Elvira Portela Goyena

A mi bisabuela Elvira Portela Goyena tuve el placer de conocerla y de frecuentarla, no como hubiese querido seguramente mi madre, su nieta, ya que por ser mi padre militar, estábamos lejos de Buenos Aires, por sus destinos. Pero durante los veranos y en otras circunstancias especiales pude frecuentarla, siendo, yo, claro, todavía un niño. Ella falleció el 15 de Febrero de 1962, yo tenía recién cumplidos los 11 años. Así, que mis recuerdos son un tanto infantiles, pero muy gratos. Antes que nada, ¿ y como la recuerdo? en su fisonomía física, moral, espiritual? Desde lo físico la recuerdo como una señora que de entrada te impactaba por su porte señorial, aristocrático. Su piel era de una blancura y transparencia asombrosa. Sus rasgos, finos y proporcionados. Sus ojos eran entre verdosos y castaños, pero lo que más llamaba la atención era la mirada, una mirada inocente, alegre, vivaz y suave al mismo tiempo, distinguida, señorial. La mayoría de las veces que la ví, la recuerdo llevando un sombrerito con tul, (como se ve en la foto de portada), con un pañuelito también de tul, y a veces, en ciertas ocasiones se ponía un prendedor que era un águila (me parece que se ve en la foto) de brillantes. Vestía con sobriedad y sencillez, pero aún así, su porte, por ella misma, parecía una reina. Hablaba con extrema suavidad y sus modales eran del todo aristocráticos, aunque expresados con suma naturalidad, con nada de afectación. En sus manos, generalmente, más cuándo se estaba en tertulia, usaba el abanico con natural distinción, Quizá este hecho de usar abanico lo heredó de sus antepasadas, que en los cuadros aparecen con abanicos. En lo espiritual, era una persona de profunda Fe cristiana, que lo reflejaba en su vida diaria, yendo a Misa diaria y rezando el Rosario siempre. Su alma guardaba esa pureza e inocencia de una educación moral tradicional, típica en las damas de aquél tiempo. Eran de esas personas que nunca se le escuchaba hablar mal de nadie, decir una sola mala palabra, de gestos suavísimos, de un carácter sereno y modales llenos de templanza y dulzura. Me gustaba escucharla en las reuniones familiares, especialmente cuándo hacía referencia a hechos históricos del país, muchos de ellos relacionados con sus antepasados, Me quedaron grabados sobre todo, las historias de la época de Rosas. La escuché contar varias veces como fue que su abuelo, el doctor en medicina Ireneo Portela, tuvo que exiliarse al Uruguay porque estaba señalado por la Mazorca para ser asesinado, y que este conocimiento lo supo por el mismo cuñado de Rosas, Mansilla, y recuerdo bien que decía al contar esta anécdota " estando en Misa en la Catedral de Buenos Aires, se le acercó Mansilla y le dijo al oído, doctor, cuánto antes váyase, porque la Mazorca en cualquier momento pasa por su casa"...esto me quedó grabado para siempre. Y así fue, al poco tiempo, vestido de changador, se exilió a Montevideo, El Dr. Portela, era viudo de Isabel Cañiza, y tenía una pequeña hija llamada Juana Isabel, y con ella se fue al país hermano. Estando allá conoció a su futura esposa, Pascuala Obes, que pertenecía a la conocida familia uruguaya de los Obes. De este matrimonio nacieron 11 hijos, entre ellos mi antepasada y abuela de mi bisabuela Elvira, que fue Amelia Alvarez y Obes, prima hermana entre otros conocidos personajes del Tte. Gral. Juan Andrés Gelly y Obes, quién fue ministro del general Mitre, del conocido pintor uruguayo Herrera y Obes, etc. etc, Mi bisabuela nació en la quinta de los Portela en Caballito y allí misma fue bautizada, en la Capilla de la quinta. aunque la partida bautismal fue asentada en la Basílica de San José de Flores. Tuvo cuatro hijos, Carlos, Amelia, Ireneo y mi abuela Paulina. Fue un ser querido por todos, inolvidable por su finura y delicadeza. Me acuerdo que al acercarme a saludarla, sentía un olorcillo a perfume francés riquísimo. A pesar de haber nacido en cuna de oro falleció en un pequeño departamento en la calle Junín 164, (y Azcuénaga), pero jamás se quejó de nada y por nada. Ah, de sobrenombre la llamaban Cele, y preguntando a mi tía Beba Goyena, me dijo que este sobrenombre le vino por la negra María, un ser muy querido por los Portela, criada por mi tatarabuela Elvira Goyena de Portela, de origen brasilero; y parece que cuándo mis bisabuelos se casaron, ella fue a vivir con ellos, y como gracia hacía un ademán como que le acariciaba la cara a mi bisabuelo, y mirándola a mi bisabuela le decía en su castellano portuguesado que no se ponga celosa, por lo cuál comenzó a decirle "Cele" por celosa, aunque todo esto era con un sentido bromista y jocoso. Bueno, en otros momentos continuaré,