Elvira Reyes del Villar

“El barrio fue testigo de los amores, famoso, de Julio Herrera y Obes con Elvira Reyes. Hasta hace unos años estaba la puerta, preciosa, con vidrio biselado con las iniciales E R, en Suárez y Reyes, en la acera de enfrente de la casa presidencial, la segunda o tercer casa hacia 19 de abril. No se si todavía está o hay un edificio de apartamentos.

Julio Herrera y Obes era presidente, mi abuelo contaba que venía a visitar a la novia, una vez por semana, pero venía con la banda presidencial a caballo y con la escolta. Y en Suárez todo y por Caiguá quedaba formada la escolta presidencial.

Contaba mi abuelo que todos los muchachos del barrio venían corriendo a ver la llegada de la escolta. Y cuando él salía Elvira Reyes lo acompañaba a la puerta siempre con una flor en la mano, con un clavel y saludaba, él se montaba al caballo y se iba. Una vez por semana. Un novio eterno porque nunca se casaron”.

Aporte de la Profesora Mercedes Villademoros

http://www.guiadelprado.com/anecdotas-atahualpa

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En el marco de las quintas del Miguelete se ubica no solo el primer encuentro de Julio y Elvira en el baile de la quinta de Doña Fortunata Bustamante de Viana, sino también porque la novia residiría toda su vida en la quinta de su padre, el Gral. José María Reyes, en el actual cruce de las avenidas Suárez y Reyes.

Ella adolescente de 14 años en el momento de conocer a Julio Herrera y él un veinteañero. Este noviazgo llevaría cincuenta años, transformándose en un extenso epistolario que Elvira coleccionó agrupadas en etapas hasta el momento de su muerte en 1930.

Las diferentes discrepancias políticas llevó Julio Herrera a vivir fuera del país. La pobreza y la enfermedad lo llevaron a la muerte en agosto de 1912.

Elvira lo sobrevivirá casi veinte años. Evocando estas últimas etapas de su vida acota Dora Isella Russell: “La espléndida joven de ojos verdes llegó a ser una siempre enlutada viejecita, dulce, solitaria en su antigua quinta, rodeada de gatos de Angora como única compañía. Pero estaba claro que aquel recuerdo siempre estaba presente”

Con la partida de “la novia sin nupcias” se cierra una de las etapas más románticas del pasado del Prado.

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