Juan Serrallés

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About Juan Serrallés

EL HILO DE UNA GENERACION

Te voy a contar la historia de una familia trabajadora que se esforzó y triunfo. Vivió en una época en que la gente vivía en el pueblo. No existían estas urbanizaciones con brazo automático que un guardia anuncia su visita. En aquella época en Puerto Rico se vivía en casas abiertas con jardines bonitos. Se sembraban árboles de frutas: mango, china, aguacate, quenepa. A la llegada del fruto, estos se ofrecían amistosamente a todos los vecinos y visitantes. Los nombres de las tiendas eran en español: El Cometa, Vilariño, La Atómica, Lagares, Cervantes, etc. El colmado donde mi abuela compraba la comida se llamaba Colmado Cristina, te parecerá extraño pero le llevaban la compra a su casa. Pero mas extraño te parecerá que si se quedaba algo de la compra, con mucha alegría y animo volvían al colmado para traerle a mi abuela lo que faltaba. Claro que todos estos viajes no lo hacían en carro, sino en bicicleta

En una de esas casas del pueblo era que vivía tu bisabuela y de su familia es de quien te voy hablar. Sus apellidos son Wirshing Serralles. De su papa Herman Wirshing no se mucho, solo que vino a Puerto Rico de Alemania. Recuerdo de niña que le pedía a mi abuela de vez en vez que hablara alguna palabra en alemán. Me parecía tan sofisticado todo ese mundo tan lejano y desconocido. Cuando me complacía y decía alguna palabra en alemán todo ese mundo lejano de repente se sentía más cercano. Sus ojos azules se volvían brillosos, parecían estrellas misteriosas. Luego se sonreía y todo volvía a ser conocido, cercano al corazón y lleno de cariño. Ella era así alegre, optimista y llena de cariño. Le encantaba la música, bailar, las flores, los colores brillantes. En fin todo lo que fuera vivo y nuevamente digo: alegre. Se caso con Miguel Ángel Sastre y esa historia te la contare otro día. Es la historia del café.

De la familia Serralles es de quien te voy hablar, pero de un tiempo mucho más lejano. Tan lejano como principio del siglo diecinueve. Tan lejano como en el año 1800. Pensaras porque tengo que dar tantos años para atrás, porque tengo que irme tan lejos. Cuando termine el cuento lo entenderás. Por ahora es importante conocer tus raíces y tener orgullo de nuestras generaciones. Atesorar no solo sus recuerdos sino también sus esfuerzos. Honrar sus logros y seguir el camino que ellos nos dejaron. Es importante conocer el principio para entender el final.

La familia Serralles llego a Puerto Rico a principio del siglo diecinueve. Gracias a Don Sebastian Serralles quien decide emigrar de un pueblo de España llamado Bagur en Gerona, de la región de Cataluña. Ya de por si tomar esta decisión demuestra valentía, aventura y tenacidad ya que la mayoría de los españoles preferían emigrar al Perú o México ya que en estos países abundaba la plata y el oro . Pero Sebastian Serralles no pensó en fortuna fácil. Todo lo contrario. Recuerda esto, son características importantes que has heredado.

Voy hacer un paréntesis porque de forma misteriosa la familia de tu abuelo Vendrell Romaguera también emigraron de la región de Cataluña. Esta historia también te la contare mas adelante. Es la historia del amor. La familia Vendrell emigro de un pequeño pueblo que se llama Vendrell y la familia Romaguera de un pueblo costero que se llama San Felui de Guixols. Me encantaría poder visitar ambos pueblos contigo. Uno es costero con vistas preciosas del mar, el otro es un pueblo típico español con sus casas pintadas de blanco. Solo Dios sabe si ya se conocían desde España. Por eso es cierto cuando dicen….. “nuestros destinos ya están escritos”.

Volviendo a principio del siglo diecinueve, Don Sebastian Serralles estableció la Hacienda Teresa, claro su esposa se llamaba Teresa. Años más tarde su hijo Juan Serralles es quien continúa operando la siembra de caña de azúcar en la Hacienda. Eran tiempos prósperos y la cosecha de caña de azúcar era una operación lucrativa. A esta fecha existían más de mil Haciendas productoras de azúcar. Las Haciendas mayormente estaban localizadas en el área costera desde Ponce hasta Guayama, pero no siempre fue así. Para el año 1860 cae el precio de la libra del azúcar de 15 centavos a 1 centavo, reduciendo a menos de la mitad las unidades productoras de azúcar. Precisamente en ese año es que Don Juan Serralles funda la Hacienda Mercedita en Ponce. No solo se esforzó y trabajo en tiempos prósperos sino que supo “prevenir” y estar preparado para tiempos mas difíciles. Es importante trabajar fuerte y constante. No desanimarse en tiempos difíciles y no “dormirse” en tiempos prósperos. Hay que ser constantes en el trabajo. Esto es una lección difícil de aprender, pero de alto valor. Estas son características que también debes recordar. Las llevas dentro de ti.

Don Juan Serralles supo evolucionar y así la historia lo demuestra. Como dice tu abuelo “todos los días hay algo que aprender”. En el año 1865 adquiere el primer equipo conocido como alambique para comenzar el proceso del ron. En el año 1869 adquiere un molino de vapor, dando comienzo a la mecanización de la industria. En el año 1875 se adquieren dos centrifugas. Esto son cajas cilíndricas que rotaban y ayudaban en el proceso de la azúcar. Dos años mas tarde en el año 1877 adquieren un ferrocarril con 120 vagones para el arrastre de la caña de azúcar. Yo recuerdo haber visto por las calles de Ponce los vagones cubiertos de caña de azúcar. Mi mama me decía que rico “guarapo” de caña, pero yo nunca me atreví a probarlo. Siempre fui mañosa con la comida.

Don Juan Serralles muere en el año 1897, para finales del siglo diecinueve. A esta fecha la Hacienda Mercedita contaba con más de 3,000 cuerdas de terreno para el cultivo. Un gran esfuerzo si consideramos las 300 cuerdas de terreno que consistía la Hacienda Teresa. Aquí es que yo quería llegar. La Hacienda Mercedita probablemente es una de las pocas Haciendas que opero por más de un siglo. Pudo superar eventos difíciles como la reducción del precio del azúcar, eventos naturales como el Huracán San Felipe, largas sequías y cambios políticos como la llegada de los americanos en el 1898. No hay duda que el trabajo fuerte trae recompensa.

Pero veras, luego de la muerte de Don Juan Serralles, su viuda doña Mercedes Pérez de Serralles junto con sus 6 hijos continúo laborando. Siguió el camino trazado y no se dio por vencida. Con tan solo 52 años de edad, no tuvo miedo en haber quedado sola. Trabajo fuerte y con la ayuda de sus hijos la Hacienda Mercedita siguió creciendo. Posterior a la muerte de Don Juan Serralles su viuda logro adquirir más de 2,000 cuerdas de terreno adicionales para el cultivo de la caña.

Yo no conocí a doña Mercedes Pérez Vda. de Seralles pero no tengo duda que tuvo que haber sido una persona admirable. Tiene que haber sido una persona fuerte, dedicada y emprendedora. No tuvo miedo. Esto no lo olvides, siempre hace falta una figura ejemplar.

Recuerdo una tarde que mi abuela con una pequeña sonrisa de orgullo me dijo ¿quieres ver un recorte del periódico?  Es de mi abuela.   Entonces busco una pequeña caja donde guardaba recortes de periódico y retratos.  Cuando abrió la caja entonces entendí lo fino y transparente que era el hilo de una generación tras otra generación.   Comprendí que es un hilo fuerte y grueso.  Es importante que nunca se rompa.  Es mágico. 

Cuando leí el artículo del periódico, me extrañe que no hablara de una mujer de carácter fuerte y decidido. No hablaba de una mujer emprendedora y luchadora. Todo lo contrario. Hablaba de su gentileza, de su generosidad, de su dulzura y de su “dar” de si. ¿Entiendes ahora?

Para triunfar en la vida no solo necesitas trabajar fuerte, ser constante y nunca tener miedo. Es importante el “dar” siempre lo mejor de uno porque no solo resaltamos con acciones grandes, también resaltamos con acciones pequeñas y es precisamente en estas acciones pequeñas que dejamos huellas profundas. Si todavía tienes duda y no me crees. Puedes observar que luego de 5 generaciones de haber fallecido doña Mercedes Pérez Vda. De Serralles pude contar más de 30 bellas descendientes con el nombre de Mercedes. ¿Conoces a alguna?

Besos,

Mami.