilló en la cama: nos levantamos inmediatamente, dije misa y se trató del desayuno; pero este no fue ni de té ni de café, ni leche, ni huevos, porque no los había, ni menos el servicio correspondiente: tampoco se sirvió mate, sino un gloriado, que era una especie de punche muy caliente con dos huevos batidos, que con mucho trabajo encontraron. Se hizo un gran jarro, y por medio de una bombilla iba pasando de mano en mano, y no hubo otro recurso que acomodarnos a este espartanismo, a pesar del gran apetito por cosas más sólidas que tenía nuestro vientre, originado de unas aguas tan aperitivass y delicadas, no sirviendo nuestro desayuno sino para avivarlo más.”

“Yo estaba impaciente por concluir nuestra comisión, para bajar al puerto y registrar la costa del río, lo que no pude conseguir hasta después de la comida que fue enteramente parecida a la cena, con sólo haberle agregado unos bagres amarillos que se pescaron en el (río) Uruguay. Bajamos todos juntos al río. (...)”

“En el puerto había unos ranchos que servían de cuerpo de guardia, y en uno de ellos estaban los Jefes de los cuerpos de Buenos Aires, que sostenían a Alvear, y después de su caída fueron remitidos con una barra de grillos ala disposición de nuestro General, que los tenía en custodia con ánimo de devolverlos, como después se ha verificado; conducta que ha sido con justicia sumamente aplaudida por los buenos americanos, y que ha acabado de desengañarlos que nuestro Héroe no es una fiera ni un fasineroso, como lo habían pintado con negros colores sus émulos o envidiosos de su gloria.” (Esta fue la ocasión en que el prócer pronunció las célebres palabras: “Artigas no es verdugo”)

“Junio 14 de 1815. En este día bajaron a tierra los Diputados de Buenos Aires, Pico y Dr.Rivarola, que nada pudieron tratar hasta no haberse concluido nuestra comisión. Por la tarde llegó un Indio de Misiones, capitán de aquellas milicias, con pliegos en que avisaba la retirada de los Paraguayos hasta Candelaria: pedían municiones y armas, que se les dieron (...)”

Acta de Bautismo del Gral D. José Gervasio Artigas.

Día 19 de junio de 1764, nació José Gervasio, hijo legítimo

de D. Martín José Artigas y de Doña Francisca Antoña Arnal,

vecinos de esta ciudad de Montevideo; y yo el Dr. Pedro

García lo bauticé en la iglesia parroquial de dicha ciudad

el 21 del expresado mes y año.

Fue su padrino D. Nicolás Zamora.

Firma: Dr. Pedro García.

_______________________________________

23 de Setiembre de 1850

Muere en la ciudad de Ibiray, a 7 km de Asunción del Paraguay

________________________________________________

GENEALOGÍA DEL GRAL. D. JOSÉ GERVASIO ARTIGAS.

Descendientes de Jaime ARTIGAS

Primera generación

1. Jaime ARTIGAS nació en Puebla de Albortón, España.

Jaime se casó con Gracia BENEDIT. Gracia nació en Puebla de Albortón, España. Su hijo:

+

2

M

i

José ARTIGAS BENEDIT.

Segunda generación

2. José ARTIGAS BENEDIT (Jaime ) nació en Puebla de Albortón, España.

José se casó con Gracia ZARAGOZANO en Albortón, España. Gracia nació en Puebla de Albortón, España. Su hijo:

+

3

M

i

Blas ARTIGAS ZARAGOZANO nació 8 de febrero de 1665.

Tercera generación

3. Blas ARTIGAS ZARAGOZANO (José ARTIGAS BENEDIT , Jaime ) nació 8 de febrero de 1665 en Puebla de Albortón, España.

Blas se casó con María de las Aguas ORDOVÁS en Puebla de Albortón, España. María nació en Puebla de Albortón, España. Su hijo:

+

4

M

i

Juan Antonio ARTIGAS Y ORDOVÁS nació 2 de Diciembre de 1693.

Cuarta generación

4. Juan Antonio ARTIGAS Y ORDOVÁS (Blas ARTIGAS ZARAGOZANO , José ARTIGAS BENEDIT , Jaime ) nació 2 de Diciembre de 1693 en Puebla de Albortón, España.

Juan se casó con Ignacia Javiera CARRASCO MELO, hija de Salvador CARRASCO y Leonor DE MELO Y CUITIÑO, 25 de octubre 1717 en Buenos Aires. Ignacia nació en 1702 en Buenos Aires. Su hijo:

+

5

M

i

Martín José ARTIGAS CARRASCO nació en 1734.

Quinta generación

5. Martín José ARTIGAS CARRASCO (Juan Antonio ARTIGAS Y ORDOVÁS , Blas ARTIGAS ZARAGOZANO , José ARTIGAS BENEDIT , Jaime ) nació en 1734 en Montevideo.

Martín se casó con Francisca ASNAR, hija de Felipe Pascual ASNAR y María RODRÍGUEZ CAMEJO. Su hijo:

6

M

i

José Gervasio ARTIGAS ASNAR nació 19 junio de 1764 en Montevideo. Murió el 23 de setiembre de 1850 en Asunción, Paraguay.

José Gervasio se casó con Rosalía VILLAGRÁN el 23 de diciembre de 1805 en Montevideo

José Gervasio Artigas is Enrique Angenscheidt first cousin once removed's wife's aunt's husband's great aunt's 1st husband.

view all 25

Gral. José Artigas's Timeline

1764
June 19, 1764
Montevideo, Uruguay
1787
November 3, 1787
1791
July 3, 1791
Santo Domingo de Soriano, Soriano, Uruguay
1792
May 4, 1792
Las Piedras, Canelones, Uruguay
1793
August 14, 1793
Santo Domingo de Soriano, Soriano, Uruguay
1795
August 4, 1795
1804
October 24, 1804
Santo Domingo de Soriano, Soriano, Uruguay