Is your surname Fernández de Obieta?

Research the Fernández de Obieta family

Share your family tree and photos with the people you know and love

  • Build your family tree online
  • Share photos and videos
  • Smart Matching™ technology
  • Free!

Adolfo Ladislao Fernández de Obieta

Birthdate:
Death: February 25, 2002 (89)
Buenos Aires, Argentina
Immediate Family:

Son of Macedonio Fernández and Elena de Obieta
Father of Private
Brother of Macedonio Fernández de Obieta; Elena Fernández de Obieta and Jorge Fernández de Obieta

Managed by: Carlos F. Bunge
Last Updated:

About Adolfo de Obieta

LA NACIÖN, Martes 26 de febrero de 2002 | Publicado en edición impresa

Murió Adolfo Fernández de Obieta

A los 90 años falleció ayer el escritor Adolfo Fernández de Obieta. Nacido en Buenos Aires, en 1912, dedicó su vida a las letras. Tercer hijo de Macedonio Fernández y Elena Obieta, eligió el apellido materno para una vida destinada, como la de su padre, a la trascendencia.

Fue el principal compilador de la obra de Macedonio Fernández y el encargado de ordenar sus obras póstumas, entre ellas, "La Novela Eterna".

"De adolescente vine a constituirme en algo así como un representante exterior ante él -dijo en los años 80 sobre su padre-. Por su parte, él me introducía en un mundo interior de enorme riqueza."

Escritor, poeta, ensayista, cuentista y dramaturgo, Adolfo de Obieta llegó a ser miembro de número de la Academia Argentina de Letras. También fue ex vicepresidente del PEN Club Internacional y miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) por varios períodos. Sus colegas lo recuerdan como reservado y reflexivo, aunque excelente orador al momento de tomar la palabra.

Dedicado a la escritura desde siempre, publicó numerosos artículos sobre temas sociales, estéticos y de religiones orientales en diarios nacionales y extranjeros.

En su juventud fue colaborador de la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo. Con ella mantuvo una fluida correspondencia, hecha pública en su último libro, "Victoria Ocampo", de ediciones Corregidor (2000).

Entre los estudios publicados en Sur, Adolfo de Obieta indagó nada menos que en la extraña condición argentina. Aunque la realidad nacional no limitaba sus intereses.

En 1996 recibió un premio internacional por promover los valores gandianos fuera de la India. Su pasión por las religiones orientales y por Gandhi fueron algunos de los puntos en común con la directora de Sur.

Abogado, doctor en jurisprudencia y filósofo, su sensibilidad lo llevó a indagar en la profundidad del ser. En sus escritos rescataba la importancia de sentir la vida y no de pensarla.

Reconocido como una de las máximas autoridades argentinas en materia de profecías, De Obieta escribió sobre los desafíos del nuevo milenio: "En el año 2000 (...) lo que espanta es el hombre incapaz de dominar las fuerzas que su ingenio ha puesto en marcha", remarcó en su libro "¿Terrores del año 2000?", de editorial Corregidor.

Ambientalista y pacifista, en su obras proféticas planteó la necesidad de convertir la sociedad violenta en una no violenta.

Descartando el momento de reunión filial, Macedonio Fernández apuntó un párrafo que algún día sería profético: "Querido hijo Adolfo, el que por las circunstancias, porque de mis cuatro hijos santos, encantadores, debiste ser vos el que me acompañara más con un afecto tan dulce y paciente y con una colaboración tan grande y tan modesta durante 15 años, con tanto aporte de tus penetrantes hallazgos en arte, en sociología, en psicología, y en mi asunto predilecto, el metafísico, te dejo, por si no consigo adelantar más este último tópico, mis indicaciones de bases o métodos (hasta que) nos reunamos o comuniquemos en el nuevo modo de conciencia futura".

Sus restos serán inhumados hoy, en el cementerio de la Chacarita. .

Palabras de homenaje en ocasión del fallecimiento de don Adolfo Fernández de Obieta Rodolfo Modern

Hace tres semanas escasas, Adolfo de Obieta abandonó su delicada envoltura terrenal. Para la cultura de nuestro país, y especialmente para la Academia Argentina de Letras, a la que se incorporó como miembro de número a partir del 23 de septiembre de 1993, su pérdida ha significado un fuerte golpe. Similar, por cierto, al ocasionado por la desaparición física, hace poco, de los académicos Enrique Anderson Imbert, Martín A. Noel y Ofelia Kovacci, ex presidenta de la Corporación.

Adolfo de Obieta se recibió de abogado y de doctor en Jurisprudencia. El ejercicio de la profesión le fue ajeno en lo sustancial, y francamente no lo imaginamos trajinando por las secretarías y pasillos de Tribunales. Pero durante su extensa y fecunda vida, sí abogó por la causa de la cultura superior, que en él se confundía con una denodada búsqueda de espiritualidad. Este rasgo trasuntaba a través de su presencia frágil, en su aspecto de hidalgo español de centurias pasadas. Nunca lo rozó la vulgaridad, era refractario al lugar común y a una acción que no significara una entrega total del espíritu. Por presencia podía ennoblecer aquello con lo que estuviera en contacto, aun accidentalmente.

 —86→  

Es cierto que la búsqueda de las verdades esenciales le fue, de algún modo, facilitada, en cuanto que su padre se llamó Macedonio Fernández. Y, en este breve recordatorio, deseo señalar una característica relevante de su conducta filial. Me refiero a su devota admiración por la persona y obra del ilustre progenitor. Y es al hijo a quien le debemos el fundamental esfuerzo de haber hecho editar la obra entera de Macedonio.

Quienes tuvimos el privilegio de tratarlo, supimos de su discreción extrema. Intentaba pasar casi inadvertido, como para hacerse disculpar su innegable talento de ensayista y poeta. Estaba hecho de buen sentido, tacto, comprensión y generosidad. Si algo no le parecía bien, prefería callar, porque entendía perfectamente el valor de la palabra, que solía aplicar en sus escritos con agudeza, ironía sutil, sensibilidad exquisita y una sabiduría extremada. Sus ensayos tenían siempre la doble virtud de deleitar y enseñar, lo que le confiere un sentido ejemplar a su escritura.

Adolfo de Obieta gozó merecidamente del reconocimiento de sus pares. Fue un tenaz indagador del futuro y, más allá de ese futuro, lo obsesionaba el saber propio de lo que está ubicado en las zonas del misterio, al que se refieren las tradiciones más venerables y respetables. Me refiero a aquello último que confiere una dignidad despojada de las circunstancias y trampas de la materia. Buscó permanentemente la luz, ésa que pudiera coincidir con la que emergía de su espíritu bañado de pureza.

Permítaseme un recuerdo personal. En mi último año de estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Rojas, director en ese entonces del Instituto de Literatura Argentina, nos había encargado a un grupo de estudiantes el fichaje de leyendas y mitos folclóricos del noroeste argentino. En una ocasión, estando yo allí, cayó en mis manos, no recuerdo ahora cómo, un extenso poema acerca de la rosa, dotado de armoniosas cadencias e imágenes hermosas. Estaba impregnado de lirismo y no llevaba firma. Tanto me impresionó que lo copié y guardé durante décadas.

En una ocasión, se allegó hasta mi casa, creo que por cuestiones concernientes al PEN Club. La conversación derivó hacia asuntos más gratos y, no sé por qué, le mostré el poema que tanto me había con movido casi medio siglo antes. Lo leyó, se sonrió y dijo: "«Es mío, lo escribí yo»". Para mí, eso fue prueba de algo que supera la coincidencia. Era una confirmación. Porque el poema era tan perfecto como la espiritualidad que lo acompañó en vida y, estamos seguros, seguirá con él ahora y siempre.

En septiembre de este año, Adolfo de Obieta hubiera cumplido noventa años de edad.

Rodolfo Modern

"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""

Charla con Adolfo de Obieta*

Macedonio, con el cosmos a cuestas

 	

El autor de Adriana Buenos Aires fue un autocrítico escritor por su negativa a publicar. Podría haber desaparecido inédito. Marechal y Scalabrini Ortiz impulsaron algunas de sus ediciones. Su hijo, quien acaba de fallecer, nos acercó a ese mundo post-póstumo.

Pedro P. Ghergo / Javier Romanczuk / Martin Bruguera “Hay muchísimo texto inédito, tan inédito que ni siquiera están descifrados”, dice Obieta señalando el armario que guarda los originales de Macedonio Fernández, su padre.

El departamento tiene cierta atmósfera monástica, y sus paredes y bibliotecas están decoradas con pinturas llamativas, poco convencionales. Cuando le preguntamos por ellas, Obieta nos cuenta que la mayoría las hizo su mujer. “Un buen día, cuando tenía alrededor de 40 años, sintió una especie de llamado a pintar. No tenía estudios académicos, nada. Y pintó cosas extraordinarias, sin preparación alguna; guiada, teleguiada.” Adolfo de Obieta, nuestro entrevistado, es el hijo de Macedonio Fernández. –Percepción pura, sugerimos. –Percepción pura o dirección pura, inspiración, algo que la movía. Después, también escribió cosas maravillosas sin haber escrito nunca antes. Ella era música, extraordinaria música; tenía lo que llaman “oído absoluto”. Manuel de Falla la quería como colaboradora. Sin embargo se despertó ese sentido de la pintura, no buscado... Yo creo que gran parte del llamado “Gran Arte” tiene esa fuente: conexión con las fuentes misteriosas de información, de fantasía o de revelación; no resultan de cálculos, o de qué voy a hacer y qué no. –¿Su padre escribía así? –Aparentemente no. Era su cerebro que reflexionaba, que anotaba algo. No daba la impresión de que fuera la espontaneidad, como si captara verdades venidas del aire, sino que parecía el resultado de un proceso de maduración de su pensamiento eslabonado... Pero yo no sé si detrás de eso no había una especie de inspiración que lo movilizara; nunca se puede saber, ¿no? Lo que yo siento es que en su trabajo hay una pasión muy directa de la idea. –Macedonio ha planteado en su obra que existe cierta conexión entre conciencias. Me sucedió pensar cosas que después encontraba en sus libros. El resuelve con mucho humor el tema del plagio: cuenta que se le había ocurrido una idea, y para no descubrir esa misma idea aparecida anteriormente, no quería leer nada sobre el tema; un buen día se pone a leer un libro de cocina y ahí encuentra su idea resumida y hasta mejorada en una frase suelta; entonces concluye que en realidad el que plagió fue la otra persona. Esa resolución destruye el tiempo, ¿no? –Una vez dice que descubrió que 200 años antes ya lo había plagiado D’Alembert... El habla incluso de un ‘Almismo Ayoico’. –Sin Yo... –Superándolo; el Yo condiciona, separa, opone. Así enseñan los místicos: en estados de meditación aplaco mi cuerpo físico, aplaco mis otros cuerpos sutiles o etéricos, aplaco mi mente para que recién fluya otra cosa. Un estado en que no interviene para nada la franja, digamos, “cerebro” o “racionalidad”; aparecen otro tipo de verdades y de comunicaciones; en ese momento yo supero mi individuación, mi limitación de ser corporal con Tiempo y Espacio. Puedo sentir una fugaz identificación con el Todo. Después volvemos a ser partícula. Gandhi decía: “Yo tengo cuerpo pero no soy cuerpo, tengo mente pero no soy mente, tengo emociones pero no soy emociones.” Quería decir: no soy sólo cuerpo, lo trasciendo, lo paso. En ese “Almismo (todo Alma) Ayoico” ocurre eso; porque el “Yo” condiciona, separa, opone. Hacia fines del siglo XIX, Macedonio impulsó la creación de “La Colonia Anarquista en el Paraguay”, una sociedad fraternal en la que también estuvo involucrado el padre de Borges.

–¿Consideraba Macedonio la “argentinidad” como algo importante dentro de esa cualidad mística? Es decir, el hecho de ser argentino, más precisamente de Buenos Aires, ¿le otorgaba un aval a pensar así? –Yo diría que era de una naturaleza... un espíritu, socialmente hablando, “universal”; sin oposición de razas, ni de credos, ni de ideología, ni de nada. Dentro de eso podría ser que tuviera simpatía, pero nunca preferencial. Esa simpatía jamás iba contra otras. –No me refiero a una tendencia de nacionalismo; la amplitud es clara en su obra. Tal vez, como él reconoce y le da importancia a todas sus facetas, también le da importancia a lo que tiene que ver con este elemento único: ser de acá es no ser de otro lugar. –Sí. Y hasta uno podría preguntarse: yo ¿por qué nací acá? En mi hipótesis esotérica, uno ya vendría con una especie de plan: dónde me voy a meter, dentro de qué familia, en qué ambiente. Creo que hay una historia “kármica“, sobre todo para el que cree en la reencarnación. Se supone que habrá habido otras vidas, así que la persona elige; el que ha muerto y ha pasado cierto período en estado de desencarnación en el espacio o donde quiera que sea prepara su nuevo lugar, esa alma ya madura prepara su nueva vida, el clima en que va a reaparecer... O sea que no es casual que yo nazca acá o allá; si profundizamos en la propia historia de ese ser, ya estaría la elección previa, podría haber una afinidad o un campo de aventura particular... Es curioso; Macedonio ha sido un ser extraordinariamente sedentario; no se ha movido casi de Buenos Aires: un vistazo a Córdoba, un poco Posadas... Tal vez no se movió porque todo el cosmos lo tenía acá, a domicilio. Llegados a este punto, preguntamos por los dos episodios más curiosos de la vida de Macedonio: “La Colonia Anarquista en el Paraguay” y “La Tentativa Presidencial”. Obieta sonríe; hasta los “becarios” extranjeros se interesan por ambos asuntos. –Sé muy poca cosa. Macedonio no era una persona de recordar. El vivía en su presente o en su futuro, en planes que tenía. Sé que hubo una especie de proyecto de fundar una colonia. En ese grupo estaban el padre de Borges, Arturo Múscari y Julio Molina y Vedia entre otros. El padre de Borges no participó porque estaba de novio con Leonor Acevedo –la mamá de Jorge Luis–, y prefirió la aventura de casarse. Los Molina y Vedia tenían plantaciones en Paraguay, así que posiblemente contaran con la seguridad mínima de un lugar donde desembarcar y buscar un terrenito para fundar la colonia. Ahora, ¿qué hubo?, no sé nada prácticamente. Las colonias estaban medio de moda entonces, porque la idea de colonia se oponía al poder constituido, contra los abusos del poder político y económico; era eso de crear una sociedad fraternal, amistosa, de vida en común, donde se hacía una gran comida para todos; sacrificar un poquito la individualidad en homenaje a la felicidad de la cosa comunitaria... Eso habrá pasado por el año 1897/98. Con respecto a lo de la “presidencia”, tampoco sé cuánto hay de ingredientes imaginarios y cuánto de reales... Por un lado pareciera que Macedonio quiso inspirar una especie de partido político. En el Epistolario (Tomo II, Obras Completas, Ediciones Corregidor), hay unas cartas a su primo Marcelo del Mazo en las que invita a algo. Estamos en 1917, Revolución Rusa, Lenin. Macedonio estaba atento a las transformaciones que ocurrían en Europa con el comunismo; mi interpretación es que él quería generar acá algún movimiento que, apresurando reformas de tipo social y político, hiciera menos fascinante la influencia rusa, cuyo prestigio era extraordinario. La inmensa masa hambrienta veía en ello la regeneración de la humanidad en el sentido económico; por algo se planearon guerras y acciones para aplacar esa justicia social naciente. Por acá hay papeles donde dice que se va a reunir con cierta gente, hay una lista de 20 ó 30 personas, algunos médicos amigos... Así que la idea de alguna acción política marginal del ‘17 al ‘20, existió. Por otra parte, en 1927, durante la presidencia de Alvear, hubo un grupo de intelectuales antioligarcas –entre los que figuraban, curiosamente, el propio Borges y Petit de Murat– que estaban a favor de Yrigoyen y abogaban por una salida política de tipo socialista, pero no tenían entidad. De ahí viene aquello de los sobres de propaganda anunciando ese movimiento, o a un presidente que viene, o anunciándose a sí mismo; eran dejados “olvidados” en los negocios, los tranvías, los cines, para generar sorpresa en quienes los encontraran. Yo tengo 1 ó 2 de esos sobres con el nombre de mi padre y algunas bromas ligadas a personajes de su primera novela, Adriana Buenos Aires. Aquí ya se desvió la acción política a la literatura y a la fantasía. “Durante la presidencia de Alvear, un nutrido grupo de intelectuales –entre los que figuraba Borges– abogó por una salida de tipo socialista.”

–Como un juego. –Claro. Siempre hubo algo de juego en todo. –¿El no quería ser presidente de la Argentina, entonces? –No, para nada, no era su naturaleza. El quería ser el mentor; tenía la materia gris y los demás las otras materias. –¿Cómo era su naturaleza? –Ante todo, era una persona encantadora. Hablaba encantadoramente, era de una lucidez... pero jamás para “asombrar a los burgueses”. Porque podría haber sido así: para deslumbrarme a mí, por ejemplo, que era joven, o a un vecino con alguna fantasía metafísica ante la noticia policial. Era un placer oírlo, porque como a la vez era humilde, no te asustaba con su talento; nadie se sentía mortificado, todos se sentían a gusto. Del mismo modo sabía escuchar, se informaba de lo que los demás le decían, hacía preguntas, clasificaba, relacionaba hechos de la realidad social, histórica o de lo que fuera. Después... ¿Qué hace que recién publicara su primer libro –No toda es vigilia la de los ojos abiertos– en 1928, a los 54 años? Es un enigma. Uno piensa en Macedonio escribiendo desde los 18 años... ¿Por qué dilató? La verdad es que, fuera de los artículos de juventud, él se hubiera muerto inédito; y no sé si aquellos no se los habrán extraído también. Los demás fueron todos bajo iguales estímulos: No toda es vigilia... se publicó a instancias de Scalabrini Ortiz y creo que de Francisco Luis Bernárdez y Leopoldo Marechal; lo mismo ocurrió con Una novela que comienza, publicada en Chile por Luis Alberto Sánchez; o Papeles de Recienvenido aparecido en la colección Cuadernos del Plata dirigida por Alfonso Reyes, por entonces embajador de México acá. –¿Y las novelas? –Las novelas (Adriana Buenos Aires y Museo de la Novela de la Eterna), yo se las había pasado en limpio; él me prometía revisarlas, me prometía revisarlas, me prometía... Adriana... es quizá su libro más orgánico como estructura. La Novela de la Eterna, en cambio, ha sido un cúmulo de prólogos, agregados, cosas que todavía andan por ahí y hay que rastrear. –¿O sea que hay obra inédita? –Hay muchísimo texto inédito, tan inédito que ni siquiera están descifrados de acá (Obieta señala el armario donde tiene guardados los cuadernos de su padre) ; aparte, hay cosas que ya están pasadas a máquina pero no publicadas. –Para usted también es toda una tarea de armado... –Sí, claro. Por suerte la obra(se refiere a La Novela de la Eterna) quedó bastante armada en el ‘48, tres años antes de su muerte. Yo la había ordenado bastante y él había aprobado... Una copia fue a dar a Scalabrini Ortiz y gracias a eso se conservó. Años después de la muerte de éste, su mujer me llamó y me dijo: “Esto se lo regaló Macedonio a Raúl, pero yo tengo entendido que le corresponde a usted, a su archivo”. Así se conservó la estructura que tenía la novela en el ‘48. Después agregamos más, y después aparecieron más cosas... ¡Y todavía! (Obieta nos muestra un grueso libro de tapas duras) Esta es una edición de La Novela de la Eterna hecha por la colección Archivos; tiene más textos que la edición de Corregidor (Volumen VI, Obras Completas); la estructura no ha sido modificada, pero agregamos cosas encontradas en viejos cuadernos. –¿Usted solo lleva adelante la tarea del archivo? –Hasta hace poco lo he llevado yo solo; ahora me ayuda un grupo de amigos, todos admiradores de la obra de Macedonio, que se ofrecieron voluntariamente a cooperar. Además de descifrar los manuscritos, estamos digitalizando todo para preservar los originales.
Leopoldo Marechal y Raúl Scalabrini Ortíz instaron a Macedonio a publicar: tenía 54 años. –Volviendo a lo anterior, ¿por qué piensa usted que su padre no publicaba? –Bueno... Había una especie de hiato entre el escribir y el publicar. ¿Por qué? Hay varias hipótesis: una, porque tenía mucha autocrítica: le parecía que no había derecho a abusar de la publicación, llenar el mundo de papeles y de libros que no merecieran la pena; entonces él estaba buscando la madurez de su pensamiento literario o metafísico. Yo lo apuraba y lo cargoseaba, cosa de la que me arrepiento un poco, pero en fin, algo se ha salvado gracias a eso... El me decía: “Tengo toda la síntesis metafísica; un día de éstos nos sentamos a la mesa, te dicto la metafísica y te quedás tranquilo”. Pero se murió y no llegó ese día... Así que habría que estudiar por qué postergó tanto a pesar de toda la presión mía: ¿por negligencia? ¿por perfeccionismo? ¿por falta de vanidad? ¿por falta de estímulo?

–Quizá exista una razón más profunda, casi metafísica. Borges cuenta que Macedonio afirmaba que en realidad nada se pierde. Tal vez por eso, al mudarse de una pensión a otra, se olvidaba los cuadernos o directamente los dejaba. Como si hubiera tenido una certeza, una visión ulterior. –Es probable. Recuerdo que Xul Solar, de quien fui muy amigo, me decía: “no te preocupes...” –no, creo que nos tratábamos de “usted“ entonces–, “no se preocupe, porque las ideas en que yo estoy van a ser recogidas por otras mentes; no se pierde esto”. Y quizá en Macedonio pasó algo parecido, consciente o inconscientemente. –Lo cual habla de una humildad fuera de serie... –Del Almismo; volvemos un poco al Almismo Ayoico. Adolfo de Obieta, todo humildad él también, casi no habla de su propia obra. Si no le hubiésemos preguntado, no hubiera sacado el tema para nada, y esto sin guardar ningún tipo de rencor o molestia. –Tengo un libro no literario de homenaje a mamá –nos cuenta–. Después uno de poemas, Genealogía Solar, que es una invitación a la unión de los mundos. Otro sobre Juan Bautista Alberdi, donde lo presento como un precursor de la “no violencia”, y establezco un parentesco entre su pensamiento y el de Gandhi. Otro es ¿Terrores del año 2000?, un catálogo de “terrores” que a mí me preocupan, como el armamentismo, el hambre, la contaminación generalizada, las enfermedades. Yo me he preguntado si cada mil años no habría cierto ciclo... O sea, en el año 1 está todo el Cristianismo, se liquida el mundo pagano, Pan se hunde en la Antigüedad, viene Cristo. Y ya entonces existían “terrores” masivos, generalizados. Ciclos que pueden relacionarse con fenómenos astronómicos que estarían vinculados con los grandes cambios geológicos, con el hundimiento o la aparición de continentes: la Atlántida, Lemuria... Luego están los “terrores” del año 1000, de los que se ha hablado mucho... pero todo contemplado y analizado con intención sociológica. Otro libro es Tiempo de Profecías; aquí soy meramente compilador. En realidad son tres libros: el primero contiene profecías antiguas; el segundo son interpretaciones del Apocalipsis: reúno alrededor de 15 ó 16 interpretaciones, desde la ortodoxa hasta las extracristianas, y las de algunos ateos. El tercer tomo contiene profecías de videntes o profetas de este tiempo, digamos de cien años a esta parte. En este momento está por salir un cuarto tomo con variadas concepciones de la Nueva Era. –¿Por qué cree usted que en determinados momentos exista esa tendencia de querer prever? –Puede que sea cierto desasosiego o cierto caos que hay; una especie de intuición difusa, algo instintivo en relación a los cambios... Como un estado de descomposición, una cultura que se está deshaciendo, un siglo o un milenio en que los valores se están diluyendo en este último tiempo... Y a su vez una confederación futura que se está armando, pero ¿para cuándo?, no sé, porque pareciera que estamos en una etapa intermedia. Es posible que dentro de cien años se estabilicen las cosas, pero en este momento... La vida humana raramente ha valido menos de lo que vale hoy día: futbolización del mundo, sexualización del mundo, cocacolización, farandulización, todo como en un nivel de superficialidad, ¿no?; hay un proceso de psiquiatrización del mundo, de locura, digamos. A diferencia de Gandhi, ahora decimos: tengo cuerpo y soy cuerpo, y soy casi exclusivamente cuerpo; y dentro del cuerpo no soy rodillas, ni corazón... soy sexo; estoy ya casi monopolizado, las industrias y todas las actividades favorecen ese proceso... ¿no aburre?... Yo no digo volver a las florcitas, pero ¡un poco! La entrevista se extendió más de lo pensado y llega a su fin. Mientras nos disponemos a dejar la casa de Adolfo de Obieta se escapa una última pregunta, impensada. “El me decía: ‘Tengo toda la síntesis metafísica; un día nos sentamos a la mesa y te dicto la metafísica.’ Pero se murió y no llegó ese día.”

–¿Soñó alguna vez con su padre de alguna manera específica o lúcida, hablando con él? –(Obieta se sorprende) ¡Qué curioso! (y confiesa) Olvidé mencionarles mi último libro: Macedonio/Memorias Errantes; ahí creo haber contestado a esa pregunta. Al final cuento los últimos tiempos con él: la despedida, lo que pensaba de la muerte, cómo él observaba el proceso de su propia muerte... Hay un capítulo que yo llamo... –póstumo, no; más que póstumo–: post-póstumo. En él yo aporto datos sobre la existencia post-mortem de mi padre. Personas que a mí me merecen fe, me han dicho que recibieron comunicaciones. Me han dicho cómo está, que está bien, en qué anda, que tiene recuerdos de su vida y ha recapitulado sobre temas de la existencia, sobre errores y modos de conducta propios. En Papeles de Buenos Aires, una revista que dirigí junto a mi hermano Jorge entre el ‘43 y el ‘45, Macedonio tenía una columna que se llamaba “Pensador de Buenos Aires”; después semejante título le pareció abusivo y la llamó “Pensador Poco” o algo parecido. El intervenía muchísimo en la revista. Una de las cosas que se le ocurrieron fue que tenía que haber una sección donde la gente que se animara contara qué esperaba de su primer día después de la muerte, o cómo pensaba que sería su muerte. De ahí salieron dos o tres colaboraciones muy lindas, una de Ramón Gómez de la Serna que se llamó La aureola libertada. Papá decía que era poco menos que un deber saber cómo se siente, cómo se vive y cómo se espera vivir la muerte en Buenos Aires. Entonces me di cuenta de que ahora yo estaba cumpliendo con lo que él quería.

 	

Los Cuadernos de Macedonio

–Les muestro una pila de cuadernos. Estos están en parte descifrados y en parte no. Yo estoy un poco atrasado en esta tarea. Los cuadernos están completamente escritos, los márgenes, las tapas, todo. –¿Escribía sobre cualquier tema en todos los cuadernos o...? –Escribía sobre todo en todos los cuadernos. A veces ponía una letra: B, biología; E, economía; Ps, psicología; N, novela. Tratando de entender la letra de Macedonio, leemos al azar algunas frases sueltas: ”Qué mala es la vida, lastima y sin ella no se puede vivir.”; ”Los niños no adulan.”; ”Una novela al revés. Título: Olor a pulga quemada. El título no debe disponer en ninguna dirección la mente del lector.”; ”Infierno pero con Dios es el mundo.”; ”El Arte no es místico, sino que es la mística.” Obieta hurgando en los textos de su padre.

Lee Obieta: ”El primer escritor que empezó su carrera por el no escribir.” –Aquí hay algo parecido: “El hecho inocurrido es la primera información.” ”Agujero que yo encuentro, agujero en que me meto, dijo la laucha. Asuntos que no me importan son asuntos que me ocupan, dijo el publicista.” ”Ni el café da vigilia, ni el opio da sueño. El primero da agitación, el segundo letargo. El primero impide dormir, el segundo impide estar despierto.” ”Rosa Loca.”

"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""

Martes 26 de febrero de 2002 | Publicado en edición impresa

Murió Adolfo Fernández de Obieta

Facebook1Twitter0

A los 90 años falleció ayer el escritor Adolfo Fernández de Obieta. Nacido en Buenos Aires, en 1912, dedicó su vida a las letras. Tercer hijo de Macedonio Fernández y Elena Obieta, eligió el apellido materno para una vida destinada, como la de su padre, a la trascendencia.

Fue el principal compilador de la obra de Macedonio Fernández y el encargado de ordenar sus obras póstumas, entre ellas, "La Novela Eterna".

"De adolescente vine a constituirme en algo así como un representante exterior ante él -dijo en los años 80 sobre su padre-. Por su parte, él me introducía en un mundo interior de enorme riqueza."

Escritor, poeta, ensayista, cuentista y dramaturgo, Adolfo de Obieta llegó a ser miembro de número de la Academia Argentina de Letras. También fue ex vicepresidente del PEN Club Internacional y miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) por varios períodos. Sus colegas lo recuerdan como reservado y reflexivo, aunque excelente orador al momento de tomar la palabra.

Dedicado a la escritura desde siempre, publicó numerosos artículos sobre temas sociales, estéticos y de religiones orientales en diarios nacionales y extranjeros.

En su juventud fue colaborador de la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo. Con ella mantuvo una fluida correspondencia, hecha pública en su último libro, "Victoria Ocampo", de ediciones Corregidor (2000).

Entre los estudios publicados en Sur, Adolfo de Obieta indagó nada menos que en la extraña condición argentina. Aunque la realidad nacional no limitaba sus intereses.

En 1996 recibió un premio internacional por promover los valores gandianos fuera de la India. Su pasión por las religiones orientales y por Gandhi fueron algunos de los puntos en común con la directora de Sur.

Abogado, doctor en jurisprudencia y filósofo, su sensibilidad lo llevó a indagar en la profundidad del ser. En sus escritos rescataba la importancia de sentir la vida y no de pensarla.

Reconocido como una de las máximas autoridades argentinas en materia de profecías, De Obieta escribió sobre los desafíos del nuevo milenio: "En el año 2000 (...) lo que espanta es el hombre incapaz de dominar las fuerzas que su ingenio ha puesto en marcha", remarcó en su libro "¿Terrores del año 2000?", de editorial Corregidor.

Ambientalista y pacifista, en su obras proféticas planteó la necesidad de convertir la sociedad violenta en una no violenta.

Descartando el momento de reunión filial, Macedonio Fernández apuntó un párrafo que algún día sería profético: "Querido hijo Adolfo, el que por las circunstancias, porque de mis cuatro hijos santos, encantadores, debiste ser vos el que me acompañara más con un afecto tan dulce y paciente y con una colaboración tan grande y tan modesta durante 15 años, con tanto aporte de tus penetrantes hallazgos en arte, en sociología, en psicología, y en mi asunto predilecto, el metafísico, te dejo, por si no consigo adelantar más este último tópico, mis indicaciones de bases o métodos (hasta que) nos reunamos o comuniquemos en el nuevo modo de conciencia futura".

Sus restos serán inhumados hoy, en el cementerio de la Chacarita. .

view all

Adolfo de Obieta's Timeline

1912
September 1912
2002
February 25, 2002
Age 89
Buenos Aires, Argentina