Alberto Félix Ried Silva, Bombero

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Alberto Félix Ried Silva, Bombero

Birthdate:
Birthplace: Santiago, Santiago Province, Santiago Metropolitan Region, Chile
Death: May 05, 1965 (80)
Immediate Family:

Son of Gustavo Ried Canciani and Irene Silva Palma
Husband of Angelina Matte Hurtado and Balbina Ried
Father of Private; Private; Oscar Ried Matte and Private
Brother of Ernesto Ried Silva; Hermann Ried Silva; Maria Teresa Ried Silva and Private

Managed by: Luis E. Echeverría Domínguez, ...
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About Alberto Félix Ried Silva, Bombero

Más recordado como integrante del Grupo de los Diez -junto a quienes organizó una exposición de pinturas, esculpió los capiteles de la casa de Santa Rosa y publicó libros de poemas y cuentos-, Alberto Ried Silva (1885-1965) fue bombero desde su adolescencia, voluntario de la Quinta Compañía de Santiago, fundada por su padre, Gustavo Ried Canciani, y creador del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, como lo cuenta en su fascinante autobiografía "El mar trajo mi sangre" (1956) y en el no menos cautivador libro "El llamado del fuego", publicado en forma póstuma en Buenos Aires el año 1966. El primer bombero en su familia fue Aquinas Ried (1810-1869), médico cirujano alemán, doctor en filosofía, dramaturgo y compositor de la "Telésfora", considerada la primera ópera escrita en Chile. Desembarcó en Valparaíso en 1844, proveniente de Australia. Había dejado Baviera por sus ideas liberales, y estudiado medicina en Londres. En Chile se casó con la inmigrante italiana Catalina Canciani. Establecido en el puerto, fue testigo de los incendios que a mediados de siglo XIX asolaban con frecuencia la ciudad, en especial el que estalló la madrugada del 15 de diciembre de 1850, que ayudaron a sofocar marinos franceses e ingleses. La devastación, que dejó en la calle a 40 familias y varias manzanas en ruinas, solo fue comparable al gigantesco siniestro de 1843, dibujado por Claudio Gay. No se podía esperar otra tragedia para actuar. Ried, junto a otros "hombres de bien", como José Cerveró y el regidor José Tomás Ramos, lanzan la idea de crear compañías voluntarias de bomberos. El 30 de junio de 1851, se funda el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Valparaíso. Aquinas Ried redacta el primer reglamento y funda la Segunda Compañía, "Germania", con el lema latino Celer et Audax (rápida y audaz) y un himno de su autoría, en alemán. El bombardeo de Valparaíso por la escuadra española, el 31 de marzo de 1866, provoca varios incendios que combaten los voluntarios al mando de Ried, en ese momento comandante del Cuerpo de Bomberos del puerto, y a quien, luego de evaluados los daños, se le encomienda la compra de dos bombas a vapor. Cuarenta años más tarde, a su nieto Alberto Ried le correspondería jugar un papel fundamental en los días que siguieron al terremoto del 16 de agosto de 1906, que azotó con especial rigor a Valparaíso. Lo que el sismo no alcanzó a destruir lo empezaron a devorar 22 incendios simultáneos. El Cuerpo de Bomberos de Santiago, fundado en 1863, ofrece ir en auxilio de su institución hermana. El 18 de agosto, Alberto Ried Silva, integrante de la Quinta Compañía, formada en el Cuartel General de Santo Domingo, da un paso al frente cuando pide voluntarios el superintendente Ismael Valdés Vergara. Al advertir su edad (21 años) y su falta de instrucción militar, trata de disuadirlo paternalmente. Como Ried insiste, la autoridad le dice: "Muy bien, puesto que quieres fregarte, hazlo". Pronto comprende Ried a lo que se refería Valdés Vergara. Los ciento seis voluntarios parten al día siguiente desde la Estación Central. El tren solo puede llegar hasta Limache. Tienen que proseguir a marcha forzada 47 kilómetros hasta el puerto por una vía férrea cortada por derrumbes. En la subida de Peñablanca, el agotamiento deja a varios en el camino. Los restantes llegan a Viña del Mar tras un día de camino. Alimentados con un poco de pan y queso, siguen rumbo a Valparaíso, donde se les ordena descansar en las fuentes ya vacías de agua de unos jardines. No alcanzan a quedarse dormidos cuando una voz de mando les ordena formar: deben combatir un siniestro iniciado en un edificio de la calle Edwards. Uno de los jefes de plaza, el coronel Alfredo Schönmayer Cox, revólver al cinto, les advierte a los cien voluntarios que "hombre que sea sorprendido con una botella, es hombre muerto". Cerca de él, el futuro almirante Luis Gómez Carreño imparte órdenes de fusilamiento contra "incendiarios y ladrones". Todas las cañerías están obstruidas o rotas; todos los estanques y cisternas, vacíos. Varios cuarteles de bomberos, derrumbados. Luego de enormes esfuerzos, los voluntarios logran armar una bomba a vapor. Con un solo chorro intentan sofocar las llamas que se extienden por la calle Molina hacia un hotel de cinco pisos. Ried junto a cuatro voluntarios son designados para entrar a la construcción, sorteando mil obstáculos dejados por el terremoto. Tratan de apagar el fuego con baldes llenos de aguas servidas. El edificio cruje con las réplicas. Deciden bajar luego de lanzar por los balcones frazadas, alfombras y almohadas que son aprovechados por la gente que duerme a la intemperie. El edificio finalmente sucumbe y otra manzana comienza a arder. A las tres de la mañana, se les ordena salvar las mercaderías de tiendas comerciales que aún no se incendian. El día los sorprende, exhaustos, descansando en las aceras. El fuego ha arrasado otras siete manzanas comerciales. Por curiosidad, Ried y dos compañeros deciden visitar la cárcel de Valparaíso, semiderrumbada. Quieren ver al criminal francés Emilio Dubois, sujeto por grillos y esposas. "Vanas fueron las tentativas nuestras de conversar con este hombre extraño que guardó hermético mutismo", escribe Ried. Luego visita en el Cerro Cordillera a su abuela paterna, Catalina Canciani. Lo recibe sorprendida, le da un vaso de leche y lo arrulla con una canción de cuna italiana cuando su nieto se echa a dormir en un sillón. Al mediodía lo despiertan las explosiones de dinamita de la marina de guerra, que demuele los edificios en ruinas. Baja al plan a reunirse con sus compañeros y reciben la orden de vaciar, al mando de un teniente de infantería, las bodegas ferroviarias del Barón, repletas de alimentos que luego reparten "entre veinte mil infortunados que se morían de hambre". El martes 21 debe concurrir al cementerio de Playa Ancha a sepultar los cadáveres que se hacinaban por centenares. "El denuedo nos había convertido en sepultureros", anota Ried. Los voluntarios capitalinos reciben finalmente instrucciones para regresar a Santiago. El único convoy disponible es de vagones de carga de animales. "Nos vimos obligados a viajar lentas horas de pie sobre la bosta fresca, asomados como carcelarios por entre los barrotes", recuerda. En Limache, última estación a la cual llegaban los trenes de Santiago, deben pernoctar en el corredor de una casona semiderruida. Un fuerte temblor los despierta. El asilo de huérfanos de las monjas de la Providencia se ha venido abajo. Mueren la madre superiora y 47 niños. Los voluntarios logran salvar a otros 110, muchos de ellos heridos, que transportan en tren hasta un hospital de Santiago. En los años que siguieron, Alberto Ried escribió, pintó, hizo un estudio escultórico de la cabeza de Barros Arana, trabajo en una compañía de seguros, editó las memorias de su abuelo Aquinas, viajó a Francia (fue cónsul de Chile en Burdeos bajo el gobierno de Arturo Alessandri Palma) y Estados Unidos (donde fue corresponsal de La Nación) y propuso iniciativas cívicas como la de grabar la carta de Pedro de Valdivia en una piedra que hasta hoy se encuentra a los pies del Cerro Santa Lucía y la de trasladar el monumento de las víctimas del incendio de la Compañía hasta su actual emplazamiento en la plazoleta del Cementerio General. En su madurez, proyectó un mausoleo para los mártires de bomberos: una torre cuadrangular -rasgo característico de Los Diez- de 30 metros de altura, coronada por un campanil. En su base diseña una cripta con un centenar de nichos. Ried volvería al puerto en 1953, a participar en los funerales de 36 bomberos que murieron en el incendio de ese Año Nuevo. El Superintendente de Bomberos de la ciudad lo invita a erigir en el puerto el mausoleo que había ideado para Santiago. "Mi proyecto quedó en manos de altos personeros que tienen el propósito de llevarlo a cabo", escribe Ried en El llamado del fuego . Hasta hoy el sueño más ambicioso de este artista y bombero sigue sin cumplirse.

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Alberto Félix Ried Silva, Bombero's Timeline

1885
February 22, 1885
Santiago, Santiago Province, Santiago Metropolitan Region, Chile
1965
May 5, 1965
Age 80
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