Salvador Ferrando López

Veracruz, Veracruz

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Salvador Ferrando López

Birthdate:
Birthplace: Tlacotalpan, Veracruz
Death: 1908 (72-73)
Veracruz, Veracruz
Immediate Family:

Husband of Carolina Malpica Llinas
Father of Salvador Ferrando Malpica; Francisco Ferrando Malpica and Antonio Ferrando Malpica

Occupation: Celebre Pintor Tlacotalpeño
Managed by: Private User
Last Updated:

About Salvador Ferrando López

Pintor Tlacotalpeño, de reconocida fama, sus cuadros existen en diferentes partes de México, algunas de sus obras se exiben en el museo que lleva su nombre en Tlacotalpan.

Salvador Ferrando nació en Tlacotalpan, Veracruz, el 1835. A los 18 años de edad fue a Roma, Italia, gracias al interés del párroco don José Sánchez, quien hizo posible su viaje. Durante 24 años permaneció en Italia donde se casó con una bellisima romana. Viajó por Alemania y Francia. En Italia ganó una medalla de oro. A raíz de la guerra franco-prusiana, en 1872, viudo y con tres hijas, decidió regresar a México. En la capital de la República instaló, el mismo año en la calle de Cruzados, un estudio, asociándose con un pintor de apellido Murillo.

Después de breve tiempo se trasladó a su nativa Tlacotalpan, que a la sazón disfrutaba de gran auge económico. Hizo amistad con el general Juan de la Luz Enríquez, quien después sería gobernador del Estado de Veracruz y fundador de la Normal Veracruzana, y con don Miguel Z. Cházaro, fundador del colegio preparatorio de Tlacotalpan. Bajo la protección de estos dos personajes realizó la mayoría de su obra.

Reintegrado a su ciudad natal, pintó innumerables retratos de sus coterráneos y paisajes de su ciudad nativa. A la vez enseñó en el colegio preparatorio.

Casó por segunda vez con su paisana doña Carolina Malpica Llinas.

Pasados algunos años se estableció en el puerto de Veracruz, donde realizó sus últimas obras y continuó su actividad como profesor de dibujo en las escuelas porteñas. Salvador Ferrando murió en el puerto de Veracruz en los últimos años del siglo XIX. La fecha exacta se desconoce.


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La burguesía de Tlacotalpan acudió al pintor para duplicar su imagen y Ferrando pintó docenas de retratos con honradez del que sabe mirar y sabe pintar. Pintar y dibujar. El retratista, en todo tiempo, ha tenido siempre ojos de espejo. Todo retrato, es decir, todo admirable retrato ha sido siempre espejo de realidad. El tiempo queda aprisionado, detenido, por la operación mágica del artista que fija en la tela, en la piedra o en el muro, una serie de instantes de la vida de algo, de alguien o de un pueblo entero.

Salvador Ferrando consigue, a veces, relacionarnos con sus modelos. Mirando sus retratos sentimos simpatía o indiferencia por las personas retratadas. En ocasiones, tristeza por no haberles conocido. Unas llevan el alma en los labios o en los ojos. Otras en ambos elementos del rostro. Habría yo sido feliz conversando con don Gabriel Aguirre y Lagos, más todavía con doña Rosaura Schleske y Aguirre, pero sobre todo con doña Matilde Cházaro. López Velarde la habría amado. ¿Así era Fuensanta...?

Por Carlos Pellicer.


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Los he ido anotando al par que recorría la sala. Helos aquí: Concepción Cházaro y Soler, que por su colorido y gesto tiene analogía con el arte de Bustos; el Coronel don Pablo Díaz y Lagos, don Juan de la Luz Enríquez, doña Tranquilina Lara de Enríquez, doña Manuela Carlín de Murillo, don Bernardo de Silva (de mucho carácter) y el de su esposa doña María de Jesús Lara (típica jarocha con su chal sobre los hombros, su rostro pálido, dulce, sus ojos firmes, inteligentes), doña Francisca Soler de Cházaro (anciana llena de carácter). El de don Miguel Z. Cházaro y Ferrando, probablemente pariente del pintor). Es lo que se llama un retrato de excepción por su profunda relación con el espíritu de la época. Me recuerda a José Martí, el eximio patricio cubano. LLegamos a una serie de retratos de una familia, (no en grupo, sino separados), el de Rita Schleske de Franyutti, de rostro romántico, soñador, que evoca el de María en la novela de Jorge Issacs; el de doña Pilar Aguirre de Schleske, (digna, serena, de gran raza). El de don Otilio Franyutti, (atildado y guapo joven). El de doña María Schleske de Pérez Malpica y el de Rosaura Schleske y Aguirre, (ambas de definido tipo árabe, preciosas, sobre todo la última nombrada). El de don Antonio Schleske, (el tipo de caballero romántico, de largos bigotes y chalina). Otro rostro de época: cabellos rizados, color castaño, bien cuidada barba, rasgos finos, en don Romualdo Cházaro. Cara ensimismada en sus propios sueños, el de doña Candelaria Cházaro de Baily. Los retratos de niños, muy delicados, recuerdan a Estrada, pero tienen el candor de éste; son más -digamos- profesionales, lo cual, sin embargo no les resta gracia.

Por Jorge J. Crespo de la Serna.


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Investigación de EDEL NAVARRO MALPICA.

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