Carlos Alberto Benítez Acosta

martes 17 marzo 2015 TERCER TIEMPO

Familia de rugbiers signada por la tragedia

La cantidad de jugadores que pasó por los clubes de rugby de la región entre quienes quedaron o solo fueron fugaces aportantes hay que sumar de a miles, aunque parezca increíble si nos atenemos a nuestros comienzos. A como fueron esos pasajes de un deporte que, en los comienzos de la década del sesenta era algo desconocido. No había TV, los diarios de Buenos Aires llegaban dos días después y en la radio no se hablaba incluso, cuando en 1965 “nacieron” Los Pumas, durante una histórica gira por Sudáfrica. Hace unos días, lamentablemente, otro accidente volvió a enlutar a la familia Benítez Meabe, estrechamente ligada al Taragüy Rugby Club. Un núcleo familiar que, al hacer un racconto, nos permite indicar que fue de donde más jugadores surgieron. Y siguen haciéndolo con la renovación de generaciones. Comenzaron a aparecer un lustro después de la fundación de los clubes locales. Así, primero lo hizo fugazmente Carlos María Benitez Meabe y poco después su hermano Osvaldo, entusiasta siempre. Abrieron el registro de quienes se sumaron a los “Cuervos” allá en los años 60-70. Cada uno en su momento y en su dimensión. Enseguida llegaron sus primos, los hermanos Alfredo (Fierro), Juan Martín, Eudoro y Juan Cruz Meabe quienes incorporaron a otros parientes. Hoy, hijos de estos también decidieron lucir la camiseta de los “cuervos” cuando todavía algunos disfrutan de la niñez. A muchos de ellos, en los 70, los dirigí en la inicial categoría sexta. Hace pocos días, uno de ese grupo taragüicero, “Carlope”, hijo de aquel Carlos quien abrió el fuego en la cuarta división que fue campeona en 1968, encontró la muerte en forma trágica, como hace un puñado de años ocurrió con su primo, Rodrigo Leconte Benitez, otro integrante de los equipos del mencionado club. El historial familiar incluye otras tragedias. Carlope y Rodrigo integraron aquel plantel del Taragüy que ganó el torneo de Clubes del Interior en el 2002 y fue semifinalista del certamen Nacional de Clubes, amén de numerosas vueltas olímpicas a nivel regional. El dolor volvió a golpearlos en momentos cuando se desempeñaban en sus profesiones, tareas que no lo alejaron del club aunque en el caso de Carlope ya colgó los botines y a Rodrigo lo alejó una lesión que, no le impidió en aquel octubre del 02, en Santa Fe, dar la vuelta olímpica revoleando las muletas. Hoy, el dolor baña a la familia taragüicera, como si el negro que los identifica, fuera una triste señal allende las canchas. ROBERTO CAPARA deportes@ellitoral.com.ar