Casilda Martina Saavedra Rodriguez

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About Casilda Martina Saavedra Rodriguez

General Cornelio Judas Tadeo de Saavedra y Rodríguez (15 de septiembre de 1759, Potosí - 29 de marzo de 1829, Buenos Aires) fue militar y estadista rioplatense que participó en la Revolución de Mayo, primer paso de la independencia de Argentina.

Tabla de contenidos

1 Sus inicios

2 El Regimiento de Patricios

3 El motín de Álzaga

4 La Revolución de Mayo

5 La Primera Junta

6 La Junta Grande

7 Caída y persecución

8 Sus últimos años

9 Homenajes

10 Museo Histórico Cornelio Saavedra

11 Notas

12 Bibliografía

13 Enlaces externos

Sus inicios Nació en la hacienda La Fombera, en el pueblo de Otuyo, ubicado cerca de la antigua Villa Imperial de Potosí, perteneciente entonces al Virreinato del Perú (hoy, parte de la República de Bolivia) bajo dependencia española, el 15 de septiembre de 1759.

Sus padres fueron Don Santiago Felipe de Saavedra y Palma, natural de Buenos Aires y su madre, doña Teresa Rodríguez de Güiraldes, oriunda de la Villa Imperial. Toda la familia se mudó a Buenos Aires en 1767. Allí, durante su adolescencia, Cornelio asistió al Colegio Real de San Carlos (actualmente Colegio Nacional Buenos Aires) donde estudió filosofía y gramática latina de manera destacada entre 1773 y 1776. Sin embargo, no pudo completar la escuela porque debió dedicarse a la administración de la estancia familiar.

El 17 de abril de 1788 contrajo matrimonio con Doña María Francisca Cabrera y Saavedra, su prima hermana, que falleció el 15 de agosto de 1798. El año anterior había comenzado su carrera política, trabajando en el Cabildo de Buenos Aires, ya convertida en capital del Virreinato del Río de la Plata, donde asumiría distintos cargos administrativos. En 1799 llegaría su primera oportunidad en la política al ser nombrado Regidor del Cabildo, y en 1801 fue elegido Alcalde de Primer Voto. También en ese año se casó en segundas nupcias con Doña Saturnina Otárola del Rivero. En 1805 se le confirió la tarea de Administrador de Granos, en un cuerpo gubernamental que se ocupaba de la provisión de trigo y otros cereales en la ciudad.

El Regimiento de Patricios Su vocación militar despertaría durante la primera de las invasiones Inglesas, en 1806, en que tuvo una actuación destacada en la Reconquista de la ciudad. Después de lograda ésta, el nuevo virrey, Santiago de Liniers, ordenó formar regimientos de milicias, organizadas según arma y región de origen. El más grande fue el Regimiento de Patricios, un cuerpo de infantería formado por los locales, sobre todo comerciantes. Los regimientos tenían la posibilidad de nombrar a sus propios jefes, incluido su comandante, y el de Patricios eligió a Saavedra. Este regimiento aún existe, con el nombre de Regimiento de Infantería Nro. 1, y ha recuperado el nombre histórico de Patricios. Estaba dividido en tres batallones, al mando de Esteban Romero, Domingo Urien y Manuel Belgrano, que luego dejaría ese mando a Juan José Viamonte.

A principios del año siguiente hizo una breve campaña para ayudar a Montevideo a rechazar a los ingleses, pero llegó tarde y se limitó a retirar todos los elementos de defensa de la Colonia del Sacramento. Poco después se producía la segunda invasión a Buenos Aires; la vez anterior habían sido mil quinientos, esta vez eran ocho mil soldados enemigos. Tras derrotar a Liniers en los Corrales de Miserere, dos días más tarde atacaron la ciudad. Fueron recibidos con todos los recursos de una ciudad preparada a conciencia, por la población civil y los regimientos de milicianos muy bien organizados. Tras dos días de lucha, se rindieron a discreción.

Desde entonces, el poder de Saavedra tuvo relación con las fuerzas militares que podía reunir. Cornelio Saavedra empezó a preocuparse por la inacción del gobierno español y su manejo irresponsable de la colonia, puesto en evidencia durante las invasiones. Desde 1808 participaría en la reuniones de la jabonería de Vieytes y en la casa de Rodríguez Peña, tertulias que sirvieron de semilla para la próxima Revolución. Se destacaría por su excesiva prudencia y su perfil conservador, además de su claro apoyo a Liniers.

El motín de Álzaga El 1ro de enero de 1809, el alcalde Martín de Álzaga dirigió al cabildo de la ciudad (formado casi exclusivamente por españoles) en un intento por deponer a Liniers, de quien desconfiaban grandemente por considerarlo fiel a José I, hermano de Napoleón Bonaparte, y a Francia. Habían decidido reemplazarlo por una junta de gobierno, a imitación de las que reemplazaban en España al rey Fernando VII, prisionero de Napoleón Bonaparte. Los sublevados tomaron el Cabildo y exigieron la renuncia de virrey, rodeando también la actual Plaza de Mayo, y llegaron a lograr la renuncia del virrey. Pero Saavedra reaccionó rápidamente y logró desbaratar el intento.

No fue un gesto conservador, sino la reacción ante una revuelta prematura y el intento de un grupo de españoles por concentrar todo el poder. Los cabecillas fueron desterrados a Carmen de Patagones, pero igualmente, unos meses más tarde, Liniers fue reemplazado por Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Después de esa revolución quedó transformado en árbitro de la política local. Los revolucionarios lo buscaban para que apoyase sus movimientos, pero él les respondía que había que esperar "que las brevas maduren, y luego las comeremos". Posiblemente tenía razón: la revolución de mayo de 1809 en Charcas y La Paz fue aplastada sin problemas.

La Revolución de Mayo En 1810, ante la noticia de la caída de toda España en manos francesas, excepto en Cádiz, donde se había formado un Consejo de Regencia que reemplazaba a la Junta Suprema de Sevilla, comenzó el proceso llamado Revolución de Mayo. La dirección del proceso estuvo en manos del grupo de Belgrano, donde figuraban Juan José Paso, Juan José Castelli, Nicolás Rodríguez Peña e Hipólito Vieytes. Pero éstos buscaron el apoyo de Saavedra y los demás jefes militares, en contra de los cuales hubiera sido imposible actuar contra el virrey. Otro grupo con el que hubo que contar, aunque en principio fue dejado de lado, fue el juntista, dirigido por Álzaga.

El coronel Viamonte llamó de urgencia a Saavedra, que estaba en el campo. Le expusieron la noticia y las reacciones, y le preguntaron: “¿Aún dirá usted que no es tiempo?”. También le mostraron la proclama que acababa de publicar Cisneros, convocando a un cabildo abierto para decidir qué hacer. Saavedra la leyó, y dio su famosa respuesta:

"Ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no debe perderse una sola hora."

Cisneros llamó a Saavedra y le exigió apoyo en contra de una posible insurrección. Su respuesta fue

"El que a Vuestra Excelencia dio autoridad para mandarnos ya no existe; de consiguiente, tampoco usted la tiene. De modo que no cuente con mis fuerzas."

En el cabildo abierto del 22 de mayo se emitieron todo tipo de argumentos en favor y en contra de la deposición del virrey. Saavedra no abrió la boca hasta el momento de votar. El primero en hacerlo fue el obispo Benito Lué, que se opuso a cualquier cambio; luego fue Pascual Ruiz Huidobro, que se pronunció el reemplazo del virrey por el Cabildo; y, en lo militar, el oficial más antiguo: él mismo. A continuación habló Saavedra, que tras un elocuente discurso votó por la formación de un junta. Una gran mayoría votó en conformidad con este voto.

El cabildo nombró una junta presidida por Cisneros, con cuatro vocales, dos españoles y dos criollos. Éstos eran Castelli y Saavedra. En principio juraron el cargo, pero ante la presión de Belgrano y su grupo, renunciaron esa misma noche.

El día siguiente, 25 de mayo, a pesar de la enérgica resistencia del síndico Julián de Leyva, el cabildo fue forzado a aceptar una nueva lista, formada por un acuerdo entre partidarios de Saavedra, Belgrano y Álzaga, en que cada sector aportaba tres miembros. El presidente de esta Primera Junta de gobierno fue Cornelio Saavedra. Su nombre oficial fue Junta de Gobierno para la Reafirmación de los Derechos Soberanos del Rey Fernando VII, una verdadera contradicción en sus propios términos.

La Primera Junta El papel del presidente fue de mediador, más que de impulsor de las políticas revolucionarias. Este último papel fue cumplido por Castelli y el secretario de gobierno Mariano Moreno, y finalmente éste concentró la actividad gubernamental en su persona.

La personalidad de Moreno era arrolladora, y concentró las miradas del público y de los historiadores, pero la política que llevó a cabo fue la de la Junta, no sólo de Moreno. Como el secretario firmaba los decretos y los justificaba en el periódico oficial, la Gazeta de Buenos Aires, la gente pensó que era él el autor de todas las medidas importantes.

En poco tiempo quedó claro que las ideas moderadas (consideradas, tal vez equivocadamente, como conservadoras) de Saavedra chocarían con las del secretario Moreno. Se oponía al jacobinismo que llevó al fusilamiento de Liniers y sus compañeros, y también de los gobernadores realistas del Alto Perú. Se oponía también a la persecución contra todos los españoles.

Una visión historiográfica simplista y casi infantil contrapone a Saavedra y a Moreno, destacando la actuación de éste y denostando al presidente de la Junta. Moreno era el carácter impulsivo que llevó adelante muchos actos necesarios al comienzo de la Revolución, pero la actuación de Saavedra fue fundamental para llevar a buen puerto, a través de la prudencia y la reflexión, el impulso excesivo de Moreno y los suyos. De hecho, su participación salvó la Revolución de Mayo de haber estallado antes de tiempo y de haber caído en manos de los exaltados, que la habrían llevado al desastre en poco tiempo.

Moreno pensó en eliminar a Saavedra, y para ello se creó un nuevo regimiento de milicias, cuyos oficiales eran adictos a Moreno y su grupo: el regimiento América, cuyos jefes eran Domingo French y Antonio Luis Beruti. Esto debilitaba la posición de los jefes militares, entre ellos Saavedra.

Durante un banquete militar en festejo por la victoria en la batalla de Suipacha, acertó a pasar Moreno por la puerta del cuartel y, como el centinela no lo reconoció, no lo dejó entrar, lo que ofendió mucho al secretario. Esa misma noche, un oficial borracho ofreció a Saavedra una corona de azúcar y brindó por él diciendo una serie de estupideces; nadie se tomó el asunto en serio. Al día siguiente, cuando le contaron lo del brindis y la corona, Moreno lanzó el Decreto de Supresión de Honores, por el cual se suprimía el ceremonial reservado para al presidente de la Junta y se castigaba al oficial. Era una provocación indirecta contra Saavedra, pero éste sagazmente firmó el decreto sin comentarios. Pero comenzó a buscar aliados.

El 27 de mayo se había enviado una circular para invitar a las ciudades del virreinato a enviar diputados para que se incorporasen a la Junta. Éstos fueron llegando hacia fines de año, pero el grupo de Moreno les aclaró que debían incorporarse a un Congreso legislativo y constituyente. Pero éstos, dirigidos por el Deán Funes, respondieron que la Junta gobernaba sobre todo el país sin participación de las ciudades del interior, por lo que era urgente formar un gobierno elegido por todos los pueblos. Saavedra se puso del lado de los diputados.

Moreno vería en los dirigentes de las provincias un obstáculo para la independencia, es decir, para su propia política jacobina y apresurada. El 18 de diciembre, los diputados del interior y los vocales de la Junta y el Cabildo votaron en una reunión conjunta si debía o no incorporárselos. Los diputados votaron por la incorporación. Saavedra declaró que era “contrario a derecho”, pero votó a favor “por conveniencia política”. Paso y Moreno fueron los únicos en votar en contra, y perdieron. Moreno renunció y se hizo dar una representación diplomática en Inglaterra, camino a la cual murió en alta mar.[1]

La Junta Grande Con los nuevos diputados y los antiguos vocales se formó la Junta Grande, de la cual seguía siendo presidente Saavedra. Sus miembros cambiaron de estilo: deliberaron cuidadosamente cada medida y bajaron el tono extremista que había prevalecido hasta entonces. Muchos historiadores la acusaron de inoperante, lo cual resulta bastante exagerado.

Tras algunos meses de relativa calma interna, algunos diputados del interior fueron ganados por la prédica de los partidarios de Moreno, y surgió la Sociedad Patriótica, dirigida por Bernardo de Monteagudo, un tucumano de carácter aún más violento que el de Moreno. Pensaron en desplazar a Saavedra y Funes por medio de una revolución dirigida por el regimiento de French, pero fueron delatados.

Entonces se movilizaron los partidarios de Saavedra, dirigidos por el abogado Joaquín Campana, por medio de una gran manifestación de habitantes de los alrededores de la ciudad, conocidos como orilleros.[2] Tuvieron que renunciar Vieytes, Rodríguez Peña, Miguel de Azcuénaga, y Juan Larrea. En su lugar se incorporaron Campana (como secretario de gobierno), Feliciano Chiclana y otros. Los depuestos, junto con French y Beruti, fueron expulsados de la ciudad.

Todo el poder pasó al partido de Saavedra, pero esto no mejoró mucho la situación. La Sociedad Patriótica seguía atacando al gobierno, y la situación militar comenzó a mostrar sus límites: la expedición de Belgrano a Paraguay terminó en un desastre, la ciudad de Montevideo se negó a reconocer la autoridad de la Junta y comenzó a atacar por el río a Buenos Aires, llegando a destruir una flotilla patriota, y a mediados de año llegó la noticia del desastre en el frente norte. La batalla de Huaqui les había hecho perder todo el Alto Perú.

Para levantar la moral del Ejército del Norte, Saavedra decidió ponerse al mando del mismo. Se trasladó hacia el norte, dejando como presidente de la Junta a Domingo Matheu. Ésta comenzó a cometer errores, como negociar con Montevideo, y a tener serios conflictos internos. El puerto de Buenos Aires fue bloqueado por los realistas, que incluso pretendieron bombardear la ciudad, aunque sin éxito.

Caída y persecución La partida de Saavedra fortaleció a los morenistas, que convencieron al cabildo porteño de que se debía organizar un ejecutivo fuerte. Por eso formaron un nuevo gobierno de tres miembros, el llamado Primer Triunvirato, que sería asesorado por la Junta Consultiva, formada por los miembros de la disuelta Junta.

A sólo 8 días de su llegada a Salta, Saavedra recibió la comunicación de que había sido separado de la Junta y que debía dejar el mando del Ejército a Juan Martín de Pueyrredón. Semanas más tarde, la Junta sería disuelta por el Triunvirato, completando el proceso por el que todo el poder era asumido, contra todo derecho, por la ciudad de Buenos Aires.

Tuvo que refugiarse en la ciudad de San Juan, de donde pasó a Mendoza. En Buenos Aires se había desatado una campaña feroz en su contra, ya que había herido el orgullo porteño con su revolución de abril. Sus partidarios fueron separados de sus cargos y procesados por supuestos crímenes, de autoritarismo, ineptitud y traición. Varias veces se cursaron órdenes de prisión en su contra, pero no llegó a estar nunca preso; cuando el Director Supremo Posadas (uno de los desterrados de abril de 1811) ordenó su arresto en junio de 1814, huyó a Concepción (Chile). De allí pasó a Coquimbo y a Santiago de Chile junto a su hijo Agustín, de 10 años de edad.

Ante la proximidad del ejército realista, por pedido de su esposa doña Saturnina Otárola, el gobernador de Cuyo, José de San Martín, le concedió asilo en San Juan. En marzo del año siguiente fue llevado escoltado a Buenos Aires por orden del nuevo Director Supremo Alvear, pero tras la revolución del 15 de Abril de 1815, el Cabildo lo indultó provisoriamente y le regresó su cargo militar con retroactividad a 1811. Pero el nuevo Director Supremo, Ignacio Álvarez Thomas, le fijó domicilio en la estancia de su hermano cerca de la ciudad de Arrecifes, Provincia de Buenos Aires, por temor a represalias.

Sus últimos años Fue rehabilitado en diciembre de 1818, por orden de una comisión especial ordenada por el Director Pueyrredón, con acuerdo del Congreso Constituyente. Se le otorgó el rango de Jefe de Estado Mayor y al año siguiente asumió el cargo de comandante de campaña, con sede en Luján. Su misión era ejercer la policía de campaña, defender la frontera contra el indio, y auxiliar al ejército que estaba invadiendo Santa Fe. Logró concretar acuerdos de paz con los indios ranqueles.[3]

En 1820 apoyó el efímero gobierno de Juan Ramón Balcarce como ministro de guerra, y tras su fracaso se exilió en Montevideo. Regresó a la ciudad en octubre siguiente, instalándose en una estancia en el norte de la provincia. Allí escribió su Memoria autógrafa, dedicada a sus hijos. En ésta explicaba los hechos en que le tocó actuar en forma tal que él fuera el centro de todos los hechos positivos.[4]

En 1822 llega su retiro definitivo del ejército, aunque durante la guerra del Brasil ofreció sus servicios, que fueron gentilmente rechazados debido a su avanzada edad por el ministro de guerra, Marcos Balcarce.

Cornelio Saavedra falleció en Buenos Aires el 29 de Marzo de 1829 y sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.

Homenajes En recuerdo a Cornelio Saavedra, varios distritos administrativos llevan su nombre en Argentina y en Bolivia. Esta es una lista no exhaustiva:

Provincia de Cornelio Saavedra, en el Departamento de Potosí, Bolivia.

Barrio de Saavedra, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Municipio de Saavedra, Partido de la Provincia de Buenos Aires, Argentina.

Museo Histórico Cornelio Saavedra El Museo Histórico Cornelio Saavedra se encuentra ubicando en Crisólogo Larralde 6309, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Ocupa las instalaciones de la vieja casa de Luís María Saavedra, sobrino de Cornelio. Fue inaugurado el 6 de Octubre de 1921 y en sus salas se exhiben objetos de la vida cotidiana durante el siglo 19, tales como instrumentos musicales, armas, platería, cristalería, vestimenta, etc. Ver artículo principal: Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra

Notas ↑ Se acusó a Saavedra de haber sobornado al capitán del buque para que lo envenenara, pero esa explicación resulta poco convincente. Es más probable que la intoxicación fuera un acto de torpeza del capitán.

↑ Los ricos porteños despreciaban a los orilleros, que según ellos no eran ‘’pueblo’’, y consideraron esa manifestación como un agravio a su propia superioridad social y política. Véase Juan Manuel Beruti, Memorias curiosas, en las que sigue despotricando contra Saavedra y Campana casi diez años más tarde por esa revolución

↑ Acuerdos que la anarquía de los años siguientes haría inefectivos, de modo que esta tribu llegó a ser la peor amenaza para la seguridad de la frontera en los años sucesivos.

↑ Y se justificaba de todo lo que era considerado negativo por sus enemigos porteños, casi disculpándose de lo mejor que había hecho, porque los porteños no compartían su opinión.

Bibliografía Saavedra, Cornelio, Memoria autógrafa, Ed. Emecé, 1944.

Scenna, Miguel Ángel, Las brevas maduras. Memorial de la Patria, tomo I, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1984.

Segreti, Carlos S. A., La aurora de la Independencia. Memorial de la Patria, tomo II, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1980.

Ferla, Salvador, El primer 17 de octubre, Revista Todo es Historia, nro. 54.

Ferla, Salvador, Liniers, un líder desertor, Revista Todo es Historia, nro. 91.

Roberts, Carlos, Las invasiones inglesas, Ed. Emecé, Bs. As., 1999.

O’Donnell, Pacho, Los héroes malditos, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2004.

O’Donell, Pacho, García Hamilton, Enrique y Pigna, Felipe, Historia confidencial, Ed. Booket, Bs. As., 2005.

López, Vicente Fidel, Historia de la República Argentina. Libr. La Facultad, Bs. As., 1926.

Enlaces externos [editar]Capilla del Señor - Testamento de Cornelio Saavedra