Fernando de Santa Catalina, bachiller

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About Fernando de Santa Catalina, bachiller

La vida de Santa Teresa de Jesús y de su familia fue estudiada por cientos de historiadores a lo largo de los siglos, y, sin embargo, sólo en la década de los 40 del siglo XX se conoció que se trataba de una familia judía y conversa. Fue Américo Castro el primero en encontrar en ciertos rasgos de la personalidad y obra de la Santa un secreto oculto de ésta: su origen judío. Y fue el investigador Narciso Alonso Cortés el que halló en los archivos de la Chancillería de Valladolid un puñado de viejos legajos donde consta la ascendencia hebrea del padre de Teresa, confirmando así la hipótesis de Américo.

I.- Juan Sánchez de Toledo, nacido hacia 1440, fue un rico toledano comerciante en lanas y sedas.

En 1485 la Inquisición promulgó un edicto “de gracia”: las personas que hubieran apostatado o cometido delito contra la fe debían comparecer dentro de un corto plazo y confesar ante los inquisidores pidiendo reconciliación. Pasado el plazo, el tribunal procedería con rigor. El 22 de junio de aquel 1485, Juan Sánchez de Toledo compareció voluntariamente ante el tribunal y confesó –siguiendo fórmula quizá preestablecida- “haber hecho e cometido muchos y graves crímenes y delitos de herejía y apostasía contra nuestra santa fe católica”.

El tribunal aceptó su confesión, le perdonó, y le impuso de penitencia un sambenitillo con sus cruces que había de llevar públicamente durante siete viernes en la procesión de los reconciliados.

“Con él -escribe José María Javierre en su “Teresa de Jesús”- fueron oficialmente reconciliados sus hijos, menos el mayor, quien, parece ser, permaneció firme en la religión judía: escapó de Toledo a Salamanca, donde cambió su nombre por el de Fernando de Santa Catalina; estudió leyes, casó, y murió en edad temprana. A su permanencia en la apostasía, atribuyen el escaso trato de Hernando con sus hermanos: la historia del Sánchez Cepeda «no reconciliado» habría ensombrecido el futuro familiar. Gómez-Menor sostiene por el contrario que Hernando «no se reconcilió» porque «no había apostatado»: quizá muchacho ya mayorcito se negó a entrar en el lote de culpas, reales o tácticas, reconocidas por su padre para evitar mayores males”.

“Lo que sí está claro es que Juan Sánchez no consintió que la afrenta inquisitorial le hundiera. El «toledano» continuó gobernando brillantemente sus empresas; y a sólo quince años de la reconciliación planteó, y obtuvo en Ciudad Real, un pleito de hidalguía: le costaría sus dineros, pero los hijos recuperaban la categoría de hidalgos; y por tanto, «con limpieza de sangre».De todos modos deseaba don Juan que andando el tiempo la sombra del «sambenito» no entristeciera las alegrías de sus hijos y nietos; quiso evitarles todo peligro de rechazo en la vida social conquistada por él a fuerza de puños y cerebro. Planeó la mudanza de ciudad sin prisas, no fuera a parecer una fuga. Además él pensaba mantener abierta su casa de Toledo y hacia 1493 abrió comercio y pasó a vivir con sus hijos en Ávila. Luego, hizo que sus hijos frecuentaran la mejor sociedad de Ávila y les buscó como esposas a hijas de ricos terratenientes. No obstante, él siguió siendo un mercader en seda, lana y en dinero: prestamista. Murió en 1507, víctima de la peste”.

Juan Sánchez de Toledo casó con Inés de Cepeda, perteneciente a una familia, también conversa, oriunda de Tordesillas y establecida en Toledo.