Silvio Frondizi Ercoli

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Silvio Frondizi Ercoli

Birthdate:
Birthplace: Paso de los Libres, Corrientes, Argentina
Death: September 27, 1974 (67)
Buenos Aires
Immediate Family:

Son of Julio Frondizi and Isabel Ercoli
Husband of Pura Isabel Sánchez Campos
Father of Private and Private
Brother of Liduina Frondizi Ercoli; Ubaldo Frondizi Ercoli; Tersilia Frondizi Ercoli; Américo Frondizi Ercoli; María Frondizi Ercoli and 7 others

Occupation: Abofado, sociólogo, político militante
Managed by: Carlos F. Bunge
Last Updated:

About Silvio Frondizi Ercoli

Silvio Frondizi (Paso de los Libres, 19 de enero de 1907- 27 de septiembre de 1974), intelectual argentino de ideología marxista y abogado.

Fue el fundador de Praxis y Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR-Praxis). Era hermano del presidente argentino Arturo Frondizi (UCRI) y del filosofo Risieri Frondizi.

Se relacionó con la Revolución Cubana y se entrevistó en Cuba con Ernesto Che Guevara. Se vinculó además con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y defendió a sus presos políticos.

Fue asesinado por la "Alianza Anticomunista Argentina", o más conocida como la AAA.

Tabla de contenidos [ocultar]

1 Obras de Silvio Frondizi

1.1 Libros

1.2 Folletos

2 Publicaciones sobre el autor

3 Enlaces

Obras de Silvio Frondizi  [editar]
Libros  [editar]Introducción al pensamiento político de John Locke. Tucumán: Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras, 1943. 

El Estado Moderno. Ensayo de crítica constructiva. Buenos Aires: Losada, 1945. (Segunda edición corregida: Buenos Aires: Depalma, 1954; tercera edición: Buenos Aires: Depalma, 1960)

La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica. Vol. I: El sistema capitalista; Vol. II: La revolución socialista. *Buenos Aires: Praxis, 1955 y 1956 (segunda edición: 1960; tercera edición del vol. I: Buenos Aires: Ciencias Políticas, 1973).

Doce años de política argentina. Buenos Aires: Praxis, 1958.

La revolución cubana. Su significación histórica. Montevideo: Ciencias Políticas, 1960. (Segunda edición: 1961)

Teorías políticas contemporáneas. Buenos Aires: Macchi, 1965.

Argentina. La autodeterminación de su pueblo. Buenos Aires: Ciencias Políticas, 1973.

Folletos  [editar]“El feudalismo. Ensayo de interpretación histórica”. Tucumán: Violetto, 1940. 

“La crisis política argentina. Ensayo de interpretación ideológica”. Buenos Aires: ADI, 1946.

“La evolución capitalista y el principio de soberanía”. Buenos Aires: Centro de Estudios Políticos, 1946.

“La integración mundial, última etapa del capitalismo (respuesta a una crítica). Buenos Aires: ADI, 1947.

“La crisis de la democracia”. Buenos Aires: Praxis, 1953.

“Fundamento, crisis y porvenir de la democracia”. Buenos Aires: Praxis, 1956.

“Interpretación materialista dialéctica de nuestra época”. Buenos Aires: 1959, s/e (segunda edición: Liberación, 1960.)

“Bases y puntos de partida para una solución popular”. Buenos Aires: Ciencias Políticas, 1961.

“El pensamiento político de J. J. Rousseau”. Buenos Aires: Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas, 1963.

“Manifiesto de la reconstrucción nacional”. Buenos Aires: s/e, 1964.

“Nicholo Macciavelli”. La Plata: Edición del Centro de Estudiantes de Derecho, 1966.

“El pensamiento político de Dante Alighieri”. La Plata: Centro de Estudiantes de Derecho, 1966.

Publicaciones sobre el autor  [editar]Juárez, Francisco, “Silvio Frondizi: Los muertos que no murieron”, en: El Periodista nº 2, septiembre de 1984. 

Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Buenos Aires: El cielo por asalto, 1996.

Viñas, David, “Un intelectual de izquierdas”, en: El Periodista nº 2, septiembre de 1984.

El peronismo

Nota introductoria por Néstor Kohan

¿El peronismo es fascismo? ¿O tal vez constituye un movimiento revolucionario, nacional-popular, de orientación socialista? ¿Cómo entender al peronismo más allá del individuo Juan Domingo Perón? En este artículo el sociólogo marxista Silvio Frondizi (asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina-AAA) intenta descifrar la incógnita.

El sociólogo marxista argentino Silvio Frondizi (1907-1974) saludó calurosamente desde sus inicios la revolución cubana. Incluso viajó a Cuba y a su regreso escribió La revolución cubana. Su significación histórica (diciembre de 1960). Su libro se abre planteando que "La revolución cubana ha destruido definitivamente el esquema reformista y, más concretamente, el esquema reaccionario del determinismo, casi fatalismo geopolítico [...]". El mismo texto se cierra sosteniendo la misma idea: "La revolución cubana tiene como significación histórica fundamental, la de haber roto definitivamente «con el esquema reformista, y en particular con el estúpido determinismo, casi fatalismo geopolítico»".

Silvio Frondizi y el comisario Meneses

En su despacho de la calle Corrientes al 1300, en los altos de La Armonía, Silvio Frondizi entreabre la puerta con un gesto de bonhomía. "¿Una entrevista con PANORAMA? Sí, como no", Al iniciar el diálogo las cejas le asoman por encima de los gruesos anteojos, delatando un.gesto de contrariedad. "Ah, es por Meneses", murmura. Sin agregar palabra, revuelve los papeles del escritorio y muestra un abultado curriculum vitae. "¿ Le parece que yo puedo hablar de Meneses? ¿Por qué no me hace un reportaje sobre política? Estoy por publicar un libro sobre la influencia del marxismo en el catolicismo. Le aseguro que va a causar sensación". Se arrellana en su asiento. De espaldas a la biblioteca de viejos mamotretos jurídicos, su figura remeda curiosamente a la de Fausto en el gabinete de Wittemberg. Su voz es clara, impaciente. "¿Meneses? Lo vi una sola vez. Hablamos unos minutos y se despidió. Creo que ha pasado a disponibilidad. Usted sabe lo que ocurre con los militares y policías que están en esa situación. No creo que sea correcto caerle encima..."

[Fragmento de una nota sobre el comisario Meneses en la revista Panorama, abril de 1965]

Junto a su texto sobre Cuba, Silvio Frondizi escribió muchos otros libros, entre los que se destacan La integración mundial del capitalismo (1947; El Estado moderno (1954) y La realidad argentina (dos tomos, 1955-56).

Además de sus ensayos y sus clases, Silvio fue también abogado de los combatientes revolucionarios que enfrentaron a la dictadura militar argentina de 1966-1973. En esos años se vincula al Partido Revolucionario de los Trabajadores y a su frente político de masas, el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS).

Todo eso le vale el odio sanguinario de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), organización terrorista paramilitar de extrema derecha que lo secuestra y lo asesina por la espalda en 1974 acusándolo de "comunista y bolchevique, fundador del ERP e infiltrador de ideas comunistas en nuestra juventud".

Según el testimonio del viejo dirigente político peronista y ex ministro de economía del general Perón, Antonio Cafiero: "Perón e Isabel sabían que la Triple A eliminaba gente" (declaraciones al diario CLARÍN, Buenos Aires, 22 de abril de 2007).

Los fragmentos siguientes de Silvio Frondizi fueron tomados de la respuesta a una encuesta sobre la izquierda argentina realizada hacia 1958-59: "Contesta el doctor Silvio Frondizi, en Las izquierdas en el proceso político argentino, editorial Palestra, Buenos Aires, 1959, pp. 28-33, 40-46.

[La imagen de Silvio Frondizi apareció en la revista Panorama en una nota sobre el comisario Meneses, en abril de 1965]

Peronismo

Para nosotros, el peronismo ha sido la tentativa más importante y la única de realización de la revolución democrático-burguesa en la Argentina, cuyo fracaso se debe a la incapacidad de la burguesía nacional para cumplir con dicha tarea.

A través de su desarrollo, el peronismo ha llegado a representar a la burguesía argentina en general, sin que pueda decirse que ha representado de manera exclusiva a uno de sus sectores —industriales o terratenientes. Dicha representación ha sido directa, pero ejercida a través de una acción burocrática que lo independizó parcial y momentáneamente de dicha burguesía. Ello le permitió canalizar en un sentido favorable a la supervivencia del sistema, la presión de las masas, mediante algunas concesiones determinadas por la propia imposición popular, la excepcional situación comercial y financiera del país, y las necesidades demagógicas del régimen. Precisamente, la floreciente situación económica que vivía el país al término de la segunda gran guerra, constituyó la base objetiva para la actuación del peronismo. Este contó, en su punto de partida, con cuantiosas reservas acumuladas de oro y divisas, y esperó confiadamente que la situación que las había creado mejorara constantemente, por la necesidad de los países afectados por la guerra y por un nuevo conflicto bélico que se creía inminente.

Tres hermanos, tres destinos

El hallazgo de documentos inéditos del escritor Silvio Frondizi revela parte de la correspondencia que los tres hermanos se cruzaron a fines de los 40, antes que la vorágine política del país los distanciara.

Por Horacio Tarcus. Historiador (1999)

El año pasado fue pródigo en biografías de Arturo Frondizi, entre las que se cuentan las de Celia Zusterman, Carlos Altamirano y Emilia Menotti. No corrieron suerte pareja otros dos hermanos del ex presidente, Silvio y Risieri, también destacados en el campo intelectual y político. Ambos apenas ocupan un lugar en las biografías de Arturo, cuando los autores se ocupan del entorno familiar. En verdad, sería interesante prestar mayor atención a la historia de la familia Frondizi, y particularmente a los vínculos entre los tres hermanos menores, a su formación común, sus puntos de ruptura, sus lealtades más allá de la política. Algunos testimonios y las cartas recientemente halladas en Córdoba nos permiten una primera reconstrucción.

El 27 de setiembre se cumplirán 25 años del asesinato, a manos de la Triple A de Silvio Frondizi, docente universitario, abogado defensor de presos políticos y uno de los fundadores de lo que se llamó la Nueva Izquierda argentina. Maestro de la generación del 60, Silvio contribuyó como pocos a la modernización del pensamiento socialista: sus teorías de la integración mundial capitalista en detrimento de la soberanía nacional y de la crisis política moderna, o sus formulaciones acerca de los movimientos sociales, sus planteamientos sobre la necesidad de un partido de nuevo tipo fundado en otra relación entre la militancia y la vida cotidiana, o el llamado a la creación de un tercer movimiento histórico, fueron algunas de sus notables anticipaciones. Sin embargo, a excepción de los sobrevivientes de la generación del 60, Silvio Frondizi es, para la conciencia histórica media de la Argentina actual, apenas uno de los tantos hermanos del ex-presidente. Su obra no ha vuelto a editarse. Sus papeles personales -originales inéditos, apuntes, fichas, correspondencia con figuras políticas e intelectuales del país y del mundo- fueron confiscados por el Ejército tres años después de su asesinato.

No tuvo mejor suerte la memoria del menor de los Frondizi, Risieri (1910-1983), filósofo y ex rector de la Universidad de Buenos Aires. Si bien pasó buena parte de su vida enseñando en universidades de Centro y Norteamérica, su nombre quedó definitivamente asociado a los años dorados de la universidad argentina. Los tres Frondizi nacieron en el seno de una familia de inmigrantes italianos, fueron los menores de catorce hermanos. Silvio nació en 1907; Arturo, en 1908 (ambos en Paso de los Libres, Corrientes); Risieri, en 1910 en Posadas, Misiones. Los padres, Julio Frondizi e Isabel Ercoli, que eran de Gubbio, Umbría, habían llegado a la Argentina hacia 1890. Don Julio Frondizi había logrado una posición económica holgada como contratista de obras, y una cultura de autodidacta nada despreciable. Era, al frente de su numerosa familia, una figura distante y autoritaria. Su mentalidad -rememoró alguna vez su hijo Arturo- era similar a la de muchos inmigrantes despiertos de fin de siglo: ateo, maldecía a Dios y a los curas las veinticuatro horas del día, leía libros, quería que sus hijos siguieran una carrera. Consentía con benevolencia que su mujer hubiera colgado en el dormitorio un cuadro de San Francisco de Asís, aceptaba que siempre mantuviera velas prendidas frente a una imagen de la Virgen María, disimulaba que mandara los hijos a la Iglesia. La mesa familiar fue centro de debates filosóficos y políticos. Entre las lecturas volterianas del padre y la pasión por los idealistas alemanes de Américo, el mayor de los hermanos; entre las inclinaciones por la literatura clásica de Ricardo y el interés que la filosofía despertaba en Virginia, se estructuró el universo cultural en el que se formaron Silvio, Arturo y Risieri. Tres figuras, tres mentalidades con una configuración singular: el intelectual, el político y el filósofo. Los dos hermanos que más tarde estarán más enfrentados, están unidos entrañablemente en la niñez y la juventud.

En 1923, acompañados por el padre, Silvio y Arturo viajan a Buenos Aires y se inscriben en el Colegio Nacional Mariano Moreno (al que luego ingresaría Risieri). Mientras cursan los últimos años del bachillerato, trabajan en la droguería Carabelli, de Corrientes y Maipú. A fines de 1926 juntos rinden el ingreso a Derecho. En esos años los senderos se bifurcan: Silvio se concentra en el estudio del Derecho y la Historia, Arturo hace una carrera meteórica: se recibe de abogado en tres años. Ambos resisten a la dictadura de Uriburu, participan en manifestaciones callejeras y hasta van a parar varios días al calabozo. Pero mientras Silvio se mantiene todavía al margen de la política, Arturo se convierte en poco tiempo en un dirigente radical de primera línea. A fines de los años 30, ya es parte de la creme política e intelectual de su tiempo, mientras que Silvio es un oscuro profesor en la Universidad de Tucumán. Silvio prepara una tesis sobre John Locke; Arturo, desde sus años juveniles, proyecta un ensayo sobre Maquiavelo. Una lectura radical del teórico del liberalismo conducirá al primero por la senda de Marx, así como cierta lectura de Maquiavelo -que realza el realismo político del florentino, sus consejos al Príncipe para manipular la ignorancia de sus súbditos- conducirá a Arturo a la senda del poder. La Universidad de TucumánEn tanto, Risieri había egresado como profesor de Filosofía. Junto a Silvio, continúan su carrera académica en la Universidad de Tucumán, donde enseñan desde 1938. Son los años de un proceso de renovación cultural en esa casa de estudios, favorecido por la política de invitar a profesores europeos perseguidos en sus países por las dictaduras fascistas, como el español Manuel García Morente o el italiano Rodolfo Mondolfo. Son para ambos hermanos años de construcción institucional y de desarrollo intelectual, en los que escriben sus primeras obras.

Pero el golpe militar de 1943, la intervención de la universidad por hombres de la derecha nacionalista, y finalmente el triunfo de la fórmula peronista en 1946 pondrán fin al paraíso intelectual liberal-progresista de la universidad tucumana. Los tres hermanos resistirán, cada uno a su modo, al peronismo emergente. Arturo será en 1946 diputado nacional por la UCR, destacándose como orador de la oposición. Silvio, separado de sus cátedras en Tucumán, se instalará en Buenos Aires y comenzará un proceso de politización y radicalización teórica que lo conducirá al marxismo militante. Risieri, expulsado de la universidad y enjuiciado por desacato, decidirá exiliarse. Seguirá estudios doctorales y enseñará en diversas universidades de Centroamérica y de Estados Unidos.Caído el gobierno de Perón, Risieri retorna al país a fines de 1955. Otra vez en la cátedra, ahora en la Universidad de Buenos Aires, es elegido rector en 1958. Fue el pricipal gestor de la democratización y la modernización de la vida universitaria, que interrumpió dramáticamente el golpe militar de 1966. Risieri vuelve a emigrar, para volver al país en contadas ocasiones. Arturo Frondizi había asumido la presidencia el 1ø de mayo de 1958. Bajo su mandato los enfrentamientos entre los hermanos se hicieron públicos y, sin romper los vínculos fraternales, vivieron los momentos de mayor tensión personal. Con Risieri el conflicto estalló en setiembre de 1958, cuando desde el gobierno se quiso reglamentar el célebre artículo 28 de un decreto del año 1955, que autorizaba la creación de universidades privadas. El rector de la UBA fue uno de los voceros de la defensa de la enseñanza pública, laica y gratuita, que enfrentó al proyecto oficial. El debate Laica o libre se extendió por todo el país y las caricaturas políticas de la época mostraban el enfrentamiento de los dos hermanos Frondizi. También se enfrentaron agudamente Silvio y Arturo.

El primero había creado, a mediados de los 50, la primera organización de la Nueva Izquierda: Praxis. Mientras todo el arco de la izquierda tradicional, desde el Partido Comunista a los trotskistas, apoyó críticamente la candidatura de Arturo Frondizi, desde el minúsculo Praxis, ya en 1957, se alertaba sobre los riesgos de un gobierno centrista que, más allá de su discurso progresista, iría cediendo cada vez más a la reacción local e internacional. El grupo liderado por Silvio Frondizi será el primero y el más enfático crítico de la gestión de gobierno de Arturo Frondizi. Este, por su parte, no dudará en incluirlo dentro de las fuerzas de izquierda que se declararon disueltas cuando en 1960 se ejecuta el plan Conintes (Conmoción Interna del Estado). Dos actitudes frente a la muerteSilvio Frondizi está consagrado, en los años 70, a la defensa de presos políticos. Su renombre internacional y su valentía personal, pero también el apellido Frondizi, le dieron relativa inmunidad para hacer públicos diversos hechos de represión, primero bajo el gobierno militar de la llamada Revolución Argentina y luego, en 1974, bajo el interregno lopezrreguista. Sufrió múltiples amenazas y atentados pero, a pesar de los consejos de sus amigos, se negó a exiliarse.

El viernes 27 de setiembre de ese año un comando de la Triple A dirigido por el subcomisario Juan Ramón Morales y el subinspector Rodolfo Eduardo Almirón Sena secuestró a Silvio Frondizi de su casa de la calle Cangallo. En el episodio fue asesinado su yerno, el ingeniero Luis Angel Mendiburu, militante de la Juventud Peronista. Dos horas más tarde, un comunicado de la Triple A se atribuyó el crimen e informó que su cuerpo había sido arrojado en un descampado de Ezeiza: Sepa el pueblo argentino que a las 14.20 fue ajusticiado el disfrazado número uno, Silvio Frondizi, traidor de traidores.... Según la autopsia, el cuerpo presentaba unos cincuenta balazos. Pero el ensañamiento continuó. Risieri, que estaba en Estados Unidos, volvió rápidamente al país para el sepelio de su hermano. Encabezó el cortejo hacia la Chacarita y fue de los primeros en encarar a la Policía cuando arremetió contra la columna fúnebre y secuestró los dos féretros, que finalmente debieron aguardar largas horas antes de su inhumación. Risieri hizo entonces valientes declaraciones a la prensa, responsabilizando por los incidentes a la Policía Federal que dirigía entonces el comisario Alberto Villar. Según la biografía apologética de Emilia Menotti, Arturo Frondizi, desoyendo amenazas sobre su integridad física, con gesto desafiante ante cualquier intento de profanar el cadáver vejado de su hermano, lo acompañó hasta el cementerio. Sin embargo, no hemos encontrado ninguna referencia a la presencia de Arturo Frondizi entre los numerosos medios de prensa que cubrieron el entierro. Sí, en cambio, está documentado el perdón que Arturo Frondizi concedió a las Fuerzas Armadas, e incluso a las fuerzas parapoliciales, cuando recibió en su propio domicilio a Norma López Rega: Sí, fue su padre el que mandó matar a mi hermano, pero yo lo perdono porque en mi corazón no guardo rencor ni deseos de venganza.

A VUELTA DE CORREO

Lealtades y divergencias

La nota Los Frondizi: Tres hermanos, tres destinos, de Horacio Tarcus, despertó una nutrida correspondencia. Aquí, el autor contesta.

La nota Tres hermanos, tres destinos, de mi autoría, publicada en Zona del 7 de marzo, viene siendo motivo de una serie de apreciaciones, ampliaciones de información y correcciones. Las cartas de los lectores Antonio Pereira, José A. Giménez Rébora (en su primera carta) y Nelson Juan Amarillo ponen de relieve el interés que se agita por detrás de algunos de los temas tratados en aquella nota. Permítaseme una breve referencia personal que puede ayudar a clarificar el debate. En 1996 publiqué una investigación que me demandó cerca de diez años: El marxismo olvidado en la Argentina. Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Trazaba allí sendas biografías intelectuales de estas dos figuras olvidadas de la vida cultural y política argentina, cerrando el libro con un epílogo sobre los últimos años de vida de Silvio Frondizi, donde relataba pormenores en torno de su actividad como defensor de presos políticos y gremiales, así como de las amenazas y los atentados que buscaban intimidarlo, de su secuestro y asesinato a manos de las Tres A y, finalmente, de su sepelio y del cortejo que quiso acompañar sus restos al cementario de la Chacarita, cuando irrumpieron las fuerzas policiales que comandaba el comisario Villar. Reproduje allí un registro fotográfico de estos últimos hechos que habla por sí solo.

El lector Nelson J. Amarillo, que reclama el testeo de los recuerdos personales con fuentes periodísticas, puede encontrar allí una reconstrucción escrupulosa.Sólo volví sobre una investigación que consideraba concluida a partir del feliz hallazgo de una decena de cartas cruzadas entre los hermanos Silvio, Arturo y Risieri Frondizi entre 1948 y 1949. Con la ayuda de mi buen amigo Raúl Herjo, después de una búsqueda detectivesca, dimos con la que había sido la casa de campo de Silvio Frondizi en Cabana, Unquillo, en la provincia de Córdoba, donde, sorprendentemente, se conservaban, después de 25 años, copias de estas cartas y algunos otros papeles que habían pertenecido al autor de La realidad argentina.Para enmarcar el texto de las cartas, en la nota en cuestión, decidí relatar la formación común de los más jóvenes de los hermanos Frondizi, así como distintos momentos en que sus destinos aparecen distanciados e incluso enfrentados.

El lector Giménez Rébora, que pone en cuestión la nota por su título y por su copete, sostiene -sobre la base de sus recuerdos personales- que ni las desavenencias ideológicas ni los dramáticos procesos vividos en nuestro país ni la vorágine política tuvieron la virtualidad de borrar algo tan profundo y humano como los lazos fraternales. Giménez Rébora, así como el lector Antonio Pereira una semana antes, ofrecieron su testimonio sobre el dolor de Arturo Frondizi ante el asesinato de su hermano, sus ojos cargados de lágrimas, su solidaridad con la viuda al hacerse cargo del expediente sucesorio, etc. De donde, concluye Giménez Rébora, hablar de tres destinos, esto es, de destinos enfrentados entre los tres hermanos, es confundir eslóganes políticos con investigación histórica. No logro entender cuál es el eslogan político al que se refiere este lector, pero quiero puntualizar los siguientes hechos. En mi nota, parto de la formación común de los hermanos Frondizi: el ambiente familiar (con aquel padre inmigrante, autodidacta y rabiosamente anticlerical), el colegio nacional Mariano Moreno, los estudios de Derecho, Historia y Filosofía, el Colegio Libre de Estudios Superiores, espacios donde se fue configurando esa concepción democrática radical, laicista y humanista que los caracterizó en los años 30 y 40. A partir de este tronco común, los caminos se bifurcan. Risieri será fiel a este ideario toda su vida, como lo mostró en su gestión como rector de la Universidad de Buenos Aires. Silvio radicaliza este legado en un sentido izquierdista, marxista. Arturo rompe con este legado familiar y juvenil, claramente en 1958, comenzando un giro político ideológico hacia la derecha que sólo interrumpió su muerte. En un país donde reina el temor por las palabras -en el que la derecha se autodenomina centro y la izquierda progresismo-, esto podrá parecer excesivo, pero no lo es. Ni siquiera es un juicio de valor, sino apenas la descripción de una trayectoria, que comienza con aquella célebre revisión de su política petrolera nacional o de su política educativa laicista, hasta su conversión al catolicismo, pasando por su apoyo político a los regímenes militares de 1966 y 1976, o incluso su solidaridad con Mohamed Alí Seineldín y los militares carapintada, por citar sólo algunos hitos de su vida.

Estas líneas cruzadas llevaron a los tres hermanos a agitadas polémicas públicas, que resumí en aquella nota. En ningún momento insinué que ellas hubiesen significado rupturas en los lazos fraternales, sino que incluso llamé la atención sobre sus lealtades más allá de la política. Todos los testimonios de los lectores Antonio Pereira y José A. Giménez Rébora acerca del dolor de Arturo Frondizi ante el asesinato de su hermano, muy interesantes en sí mismos, no invalidan la investigación de mi nota, que no se refería a los sentimientos subjetivos de estas figuras: yo mostraba allí el franco contraste entre actitudes públicas de Risieri y de Arturo. El primero acompañó no sólo los restos de su hermano en el velorio familiar, sino que participó en el cortejo, enfrentó a la policía del comisario Villar e hizo declaraciones públicas. Arturo, en cambio, muy lejos de aquella juvenil militancia en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, escogió el sepelio privado y el silencio público. Cuando habló del hecho, lo hizo muchos años después y fue para ofrecer su perdón a las Fuerzas Armadas, e inclusive a las fuerzas parapoliciales. Según su biógrafa oficial, Emilia Menotti, el ex presidente recibió en su casa de la calle Beruti a Norma López Rega y le manifestó: Sí, fue su padre el que mandó matar a mi hermano, pero yo lo perdono porque en mi corazón no guardo rencor ni deseos de veganza. Según este testimonio, la hija de José López Rega lloró.

Fuente: Clarín, 07/03/99

Una circunstancia excepcional y transitoria más, contribuyó a nutrir ilusiones sobre las posibilidades de progreso de la experiencia peronista. Nos referimos a la emergencia de una especie de interregno en el cual el imperialismo inglés vio disminuir su control de la Argentina, sin que se hubiera producido todavía el dominio definitivo y concreto del imperialismo norteamericano sobre el mundo y sobre nuestro país. Ello posibilitó cierto bonapartismo internacional —correlativo al que se practicó en el orden nacional—, y engendró en casi todas las corrientes políticas del país grandes ilusiones sobre las posibilidades de independencia económica y de revolución nacional.

La amplia base material de maniobras permitió al gobierno peronista, en primer lugar, planear y empezar a realizar una serie de tareas de desarrollo económico y de recuperación nacional, con todas las limitaciones inherentes a un intento de planificación en el ámbito capitalista. La estructura tradicional de la economía argentina no sufrió cambios esenciales; las raíces de su dependencia y de su deformación no fueron destruidas. Al agro no llegó la revolución, ni siquiera una tibia reforma. Fueron respetados los intereses imperialistas, a los cuales incluso se llamó a colaborar, a través de las empresas mixtas. Tampoco se hicieron costear las obras de desarrollo económico al gran capital nacional e imperialista. El Primer Plan Quinquenal, en la medida, que se realizó, fue financiado, ante todo, con los beneficios del comercio exterior. Por otra parte, a consecuencia de una serie de factores, aquella fuente primordial de recursos pronto se tornó insuficiente, y debió ser complementada con las manipulaciones presupuestarias y el inflacionismo abierto. A través de la inflación, los costos de la planificación económica peronista no tardaron en recaer también sobre la pequeña burguesía y el proletariado de las ciudades.

Pero durante su primer periodo de expansión y euforia, el peronismo tuvo también realizaciones en los distintos aspectos de la economía. En materia de transportes, se nacionalizaron los ferrocarriles y se incorporó nuevo material; la marina mercante argentina fue aumentada en sus efectivos y en el tonelaje total transportado. Hacia la misma época se fue dando gran impulso a la aviación, se completó la nacionalización de puertos, etcétera.

Otra realización recuperadora del peronismo en su periodo de auge ha sido la repatriación de la deuda pública externa. Se pretendió solucionar el problema de la energía en general y del petróleo en particular, pero sin atacar las cuestiones de fondo. Se tomaron una serie de medidas favorables a la industria y se apoyaron los rudimentos de una industria pesada estatizada, heredados del gobierno precedente, aumentando la participación estatal en la industria. La intervención directa del Estado en la industria tuvo una doble finalidad: tomar a su cargo tareas económicas necesarias que la endeble burguesía nacional no era capaz de realizar por sí sola y proporcionar a la burocracia bonapartista un nuevo resorte de poder y una importante fuente adicional de beneficios. La generosidad del crédito estatal fue otra de las formas de favorecer al capitalismo nativo-extranjero. El mantenimiento de un grado apreciable de paz social ha sido una de las contribuciones más importantes del Estado peronista a la prosperidad de la burguesía agroindustrial argentina durante el primer periodo de expansión. La propia prosperidad general fue factor fundamental en la atenuación transitoria de las luchas clasistas argentinas. A ello se agregó la acción del Estado, que por un lado promovía una política de altos salarios, a la vez que subsidiaba a las grandes empresas para evitar que éstas elevaran exageradamente sus precios, y por otra parte encerraba a los trabajadores en un flexible pero sólido y eficiente mecanismo de estatización sindical.

Este balance realizado —que es nuestra posición desde hace varios años— nos ha evitado caer en los dos tipos de errores cometidos respecto al peronismo: la idealización de sus posibilidades progresistas, magnificando sus conquistas y disimulando sus fracasos, y, por el otro lado, la crítica negativa v reaccionaria de la "oposición democrática", que, v.gr., tachó al peronismo de fascismo.

El resultado de tal balance es la entrega del capitalismo nacional al imperialismo, a través de su personero gubernamental, el peronismo. En efecto: transcurridos los primeros años de prosperidad, entró a jugar con toda fuerza el factor crítico fundamental de los países semicoloniales: el imperialismo. Este logró por diversos medios (dumping, relación de los términos de intercambio, etcétera) ir estrangulando paulatinamente a la burguesía nacional y su gobierno. Los diversos tratados celebrados con el imperialismo —verdaderamente lesivos para el país— culminaron el proceso de entrega. En fin, el balance de la experiencia nacional-burguesa del peronismo ha sido la crisis: estancamiento y retroceso de la industria, la caída de la ocupación industrial y de los salarios reales, el crónico déficit energético, la crisis de la economía agraria y del comercio exterior, la inflación, etcétera.

Yendo ahora a su aspecto político, el rasgo fundamental del peronismo estuvo dado por su aspiración de desarrollar y canalizar simultáneamente la creciente presión del proletariado en beneficio del grupo dirigente primero y de las clases explotadoras luego. De aquí que nosotros hayamos calificado al peronismo como bonapartismo, esto es, una forma intermedia, especialísima de ordenamiento político, aplicable a un momento en que la tensión social no hace necesario aún el empleo de la violencia, que mediante el control del aparato estatal tiende a conciliar las clases antagónicas a través de un gobierno de aparente equidistancia, pero siempre en beneficio de una de ellas, en nuestro caso la burguesía.

El capitalismo, frente a la irrupción de las masas populares en la vida política, y sin necesidad inmediata de barrer con la parodia democrática que la sustenta, trata de canalizar esas fuerzas populares. Para ello necesita favorecer, por lo menos al comienzo, a la clase obrera con medidas sociales, tales como aumento de salario, disminución de la jornada de trabajo, etcétera. Pero como estas medidas son tomadas, por definición, en un periodo de tensión económica, el gran capital no está en condiciones materiales y psicológicas de soportar el peso de su propia política. Lógico es, entonces, que lo haga incidir sobre la clase media, la que rápidamente pierde poder, pauperizándose. Con ello se agrega un nuevo factor al proceso de polarización de las fuerzas sociales.

La política de ayuda obrera referida se realiza, en realidad, en muy pequeña escala, si es que alguna vez se realiza, dándosele apariencia gigantesca por medio de supuestas medidas de todo orden.

Las consecuencias de este demagogismo son fácilmente previsibles: dislocan aún más el sistema capitalista, anarquizándolo y por lo tanto, acelerando su proceso crítico. Además, la política demagógica relaja la capacidad de trabajo de los obreros, lo que explica que cuando el capitalismo necesita readaptarlos para el trabajo intenso, tenga que emplear métodos compulsivos. Ésta es una nueva causa que explica el totalitarismo y una nueva demostración de que, en el actual periodo, el Estado Liberal carece tanto de posibilidad como de valor operativo.

El proceso demagógico presenta algunos resultados beneficiosos, particularmente en el orden social y político. Al apoyarse en el pueblo, desarrolla la conciencia de clase política del obrero. Creemos que el aspecto positivo fundamental del peronismo está dado por la incorporación de la masa a la vida política activa; en esta forma la liberó psicológicamente. En este sentido Perón cumplió el papel que Yrigoyen en relación a la clase media. Hizo partícipe al obrero, aunque a distancia, en la vida pública, haciéndole escuchar a través de la palabra oficial el planteamiento de los problemas políticos de fondo, tanto nacionales como internacionales.

Estos aspectos representados por el peronismo fueron los que lo volvieron peligroso a los ojos del gran capital De aquí que nosotros hayamos dicho en el primer tomo de La realidad argentina, escrito en 1953, que Estados Unidos "necesita un gobierno de personalidades más formales" que las peronistas, permitiéndonos predecir "que llegado este momento (de profundas convulsiones sociales) el general Perón, instrumento del sistema capitalista en una etapa de su evolución, será desplazado".

La pérdida de la base material de maniobra del país y del peronismo restó a éste la posibilidad de continuar con su política, y fue la que condujo, en última instancia, a su caída.

La acusación de fascismo lanzada contra el régimen peronista carece de tanto fundamento como la posición que consideró a éste un movimiento de liberación nacional. Para demostrar que el mismo fue bonapartista y no fascista, será suficiente con indicar que se apoyó en las clases extremas, gran capital y proletariado, mientras la pequeña burguesía y en general la clase media, sufrió el impacto económico-social de la acción gubernamental.

Por el contrario, en el fascismo, la fuerza social de choque del gran capital, está constituida por la pequeña burguesía. Esta circunstancia explica que las persecuciones contra el proletariado bajo el régimen fascista, encierren tanta gravedad, ya que la acción represiva está a cargo de toda una clase. Es necesario distinguir entre dictadura clasista y dictadura policial.

La torpe y reaccionaria acusación de fascismo, partió de la Unión Democrática, de triste recuerdo. Las fuerzas más oscuras de la política argentina, coaligadas en la Unión Democrática, en la que no faltó el apéndice izquierdista, no quisieron o no supieron comprender en su hora toda la importancia del nuevo fenómeno representado por el peronismo, y de su desprestigio e incapacidad cosechó éste para conquistar el poder. Así, nosotros pudimos predecir el triunfo del coronel Perón, en nuestro trabajo "La crisis política argentina".

El gran odio que le profesó la "oposición democrática" se debió a que su régimen destapó la olla podrida de la sociedad burguesa, mostrándola tal cual es. La juridicidad burguesa y la sacrosanta Constitución Nacional perdieron su virginidad poniendo al descubierto su carácter de servidoras de una situación. Se destruyó la unidad del ejército y se colaboró en la descomposición de los partidos políticos, etcétera. En efecto, no fueron los rasgos negativos del peronismo los que verdaderamente separaban a la "oposición democrática", como se ha visto después: el aventurerismo y la corrupción política, administrativa, etcétera, la "pornocracia"; la estatización y burocratización del movimiento obrero; la legislación represiva, hoy en vigor con más fuerza que nunca, etcétera. Asimismo, con la caída de Perón no se trató de corregir esos defectos, sino terminar con los excesos, de su demagogismo, demasiado peligroso ya en un periodo de contracción económica. El golpe de Estado de !955 cumple ese objetivo del gran capital nativo-extranjero [...]

Creemos que en Latinoamérica están dadas las condiciones para una revolución socialista, pero nos faltan todavía algunas condiciones subjetivas. Claro está que el análisis de esta situación significa resolver el grave problema —tal vez el más grave que enfrenta la revolución socialista en el mundo— sobre las relaciones entre masa, partido y dirección.

El M. I. Revolucionaria (Praxis) ha enfrentado y buscado solucionar estos problemas, mediante la formación de cuadros medios obreros, manuales e intelectuales, que puedan llegar a ser grandes conductores sociales. En esta forma, si algún día llega —como llegará— el ascenso revolucionario en el país, no se irá al fracaso, tal como sucedió en Bolivia por ejemplo, en el que las condiciones objetivas están maduras y poco o nada se hizo por la ausencia de una dirección numerosa y consciente.

El primer requisito de una dirección consciente reside en la firme creencia en la jerarquía de la masa obrera y en la necesidad de acatar los dictados de la magnífica capacidad creadora de las masas populares.

Debemos ahora dedicar la atención a los elementos de las otras clases que pueden integrarse con el proletariado en la lucha por la liberación del hombre. Ante todo, corresponde el estudio de la pequeña burguesía pauperizada.

Esta sufre directamente las consecuencias de la concentración económica monopolista. La situación de esta subclase debe ser tenida especialmente en cuenta, por cuanto su posición intermedia la hace apta para cualquier desplazamiento social. Es necesario hacerle comprender que su porvenir está ligado a los intereses del proletariado, que puede liberarla de la opresión económica y social que sufre.

Junto a los elementos sociales examinados, debemos tener en cuenta también a sectores o individuos de la intelectualidad, que han esclarecido el problema social y se pasan al campo revolucionario.

La toma del poder por el proletariado con la colaboración de los demás elementos sociales tratados, produce un salto cualitativo. Aunque esta opinión es suficientemente clara, no siempre es bien comprendida, por la deformación social, intelectual y moral realizada a través de toda suerte de propaganda que empieza en la escuela primaria y acompaña al individuo durante toda su vida. De aquí que, cuando se piensa sobre las posibilidades y consecuencias de un cambio social, se lo hace dentro de los viejos moldes mentales y de acuerdo a las acostumbradas posibilidades. Y no es así: la toma del poder por el proletariado produce un salto cualitativo que abre inmensas posibilidades, no dadas en la formación anterior.

La clase obrera puede realizar dicha transformación gracias a su mayor independencia frente a la deformación producida por la sociedad capitalista. Por otra parte, el proletariado, al no compartir ciertas ventajas de la sociedad burguesa, tiene la suerte de no compartir muchas de sus deformaciones; tal es el caso de los convencionalismos sociales, que por ejemplo, aplastan la vida de la pequeña burguesía.

Debemos indicar un elemento más: la tremenda y creciente alienación sufrida por los trabajadores bajo el capitalismo, crea en ellos una legítima y a menudo inconsciente resistencia a todo posible esfuerzo productivo o creador, aun cuando ello implique mejoras inmediatas.

La transición a la nueva sociedad socialista encierra un problema importante, porque es evidente que en el país no se han cumplido todos los aspectos de la revolución democrático-burguesa. Establecida esta conclusión, y la de que la burguesía ha caducado como fuerza capaz de realizarla y que es el proletariado como fuerza rectora el que debe encargarse esta misión, el problema se resuelve pensando que ya no se trata de realizar la revolución democrático-burguesa como etapa cerrada en sí misma, como fin, sino de realizar tareas democrático-burguesas en la marcha de la revolución socialista.

Entre esas tareas inmediatas figura: la lucha contra el imperialismo, que sólo puede ser realizada por un partido marxista revolucionario que se fundamente en las masas. Además, será necesario resolver los graves problemas que impiden el desarrollo industrial y agrario del país. En el primer aspecto, deberán colocarse las grandes fuentes de producción en manos de la colectividad, dando en esta forma poderoso impulso a la acumulación económica. En el otro aspecto, el agrario, las fuerzas socialistas deberán realizar, no ya un paso o un salto adelante, sino la revolución agraria integral, cuya primera manifestación es la nacionalización de los latifundios. Esta nacionalización deberá realizarse, no para distribuirlos en forma de pequeña propiedad, sino para ser colectivizados, medida que permitirá, entre muchas otras cosas, el empleo masivo de la maquinaria agrícola.

Por supuesto, para la realización de tales tareas se requiere un cambio cualitativo en el aparato estatal. Éste no podrá estar en manos de un sector privilegiado de la sociedad, sino en manos de la colectividad social como tal; en otras palabras, implica el cambio del Estado por la Comunidad.

"Sepa el pueblo que hoy a las 14:20 fue ejecutado el disfrazado número 1, Silvio Frondizi, traidor de traidores."

Silvio Frondizi fue asesinado el viernes 27 de septiembre de 1974 junto a su yerno Luis Mendiburu. Más tarde se difundió un comunicado de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), quien se atribuyó el crimen, señalando que su cuerpo se encontraba en un descampado de la zona de Ezeiza. Su hijo Diego Ruy Frondizi, había sido abatido en un enfrentamiento en la localidad de Tigre, en marzo de 1971, y pertenecía a las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas).

Solamente una organización socialista podrá resolver el problema de la libertad de conciencia, separando efectivamente la Iglesia del Estado, impidiendo que los intereses confesionales se entrometan, como lo pretenden, en los problemas político-sociales, en una tentativa de imposible regresión a la Edad Media.

En fin, la organización socialista de la sociedad es la única que puede asegurar al hombre su libertad, que no ha podido ser dada por los partidos tradicionales, ni al país ni a sus propias organizaciones. Para ello la nueva fuerza tendrá que asegurar al hombre la libertad política y espiritual.

Pero la revolución socialista tiene un sentido más, que es su internacionalización. Esto es importante porque distintas tendencias de izquierda propugnan aparentemente lo mismo, pero en realidad con un contenido y resultado totalmente distintos.

En efecto, los representantes de las corrientes pequeño burguesas, ya sea en el campo burgués o en el marxista, sostienen también la tesis de la integración latinoamericana. El problema se circunscribe a saber si tal tarea puede ser realizada por las burguesías nacionales o por el contrario es tarea que cabe exclusivamente a las fuerzas que actúan en la revolución socialista. Sostenemos la última alternativa, dado que: desde el punto de vista general, las burguesías nacionales son, por definición, nacionales, y han nacido, vivirán y morirán como tales. Y esto es tanto más válido en nuestra época, en que las burguesías, para poder sobrevivir, deben luchar a dentelladas entre ellas. A esta acción disociadora debe agregarse la función disolvente del imperialismo, creando o avivando antagonismos. Además de lo dicho, podría agregarse el aspecto histórico, es decir, la no realización de ninguna unidad internacional en manos de la burguesía, dado su carácter fundamentalmente competitivo.

La única posibilidad de realizar la unidad latinoamericana está dada por la toma del poder por las fuerzas socialistas. Solamente una clase libre de los intereses nacionales e internacionales que envuelven a la burguesía, puede realizar tal tarea. Tanta importancia asignamos a la internacionalización de la revolución para la supervivencia de un intento de socialismo en cualquier país latinoamericano, que creemos que debe ser una de las tareas centrales de toda revolución. Buena parte de sus energías y recursos debe ser destinada a esta finalidad. Los recursos que las burguesías nacionales y sus Estados sustraen a la comunidad y despilfarran sin sentido, deben ser destinados por la primera revolución socialista para la extensión y el triunfo revolucionario en los demás países latinoamericanos.

No es posible indicar dónde o en qué país se iniciará la lucha, pero es evidente que esta lucha ha de comenzar pronto. En cualquier forma nuestro país tiene una tarea importante y decisiva que cumplir: la consolidación de la revolución socialista latinoamericana se producirá, en efecto, con la revolución argentina. Esto será así, por el poderoso desarrollo relativo y él consiguiente peso específico que hemos adquirido en todos los órdenes de la actividad económica, ideológica, etcétera. En este orden de ideas, piénsese solamente en lo que significarán las vastas praderas argentinas, junto con las zonas montañosas ricas en yacimientos minerales de Brasil, Chile, Bolivia, Perú, etcétera, y se tendrá una idea de las enormes posibilidades que tiene esta parte del mundo para realizar una integración de carácter económico. Y decimos integración, porque, al quedar suprimida la competencia, tiende a ir dejando de funcionar la ley del desarrollo combinado.

Dicha integración económica centuplicará las fuerzas originales de los países que la realizarán. Por otra parte, todo nuevo país que se va sumando a! proceso revolucionario asesta un golpe mortal al imperialismo desde varios puntos de vista. Lo obliga a dividir los recursos financieros y militares disponibles para la represión internacional. Le reduce el mercado para la producción e inversión, agudizando sus contradicciones sociales y políticas internas al restarle las bases materiales para el equilibrio relativo que varios imperialismos han gozado, en distinto grado durante décadas.

Tal es, a grandes rasgos, la perspectiva estratégica determinante de la enorme tarea que se ha impuesto el MIR (Praxis), a la que ha dado principio de ejecución mediante un trabajo práctico y teórico incansable. Creemos que es hora ya de que la izquierda, abandonando viejas rivalidades y falsas posiciones, se decida a formar por fin, un gran frente para librar la batalla definitiva contra la opresión capitalista.

Si las viejas direcciones, que durante décadas han marchado separadas del proletariado argentino, insisten en optar, no entre los movimientos de izquierda, sino entre las distintas fracciones de la burguesía, llámense éstas Unión Democrática, peronismo o frondizismo, serán entonces sus propias bases las que les den la espalda, cansadas de seguir dando vuelta a una noria que no conduce a ninguna parte. El dilema de la hora es bien claro: o socialismo revolucionario o dictadura burguesa. Que cada uno elija su lugar en la lucha.

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Silvio* Por Román Frondizi septiembre 28, 2014 Tontos y Sabios 6 comentarios

  • Discurso pronunciado en la Biblioteca Nacional el 24 de septiembre de 2014 en ocasión del homenaje rendido a Silvio Frondizi. Román es sobrino de Silvio, hijo del hermano Ricardo Amedeo

Buenas tardes, señoras y señores. Por mi propio derecho, y por la representación de los Frondizi que residimos en nuestro país, y también de los Frondizi de la diáspora, provocada por la violencia política argentina, que nos acompañan desde Roma, París, New York y Río de Janeiro, agradezco vivamente al Director de la BN, Lic. Horacio González, la realización de este acto cuando están por cumplirse cuarenta años de aquel vil crimen político que acabó con la vida de Silvio. Agradezco, en el mismo carácter, al Lic. Ezequiel Grimson, al Dr.Daniel Campione, y a la Sra. Vera de la Fuente quien ha cumplido un magnífico trabajo en la organización y digitalización del Archivo Silvio Frondizi de la BN, y, en fin, a todos aquellos que de un modo u otro han hecho posible este acto. Es un acto de homenaje a un argentino ilustre, dirigido también a refrescar la memoria histórica – nunca a revivir enfrentamientos- para que los hechos de un período trágico del tiempo argentino no se repitan nunca más, como bien dijera nuestro terrible y querido Ernesto Sábato. El tiempo es tirano y no me permitirá referirme sino a algunos temas de la vida y la obra intelectual y política de Silvio, que hacen al desarrollo de su personalidad y a sus ideas. Debo empezar por recordar, es obligación moral ineludible, que el 27 de setiembre de 1974 Silvio Frondizi fue arrancado de su hogar, secuestrado, asesinado, y arrojado su cadáver en los bosques de Ezeiza. Su yerno, ing. Luis Mendiburu, fue ultimado en la puerta del edificio donde vivía Silvio al reclamar por su secuestro. En las primeras horas de la noche fuimos a reconocerlo a un lóbrego destacamento policial de Ezeiza, Arturo y Risieri Frondizi, mi hermano Marcelo y yo, acompañados por diputados del MID entre los que recuerdo en este momento a Osvaldo Posse, y otros amigos. Acribillado a balazos, se habían ensañado con su cabeza. Era la imagen de la barbarie criminal de un régimen contra las ideas, porque Silvio nunca esgrimió más armas que sus ideas. El comando de asesinos que lo mató pertenecía a la banda terrorista de Estado Triple A, querida, organizada, armada y financiada durante el tercer gobierno del General Perón por la mano de su secretario privado y Ministro de Seguridad Social José López Rega, quien reclutó a sus integrantes –algunos de los cuales formaron parte de la custodia del entonces Presidente- entre la hez de la Policía Federal y del crimen. Su impunidad estuvo y está garantizada -al extremo que sus principales integrantes, aún si finalmente detenidos algunos de ellos, ni siquiera fueron indagados esperando que fallecieran, como efectivamente terminó ocurriendo hace poco tiempo. Esta banda asesina se originó cuando el General Perón, furioso por el asesinato de José Rucci, propuso la infausta idea de tener un Somatén, repicando la que le había trasmitido el coronel franquista Enrique Herrera Marín según la experiencia de la guerra civil española -suerte de cuerpo armado del siglo XI no perteneciente al Ejército que se reunía a toque de campana para perseguir al enemigo- utilizado por José Antonio Primo de Rivera en el golpe de estado de 1923 y aplicado luego, como he dicho, en la guerra civil española. Fue el diseño de la Triple A. La Triple A no solo asesinó a Silvio Frondizi sino a más de 900 personas durante los gobiernos del General Perón y de su esposa y sucesora Isabel Perón, entre ellas a sacerdotes, legisladores, abogados, dirigentes políticos y sindicales, y atacó con explosivos, asaltó e incendió estudios jurídicos, locales partidarios, sindicatos, diarios y revistas políticos. Hoy, los hijos, nietos y sobrinos de SIlvio, yo, nosotros, recordamos al intelectual, al profesor universitario, al abogado y doctor en jurisprudencia valiente defensor de los presos políticos, al ciudadano que luchó limpiamente por sus ideales. Y recordamos también al ser humano excepcional, generoso, afectuoso, solidario, al padre y al tío amadísimo que estaba siempre disponible para acompañarnos en las más diversas circunstancias de nuestras vidas: -en las fiestas familiares, en los momentos de alegría y de esperanza, en los de tristeza, peligro, o duda, -en la consulta acerca de la bibliografía más apropiada para profundizar nuestros estudios de materias de la carrera o de aspectos de la filosofía política o de la realidad nacional, -en las interminables conversaciones y discusiones veraniegas acerca del tema recurrente del “proceso histórico” en su grande y bella casa-quinta en Unquillo, Córdoba que se prolongaban hasta que, como decía el poeta, oscuras se ponen las azules sierras. Tantas veces partimos de allí en largas cabalgatas que él encabezaba con su habitual elegancia, vestido de todo punto con sus breeches blancos, sus botas de montar de caña alta con espolines, fusta y sombrero –las mujeres de la comitiva vestían jospurs- montado en un brioso colorado malacara, y de las que formábamos parte, entre otros, Virginia Frondizi mi tia, filósofa y docente, Susana mi hermana con Santiago Bullrich su marido, Elena Frondizi mi prima hija de Arturo, Paco Delich, Guillermina del Campo, Alberto Ciria, Horacio Sanguinetti, Marcos Kaplan, Loly mi mujer, otros amigos y yo. Uno de los recuerdos de mis vacaciones de chico en la quinta de Silvio es el de la misa dominical en la Iglesia de Unquillo, de un estilo gótico rarísimo para las sierras cordobesas. Los domingos, todos a misa de once. Además de Papá y Silvio, los hombres amigos de casa, conocidos librepensadores, radicales, socialistas o de reputada orientación de izquierda -entre ellos Florentino Sanguinetti, Saúl Taborda, Tomás de Villafañe Lastra, Lino Eneas Spilimbergo, Aldo Tecco, José Vicente Dopacio- acompañaban hasta el atrio a sus esposas, madres, hijas o hermanas que entraban a la iglesia para asistir a misa y nos llevaban a los chicos sin chistar. Los señores desaparecían, con gran intriga de mi parte. Un domingo del verano de 1945/46 decidí escabullirme por una puerta lateral y averiguar qué hacían mi padre, Silvio y sus amigos mientras se oficiaba la misa, que duraba una hora. Así lo hice y descubrí que paseaban caminando despacio, platicando, por la plaza Alem –que se desarrolla en ligera pendiente desde la Iglesia hasta la calle principal-, a veces tomados del brazo, deteniéndose y apoyando con gestos y movimientos de cabeza sus argumentos. Corrí a su encuentro y pregunté: – “Qué hacen?”. Rápido, Florentino Sanguinetti me respondió mirándome fijo y dejándome sumido en la mayor perplejidad:-“Estamos haciendo un poco de peripatetismo!” La natural ignorancia de la cultura clásica propia de mis pocos años no me daba para saber de qué se trataba. Y así seguían hasta que, ita missa est, volvían a buscar a sus mujeres. Muchos años después, en 1976, tras el asesinato de Silvio e incansable insistencia mía, su esposa Pura Sánchez Campos y sus hijos, Isabel SIlvia y Julio Horacio, se radicaron en Roma, donde yo me había exiliado con mi familia en noviembre de 1974, y donde viví y trabajé en mi profesión hasta 1989. Por suerte me hizo caso. Eso le ahorró, a ella y asus hijos, el enorme disgusto –y peligro- de presenciar el allanamiento y secuestro de su propia casa por efectivos del Primer Cuerpo de Ejército, que sellaron la vivienda con todo lo que había adentro. Años después Arturo logró recuperar la casa y su contenido. Vendió la casa y con ese dinero compramos con mi mujer un departamento decoroso para la tía Pura en Roma. Los libros y el archivo de Silvio los llevó Arturo al CEN, y desde allí emigraron, casi todos, a la BN donde se encuentran, por donación que hizo el propio CEn tras el fallecimiento de Arturo. En aquel tiempo, también tras gran prédica de mi parte y el sabio consejo de ese gran psicoanalista que fue Fernando Ulloa, casi in extremis, se nos sumó Marcelo mi hermano quien finalmente recaló en Madrid. La viuda de Silvio, tía Pura, de antigua familia católica y demócrata de Córdoba, vivía en el barrio de Ponte Milvio, el puente más antiguo de Roma, y, religiosa como siempre, no faltaba a la misa de once precisamente en la Iglesia del mismo nombre. En más de una ocasión la acompañé con tanto afecto. En el mismo barrio vivía con su esposa aquel extraordinario dirigente político y gran secretario del Partido Comunista Italiano que se llamó Enrico Berlinguer; con frecuencia lo encontrábamos acompañando a su mujer hasta el atrio a la misma misa. Cuando lo veía, la tía Pura me apretaba el brazo y me decía, mezclando intencionadamente el español y el italiano con su tonada cordobesa: -Ve mocito, ahí va il compagno Berlingüer, haciendo lo mismo que hacía Silvio conmigo… Yo sonreía, pero admiraba –y admiro- la sabiduría que la experiencia de una historia milenaria y también la de la Resistencia antifascista y la de la Reconstrucción Democrática, incorporaron a la vida del pueblo italiano, que no confunde a la religión –que atañe a la conciencia de cada ser humano- con la política -que hace a la vida cívica de la comunidad. Y también me reconfortaba la idea de que entre los míos, que nacimos y nos criamos del otro lado del Océano, primaran esos valores. Esta amplitud espiritual, este respeto por el otro, esta generosidad del alma que tuvo siempre que ver con su sentido de la dignidad personal, del deber moral y con su visión del hombre como centro y fin de la vida y de la historia, que caracterizó a Silvio -y a todos sus hermanos- no nació como un hongo debajo de un pino después de una lluvia. El la cultivó a lo largo de su vida, pero tiene su raíz en el ejemplo de sus padres y en la existencia cotidiana de la familia que ellos, don Julio Frondizi y doña Isabel Ercoli, mis abuelos, fundaron en Italia en 1886 y desarrollaron en tierra argentina. Autodidacta, lector infatigable, don Julio era republicano, liberal, ateo, formado en las ideas de Giuseppe Mazzini, aquel ilustre hombre público, patriota y pensador italiano de inspiración kantiana. Fue un hombre del Risorgimento, que detestaba la monarquía y las dictaduras, así como las supersticiones y las debilidades. No obstante sus fuertes convicciones -o quizá precisamente por ello- era muy respetuoso de las ideas y creencias de los demás, empezando por la sentida religiosidad de su devotísima mujer. Ya en Argentina, don Julio constituyó la Societá Italiana Giulio Frondizi, destinada a las obras civiles, y firmó contrato con la sociedad del Ferrocarril del Nordeste Argentino, de capitales preponderantemente británicos, para la construcción de la vía férrea desde Concordia hasta Posadas. Se instaló en Paso de los Libres, en aquel entonces una pequeña ciudad de geométrico aspecto, recostada sobre el río Uruguay, que quedaba sobre el trazado de la línea ferroviaria en una posición central, y desde allí llevó adelante diversas actividades. Pero, sobre todo, construyó la línea férroviaria, realizando las obras de arte y las estaciones, levantando los terraplenes y tendiendo las vías, tarea enorme ejecutada en quince años con la colaboración de algunos connacionales de confianza y de gran cantidad de abnegado personal correntino, que supo conducir con comprensión y autoridad. Atesoro celosamente algunas maravillosas fotografías del desarrollo de las obras, y de reuniones y almuerzos en el campamento de punta de riel con los directivos ingleses de la compañía, en las que aparecen Silvio y algunos de sus hermanos. Precisamente en Paso de los Libres, nació Silvio el 1° de enero de 1907 y allí se crió hasta que fue a cursar el bachillerato al histórico Colegio Nacional de Concepción del Uruguay fundado por Urquiza. La vida en el hábitat correntino, de grandes espacios y ríos inmensos que cantan incesantes su eterna acuática sonata, lleno de verde, de aves, cuyos yaguaretés, aguaráes y gatos onza de ojos amarillos que brillaban como chispas en la noche atemorizando al vecindario, según me contaba Ricardo mi padre, y el trato con los trabajadores correntinos, ásperos y sensibles, fueron sin duda el ambiente ideal para el desarrollo del sentido natural de la libertad que tan fuerte arraigó en Silvio, quien luego supo educarlo a través de la lectura, del estudio y de la reflexión, espaciando de Dante a Macchiavelli, de Locke a Rousseau, a Marx. He tenido la fortuna de tratar intensamente no solo, es obvio, a mi padre, sino a mis abuelos y a todos mis tíos y tías, a lo largo de las distintas etapas de mi vida. Así, cuando chico, presenciar e ir participando de a poco en las frecuentes reuniones familiares, muchas de ellas en casa de mis padres, fue para mí y mis hermanos, una vigor temprana escuela de pluralismo y de valoración del prójimo, y de veneración por las ideas y la cultura, valores privilegiados por aquella generación de los Frondizi, cada uno de los cuales pensaba con su propia cabeza y adscribía a diversas orientaciones filosóficas. Y que nadie se equivoque: las diferencias en las ideas filosóficas y políticas, aún bien marcadas, y los enfrentamientos políticos aún públicos, no afectaron una relación fraternal muy fuerte, que se manifestó con valor renovado y práctico en las adversidades que a cada uno le tocó atravesar en la vida. Esta, es otra lección que la generación siguiente, la mia, ha incorporado a su propio bagaje moral. Yo escuchaba en respetuoso silencio, los diálogos y las discusiones, a veces apasionadas, entre mi padre y sus hermanos acerca de temas de filosofía, literatura, historia, política y ciencia. Al crecer, el trato afectuoso y ameno con cada uno me permitió no solamente beneficiar mi propia cultura e ir terciando en las conversaciones con cierto atrevimiento, sino, sobre todo, desarrollar el pensamiento crítico, instrumento fundamental para adquirir con autonomía intelectual el verdadero conocimiento. De esto les estaré eternamente agradecido a todos, pero especialmente a Silvio y a mi padre, un hombre de vastísima cultura, de aquella que se usaba llamar cultura humanista, profesor, políglota y, al mismo tiempo, espíritu rebelde e inconformista. Aquel fue el ambiente en el que se desarrolló la personalidad de Silvio, quien completó su bachillerato, iniciado como ya dije en el histórico Colegio de Uruguay, en el Colegio Nacional Mariano Moreno, en Buenos Aires. Se recibió de Profesor en Historia en el entonces prestigiosísimo Instituto Superior del Profesorado, en el que se graduaron también mis padres, y de Abogado y de Doctor en Jurisprudencia en la Facultad de Derecho de la UNBA. Conservo en mi biblioteca particular uno de los originales de su premiada tesis doctoral sobre “Introducción al Pensamiento Político de John Locke”. Muy joven fue designado Profesor Titular en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Tucumán, en la cual enseñó junto con su hermano Risieri. Ellos llevaron a Tucumán a ilustres hombres de la cultura europea exiliados en Argentina como Manuel García Morente, Rodolfo Mondolfo y Renato Treves. En 1943 todas las Universidades fueron intervenidas por la dictadura surgida del golpe de estado del 4 de junio, de cuyo gobierno era miembro conspicuo el entonces coronel Perón, cabecilla de la logia militar que lo organizó, el famoso G.O.U. Silvio -y Risieri- fueron separados de sus cátedras. Todos los rectores y decanos de las Universidades Nacionales fueron encarcelados en la Penitenciaría Nacional y en Villa Devoto. También fue intervenida la provincia de Tucumán. El interventor Alberto Baldrich era un destacado exponente del sector nacionalista más abiertamente pronazi, igual que los miembros de su equipo, los que descollaba Adolfo Silenzi di Stagni. Disolvieron los partidos políticos, persiguieron al sindicalismo, clausuraron diarios, encarcelaron periodistas y censuraron el contenido de los artículos de la prensa. En 1944, durante la Presidencia del Gral. Farrell y con el Cnel. Perón Secretario de Trabajo, después Ministro de Guerra y Vicepresidente, Baldrich y Silenzi pasaron a ser Ministro y Subsecretario de Instrucción Pública de la Nación, respectivamente. Cuando Argentina declaró la guerra a Alemania y Japón el 27 de marzo de 1945, la brillante troupe nazistoide que habían llevado a Tucumán Baldrich y Silenzi izó la bandera nacional a media asta. Cuando las Universidades volvieron a su quicio por orden de la Justicia Federal, Silvio fue repuesto en sus cátedras. Pero poco después, en 1946, el primer gobierno de Perón volvió a intervenir todas las Universidades y Silvio y todos los profesores reincorporados, reconocidos antinazis que habían firmado durante el régimen militar una declaración reclamando la vigencia de las libertades democráticas, fueron nuevamente cesanteados. Las cátedras, igual que la Justicia Federal, fueron llenadas con gente de los sectores clericales y nazionalistas. Desde entonces y hasta 1947 enseñó en BA en el benemérito Colegio Libre de Estudios Superiores. De estas lecciones surgieron la Asociación Democrática Independiente primero y luego el Grupo Praxis que tuvo notable influencia en la corriente de nueva izquierda en el país. Derrocado Perón, y restablecido el orden constitucional, Silvio volvió, por concurso, a la cátedra universitaria. Fue profesor titular de Derecho Político en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNLP; fueron sus adjuntos Carlos Fayt y a Héctor Orlandi que luego honrarían a la magistratura federal. Profesor titular de Instituciones de Derecho Público en la Facultad de Ciencias Económicas, y de Sociología Argentina en la cátedra libre de la Facultad de Filosofía, ambas de la UNBA. Fue un defensor muy valiente de presos políticos. Su primer defensa fue la de su hermano Arturo, detenido el 8 de mayo de 1931 al resistirse a una carga de la policía montada que trataba de disolver una manifestación contra la dictadura del Gral. Uriburu en Diagonal y Florida. Cuando Silvio se presentó como abogado defensor de su hermano, la autoridad policial interviniente le respondió que se encontraba a disposición del gobierno provisional. Silvio replicó: “- Vea, yo soy abogado, he estudiado derecho constitucional y sé que hay un gobierno nacional, un gobierno provincial y un gobierno municipal. Pero nunca supe que hubiera un gobierno provisional”. En ese momento no lo detuvieron, pero cuando presentó, enseguida, un hábeas corpus a favor de Arturo, fue preso él también. Defendido y defensor terminaron presos juntos en la Penitenciaría de la calle Las Heras, siniestro reducto de torturadores enclavado en pleno corazón de BA, que Arturo hizo demoler cuando fue Presidente. En ese predio tenemos un gran parque y el Lengüitas. Qué lindo cambio! Después, y por décadas, fueron innumerables sus defensas de los perseguidos políticos, sin mirar la pertenencia partidaria de sus defendidos. En 1948, en ´pleno gobierno del General Perón, sacó de la Sección Especial de la Policia Federal, ese antro de tortura de la calle Urquiza, a un joven aviador militar peruano desterrado, Ricardo Napurí, quien devino su discípulo dilecto y que hablará acá esta noche. Y en 1949 y años subsiguientes defendió, entre otros, a los trabajadores miembros de la Unión Eslava Argentina, y a numerosos trabajadores extranjeros a quienes se quiso expulsar del país por aplicación de la odiosa ley de Residencia 4144, que recién habría de ser derogada en 1958 a raíz de uno de los primeros proyectos de ley del Poder Ejecutivo firmados por el Presidente Frondizi. Entre tantas cosas, en 1971 fue letrado patrocinante, junto con Sergio Karacachoff, Horacio Isaurralde y yo mismo, en la querella contra los policías que asesinaron en el Rincón de Milberg a mi hermano Diego, y a Manuel Belloni hijo de esa bella y querible mujer que fue Lily Mazzaferro. Y cuántas, cuántas defensas más, hasta llegar a la de los presos por la tentativa, totalmente fracasada, del asalto al Regimiento 17 de Infantería Aerotrasportada de Catamarca el 9 de agosto de 1974. Qué abogado, sino Silvio, para quien el ministerio de la defensa era sagrado porque no toleraba la indefensión del ser humano ante el poder, se habría atrevido a defender a esos presos que no tenían defensa! Silvio denunció en conferencia de prensa que 14 hombres involucrados en el fracasado operativo habían sido masacrados tras haberse rendido manos en alto. Recientemente, el TOPF de Catamarca tuvo por acreditados los hechos denunciados en aquel entonces por Silvio, y condenó a prisión perpetua a los oficiales responsables de ellos, acusados de homicidio calificado agravado por alevosía y por concurso de dos o más personas, en 14 hechos. En 1999, el Dr. Victor Samuel de la Vega Madueño, fiscal federal que intervino en aquella causa por la tentativa de asalto, quien presenció el hecho, me relató conmovido por el recuerdo, que cuando Silvio requirió ver a sus defendidos se le ordenó desnudarse para ser revisado. Respuesta: -“Soy el Dr. Silvio Frondizi y no me desnudo. Permítame pasar”. Tras titubear un instante, el oficial del Ejército a cargo dijo: -“Pase doctor”. Un mes y medio después fue asesinado por la Triple A. En cuanto a las ideas de Silvio, lo mejor es que quien se interese por ellas lea sus obras. He podido armonizar propósitos y personas con el feliz resultado de que, por fin, acaban de reeditarse varias de ellas por el sello de una prestigiosa editorial porteña. Otras se reeditarán próximamente por la editorial de la BN. Por mi parte haré tan solo tres breves comentarios. En primer lugar, destaco su caracterización del peronismo. En 1946 publica “La crisis política argentina, ensayo de interpretación ideológica”, obra en la que observa que es erróneo definir al peronismo como fascismo. Señala que éste representó al gran capital italiano y tuvo a la pequeña burguesía como fuerza de choque. En cambio, el peronismo expresó políticamente una alianza entre los trabajadores, la burguesía industrial, la Iglesia y el Ejército, promovida, contenida y arbitrada por el Gobierno que encabezaba el propio Perón. Reunía, entonces, los rasgos propios de un bonapartismo. Tanto es así que cuando en 1955 falló el Ejército, el gobierno peronista se desplomó instantáneamente y su líder terminó refugiado en una cañonera paraguaya surta en el puerto de Buenos Aires para ser objeto de reparaciones. Silvio Frondizi señaló cómo Perón, con notable sagacidad y gran intuición, advirtió el fenómeno de la irrupción en la vida social argentina de una clase trabajadora que había modificado su composición como consecuencia del desarrollo industrial producido por la guerra y por las migraciones internas, y supo capitalizarlo a favor de su estrategia de poder. Mientras, los políticos de los partidos tradicionales, incluyendo al Partido Socialista y al Partido Comunista, estaban pendientes del desenlace de la Segunda Guerra Mundial que definía el futuro de la humanidad, y desatentos a los cambios sociales en Argentina producidos en gran parte por esa misma guerra. Esta caracterización del peronismo la fundó en el examen objetivo de los hechos sociales, corroborado por los conceptos del propio Perón. Nada más ilustrativo en este último sentido, que la conferencia dada por Perón en la Bolsa de Comercio de Bs.As. el 25 de agosto de 1944, en la que, entre otras cosas, dijo: “Señores capitalistas: no se asusten de mi sindicalismo; nunca mejor que ahora estará seguro el capitalismo…Las masas obreras que no han sido organizadas presentan un panorama peligroso, porque la masa más peligrosa es, sin duda, la inorgánica. La experiencia moderna demuestra que las masas obreras mejor organizadas son, sin duda, las que pueden ser dirigidas y mejor conducidas en todos los órdenes…Se ha dicho que soy enemigo de los capitales y si ustedes observan los que les acabo de decir, no encontrarán un defensor más decidido que yo, porque se que la defensa de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado…Quiero organizar estatalmente a los trabajadores para que el estado los dirija y les marque rumbos…A los obreros hay que darles algunas mejoras y serán una fuerza fácilmente manejable”. Por eso Silvio consideraba que los que en la década del 70, proclamándose revolucionarios, querían volver al “primer peronismo”, estaban, cuanto menos, mal informados acerca de la naturaleza de éste. S.F. desarrolla ampliamente su interpretación del gobierno peronista en su Libro “La Realidad Argentina”, de 1954, en cuyo tomo primero realiza un documentadísimo examen de la experiencia peronista hasta 1953. Revisa la gestión económico financiera, cuyos logros iniciales favorecidos por las altas reservas de oro y divisas acumuladas durante la guerra y la primerísima postguerra, se fueron desdibujando como resultado de la inflación, los gastos improductivos –entre los que descollaron los gastos militares-, el crecimiento hipertrófico de la burocracia, que introdujeron inseguridad en los negocios a largo plazo, hasta culminar en la gran crisis de 1952, calificada por el propio Presidente Perón como “…la más peligrosa crisis económica que haya azotado a la República Argentina”, al punto que en setiembre de 1952 dijo que “…tocábamos fondo”. Silvio Frondizi analizó también las modificaciónes del derecho público introducidas durante el peronismo y señaló cómo la incorporación en la Constitución de 1949 del estado de prevención y alarma junto al estado de sitio, el dictado de la ley 13.234 sobre Organización General de la Nación en Tiempos de Guerra, que crea el Plan CONINTES, del decreto 13.276/51, ratificado por la ley 14.062, que establece el Estado de Guerra Interno, el Decreto sobre Seguridad del Estado, que remozó la vieja ley 7029 de “Defensa Social”, la ley sobre “Represión del Sabotaje y el Espionaje”, constituyen la cuidadosa preparación de un formidable aparato represivo que será puntualmente aplicado por el Gobierno todas las veces que debió enfrentar la protesta social y política. Recuerda Silvio, al respecto, la aplicación de la ley 13.234, con Plan CONINTES y movilización militar a cargo del Ejército, dispuesto por decreto del PEN del 25 de enero de 1951, a la huelga ferroviaria de noviembre de 1950 y enero de 1951, con la secuela de más de 2000 trabajadores despedidos y 2000 detenidos de los cuales 300 quedaron presos. La víspera del dictado del Decreto el Gral. Perón dio un discurso, en el que dijo, entre otras cosas: “El que vaya a trabajar estará movilizado, y el que no vaya será procesado e irá a los cuarteles para ser juzgado por la justicia militar de acuerdo al Código de Justicia Militar”. Silvio destacó, asimismo, el carácter demagógico del peronismo que dislocó el sistema económico, y cuyas consecuencias inflacionistas crearon un auge artificial que preparó el advenimiento de una fuerte recesión, todo lo cual recayó negativamente, ante todo, sobre la clase trabajadora. Denunció, por fin, el aventurerismo del régimen peronista, la corrupción política, administrativa y personal que lo caracterizó, y la formación, a la sombra del sistema, de una verdadera casta económica semejante a la de Goering en la Alemania nazi. En suma, Silvio Frondizi sostuvo que el gobierno peronista, si bien otorgó a los obreros mejoras sociales significativas, les dio el sentido de la dignidad del trabajo y potenció su conciencia de clase, fracasó en la realización de una política de independencia nacional y fue útil a los intereses de la burguesía y, sucesivamente, de Gran Bretaña y los EE.UU. En segundo lugar merece subrayarse su visión premonitoria respecto de la evolución del capitalismo, plasmada en su trabajos “La evolución capitalista y el principio de soberanía” y “La integración mundial, última etapa del capitalismo”, de 1946/1947, cuando predice, con tres décadas de anticipación, el fenómeno de la globalización bajo la hegemonía de los EE.UU. basado en el portentoso desarrollo de sus fuerzas productivas y en la potencia fenomenal de su capital financiero. Desde entonces, y en sus obras posteriores, insistió en que la solución a la crisis argentina, que los gobiernos del peronismo y del radicalismo, incluyendo el de su hermano Arturo, no habrían logrado alcanzar, debía ser una solución socialista, que permitiría liberar todas las potencialidades naturales, sociales y personales de la Argentina y de su pueblo. Una solución socialista que no podía consistir en la transposición de modelos extranjeros, sino basarse en la libre autodeterminación popular, en el respeto a los municipios y a las provincias que son las instituciones originarias fundamentales del país, en la instrumentación práctica de formas de democracia directa, en la posibilidad de revocar los mandatos, y en la educación del pueblo. Para él, que escribía hace más de medio siglo atrás, el proceso mundial hacia el socialismo era una necesidad histórica, era irreversible. Señalaba los casos de Rusia, Yugoeslavia, las Democracias Populares, China y aún Cuba, que, decía, configuraban una marea histórica mundial que terminaría por barrer con todo y, querámoslo o no, alcanzaría también a la Argentina. Si bien no pocos de sus análisis fueron acertados, hemos de convenir en que este mesianismo y esta ineluctabilidad de la solución socialista, que no eran privativos de Silvio sino que eran propios de gran parte de la izquierda, fueron puntual y rigurosamente desmentidos por los hechos del mundo y del país durante el lapso trascurrido desde entonces hasta ahora. Diré, por fin, que desde un punto de vista general no aceptaba que las ideas, en cuya fuerza tenía profunda fe, debieran dejar la palabra a las armas. Sin olvidar jamás, recalcaba, que la organización estatal en cualquier de sus aspectos debe tener una sola finalidad: la de asegurar la libertad del hombre. Para este humanismo socialista, que Silvio rescata de las obras filosóficas de Marx –v.g. del Manuscrito económico-filosófico de 1844- la instancia suprema no es la sociedad sino el hombre: el hombre libre en una comunidad libre. En el aspecto político, Silvio coincidía, en este tema de la libertad, con Rosa Luxemburgo: “La libertad sólo para los miembros del gobierno, sólo para los miembros del partido, sólo para aquellos que coinciden con el gobierno y el partido, NO es verdadera libertad.” “La libertad es siempre la libertad de los disidentes.” La confrontación con las experiencias del socialismo real, mueve a pensar en la utopía. La visión del mundo actual estremece al espíritu. A pesar de ello, el hombre, las mujeres y los hombres, con nuestras virtudes y nuestros defectos, no renunciamos a nuestros ideales de justicia y libertad y continuamos, esforzadamente, escalando la montaña. Nada más. Muchas gracias.

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Silvio Frondizi Ercoli's Timeline

1907
January 19, 1907
Paso de los Libres, Corrientes, Argentina
1974
September 27, 1974
Age 67
Buenos Aires