David Joseph Castello Montefiore

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David Joseph Castello Montefiore (Castello)

Also Known As: "David Joseph Castello"
Birthdate:
Birthplace: London, England (United Kingdom)
Death: June 15, 1882 (92)
Hda. La Union, Tolima, Colombia
Immediate Family:

Son of Joseph Moses Nunes Castello and Rachel Castello
Husband of Mary Da Fonseca Brandon
Father of Elisa Castello Montefiore; Edmundo Francis De Holte-Castello Brandon; Julia Castello Brandon; James Henrry Castello Brandon; Joseph Castello Brandon and 2 others
Brother of Sarah Castello Farrell and Mary Rachel Rachelle Castello Montefiore

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Last Updated:

About David Joseph Castello Montefiore

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

DAVID CASTELLO MONTEFIORE

Amigo de Bolívar y promotor de empresas de cultura, y de industria en Colombia.

Escribe : SERGIO ELlAS ORTIZ

Tuvo Bolívar, en los días de su voluntario destierro en Jamaica, muchos admiradores y amigos efectivos entre los extranjeros, especialmente ingleses, que, sin se1· militares, lo ayudaban en sus prodigiosos empeños de libertad, que seguían con atención el proceso de la revolución de las colonias hispanoamericanas contra su metrópoli y le probaban esa admiración y cariño en la adversa fortuna, cuando momentáneamente vencido parecía condenado al fracaso. De ese número de amigos, bolivariano de la primera hora, fue don David Castello Montefiore, nacido en Londres en 1790 y avecindado en Kingston en actividades de comercio. Venía él de dos viejas familias de honda raigambre italiana, como lo indican sus dos apellidos de origen toponímico, emigradas a Inglaterra en distintas épocas y llegadas al apogeo de su grandeza en la segunda mitad del siglo XVIII, principalmente la rama Montefiore, de la cual el más alto representante fue un primo hermano de don David, Sir Mases Montefiore, Alcalde Mayor de Londres, Presidente de la Cámara de los Comunes, Presidente de la famosa Corporación de Pesca de Inglaterra y filántropo cuyo nombre se recuerda con veneración en las comunidades sefardistas de Rusia, Rumania, Marruecos y Palestina ( 1) . Como todos los suyos, de muchas generaciones atrás, don David Castello Montefiore apenas terminada su educación humanística con gran éxito, especialmente en lenguas antiguas y modernas, se dedicó al comercio de importación y exportación, asociado primero a la firma Sasoon y luego por propia cuenta en la misma rama de negocios en Porthsmouth donde conoció a la que andando los días había de ser su esposa, doña Mary Brandon y Mendes da Costa, celebrada por sus contemporáneos como una de las mujeres más bellas de su época, perteneciente como él a una antigua familia sefardita asimilada, pero de origen portugués y por lo Mendes da Costa prima hermana, a su vez, de otro grande de Inglaterra, el insigne Disraeli, de viejo tronco italiano, llegado a su apogeo con el título de Conde de Beaconsfield y considerado como uno de los más grandes estadistas del mundo en su tiempo. No sabemos por qué motivo, pero es lo más seguro suponer que llevado por sus negocios, el joven David Castello pisó por primera vez tierras del - 22'3' - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Vineynato de la Nueva Granada en 1808, en las playas de Ca1·tagena de I ndias, donde tuvo relaciones de amistad con los hombres que estaban en vísperas de dar un golpe de estado a la autoridad superior de la provincia, como los Ribón, Martín, Amador, Zubiría, del Real, etc. {2) y como eTa natural, y así lo recordaba él más tarde, desde entonces quedó prendado de estas tierras de promisión y de sus gentes, aunque por el momento prefirió regresa1· a Kingston, donde acababa de establecer una respetable casa de comet·cio. Y alli el destino le preparaba la oportunidad no solo de conocer, sino de admirar y estrechar relaciones de amistad con un celebérrimo " refugiado", el general Simón Bolívar, llegado a la isla después de los desastres de Venezuela y a ralz de sus desavenencias con el jefe civil y mjlitar de Cartagena, que le hauían impedido poner su genio militar al servicio de la defensa de esta plaza, en momentos en que se veía amenazada por la expedición punitiva, más que pacificadora de don Pablo Morillo. Bolívar se había acogido a Jamaica como a lugar seguro y propicio para cont inuar su empresa revolucionar ia, bajo la protección del gobierno inglés y la benévola tolerancia del gobernador jamaicano. No podía haber escogido sitio mejor el formidable campeón de la líbertad que ese, donde se vio 1·odeado del cariño y la comprensión de distinguidos hombres de negocios que no vieron en él a un derrotado y con él una causa perdida, sino a un genial conductor, desafortunado en ese momento, pero capaz de coronar una colosal empr·esa libertadora. Esos hombres de tTabajo, por 1o que sabemos ahot·a, seguían con preocupación el curso que iban tomando los a suntos de la independencia de las colonias españolas. U no de ellos, Mr. Edward CuJien, llegó en su interés hasta someter al gran ~<refugiado" a un reportaje sobre el íutul'o de esos países en lucha por su libertad, que se veía tan oscuro en esos días de vencimiento, lo que dio pie al documento famoso que pasó a la historia con el nombre de Carta de Janw.ica, o Carta profética, como ha sido justamente llamada. Por lo que hace a David Castello Montefiore es preciso reconocet· que no tuvo dudas en el éxito futuro de su amigo Bolívar y con el mayor desinterés "le procuró al'mamento y jamás exigió remuneración por sus servicios" {3) . Nunca se supo cuál fue la cuantía de la contribución de Caste1Jo a la expedición que Bolívar preparaba entonces y que se r ealizó luego desde Los Cayos, pues ese austero hombre de negocios jamás quiso revelarlo. La personalidad del "r·efugiado", s us ideas y esperanzas, su carácter recio y emprendedor, habían impresionado tan fuertemente su espíritu que esto solo bastó pa1·a que abriera su caja de caudales a una empresa que se protectaba dentro de un horizonte oscuro, aunque confiada a un hombre genial y de volunU>.d de hierro. Años más tarde, cumplida la magna obra de la emancipación y cuando ya el antiguo "refug¡ado" dormía el sueño de los inmortales, Castello prolongaba su devoción al gr·ande hombre mediante "un busto de Bolívar, modelado por Tenerani, coronado de laurel y colocado sobre una columna de caoba en lugar preferente de la sala de su casa de habitación" {4) . Y para perpetu idad de su 1·ecuerdo gustábale contar a su nieto, J orge W. Priee, al calor del hogar, las excelencias de eso amigo extraordinario de ob·os días "para inculcarle sentimiento de amor y veneración al Padre de la Patria colombiana". - 224 - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. De Kingston trasladó Castello sus negocios a Nueva York, donde fundó una poderosa casa comercial, pero "una gran pérdida de fortuna", agravada con la muerte de su incomparable esposa, lo determinaron a radicarse, hacia 1846, en la capital de la ya república de Nueva Granada, en la Bogotá de mediados del siglo pasado, que estaba aún anclada con un pie en el pasado colonial y otro de avance hacia los países cultos de Europa y donde prosperaba una selecta colonia extranjera, especialmente inglesa, que colaboraba con decisión en los anhelos de p1·ogreso del vecindario. Pa1·te no pequeña en esa determinación de Castello fueron las instancias de sus amigos neogranadinos que apreciaban sus dotes de gran señor y de hombre de empresa, entre ellos el general Tomás Cipriano de Mosquera y el doctor Lorenzo María Lleras a quienes había conocido años antes y brindado generosa hospitalidad en Kingston. El más interesado en este traslado fue sin duda el doctor Lleras que debía a Castello haberle salvado la vida en circunstancias verdaderamente trágicas. "El doctor don Lorenzo M. Lleras, cuenta Price, cuando joven, navegaba pa1·a Jamaica en una goleta, la que ya a la vista de Kingston zozobró. De pronto vieron los náufragos que se dirigía a ellos una lancha en la cual iba don David Castello, quien recogió al doctor Lleras y lo hospedó en su casa de habitación" (5). Establecido en Bogotá con sus hijos, de ellos, Elisa casada para la época con el gran pianista y compositor Enrique Price; Mada, casada aquí en primeras nupcias con Jorge B. Child y en segundas con Salomón Koppel; Susana, fallecida en la adolescencia; Edmundo F. de H. Castello, casado en primeras nupcias con doña Juana González y luego con doña Victoria Páramo y Santiago, artista po1· vocación y por estudio, el hogar de don David Castello fue el centro de la sociedad más distinguida de entonces y el foco de irradiación de grandes iniciativas y realizaciones de progreso de la capital, en actividades industriales, artísticas y deportivas. Fundó apenas llegado aquí la casa comercial "Castello e hijos" y más adelante la " célebre Compañía Agrícola Anglo Colombiana, en asocio de los Schloss, Stiebel, Goyeneche y Santamarías, la cual impulsó en el país la industria del tabaco en las afamadas vegas de Lagunilla, y la aplicación de las ruedas hidráulicas de fieno a los trapiches de caña. Fue el primer renovador y propagador de la exportación de la quina colombiana que desarrolló tanta riqueza en el país" (6). Aun más: a sus instancias y consejos, su yemo don Salomón Koppel, cóns ul del Imperio alemán y competente hombre de negocios, puso las bases de la fundación del Banco de Bogotá que tantos y tan inestimables servicios ha prestado al desarrollo de la economía colombiana. Por otro lado el hogar de don David Castello se había convertido, andando los días, en un centro musical de primer orden, donde corrían vientos de renovación de alta cultura artística. Músico él también, pues en su juventud había sido pianista de regulares dotes, colaboró en la importante empresa de su yerno, el afamado maestro den Enrique Price, de dotar a Bogotá de una "Sociedad Filarmónica", semillero de notables personalidades artísticas, que debe tenerse como punto de partida de las excelentes orquestas que de allí en adelante se f undaron en la capital para llegar a la magnífica Sinfónica de nuestros días, en el largo recon ido de un siglo. A Price, "regenerador de la música en Bogotá", como justamente - 225 - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. lo ha llamado el doctor Perdomo Escobar (7), le debe la ciudad un homenaje especial po1· su magna obra educativa en este ramo de las bellas artes. Pero no solamente embargaba las actividades de espíritu de Castello los asuntos comerciales e industriales y las manifestaciones artísticas; como buen inglés gustaba de los deportes y fue parte principalísima para establecer en Bogotá el de carreras de caballos. Era de verse su gallarda figura, en riguroso atuendo de levita y sombrero de copa, presidir las competencias de los caballos sabaneros, montados por sus propios dueños, con la solemnidad de un perfecto gentleman, como si se t ratase de correr el Derby de Inglaterra, rodeado de sus distinguidísimos compatriotas Logan, Sayer, Elbers, Reed, Davoren, Polk, Blagborn, en esas primitivas carreras a que asist!a el Presidente de la República con lo más granado de la sociedad bogotana en el improvisado "hipódromo" de Campoalegre a orillas del l'io Fucha. Se trataba entonces no solamente de poner una nota de alegria en el descanso dominical de la quieta y confiada Bogotá, sino de colocarse a la altura de los países europeos con un deporte inocente y desinte1·esado, como lo recordaba años más tarde el primer cronista hípico don Ramón Guerra Azuola (8). Hizo aún más, don David Castello, por elevar el depo1te hipico que asume hoy caracteres de diversión e interés nacionales: movió y ayudó a su yemo don J orge B. Child a importar sementales de raza inglesa, la de más fama en el mundo, con ese objeto, empresa muy aniesgada entonces porque aptmas nacia la afición con lo~ primeros ensayos. Child recordaba más tarde lo que fue la tragedia de esa importación de reproductores, para llegat algunos ejemplares a la sabana, en una de las mayores sequías del rio Magdalena. A la edad de 92 años, en 1882, falleció en Bogotá don David Castello Montefiore, después de haber gastado en esta tierra, que él consideraba como su segunda patria, m<ís de medio siglo consagrado al servicio de sus semejantes, preocupado en todo momenlo por el progreso del pais en empresas aniesgadas que alguna vez lo pu:;ieron al borde de la ruina por t;ausa de crisis mundiales en los negocios. Vivió y murió rodeado del cariño de quienes lo trataron y admiraron sus virtudes civicas. Queden estas lineas como un homenaje a este olvidado amigo de Bolíval', ge11eroso y noble colaborador en la imlcpendencia y tronco de familias que han sido ornato de Colombia. NOTA S t l ) Phllo·I•C.J:ÍCOI•. Hand/JIIclc d1•t< :iii<lixcil•>< ·wi••• 11 . f.!t'rlfn. IU35, p. •172. (21 PRICK J orgl' W., llio!Jra/(a«. Jmprl'nta de Ln Cruzada. B~oló, 1916, IJ. í!;!. ( 3) Id. !bid., p. 84. 14) Es le busto. v<.'rdatlcl'fl obrn mneslrn del in~iJcne <l~C III\(Jt' ilnlinno se cotbCr\'nba hllsU\ hac.., algún llcmpo en Crutll d<: uno de 108 dcscendi.,-.ntes dl' Cnst.cUo. 16) PRICE, ob. cit... p. 86. \Gl ld. lb!J., p. 87. t7) PEROOMO ESCOBAH. JOl!c hmado, Histori,. d.: la Jfír•ica " " ColomiJia. 3t edición. lliblioi~a de Historia Nacional. Vol. Clll. Editorial A D C. Bo¡¡ou\, 1963, p. il. (8) Aunque IM earreras de cnbnllos se iniciaron en Jlogoti\, hncia 182&. POI' 10!1 oficiales in gles~. ('ttlonccs numerosO!! <'n lo cnpitol. no tuvieron el cariÍCl<!l' de deporte permanente, sino como mero pnsaliempo. Solo l'n 18~6 >e trató de establecerlas dctini· tivamcnte. con In obi<crvnncin de renlnmcntO;J y cosLumbrcs copiados de lnglal<'rw. - 226 -

Acerca de David Joseph Castello Montefiore (Español)

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

DAVID CASTELLO MONTEFIORE

Amigo de Bolívar y promotor de empresas de cultura, y de industria en Colombia.

Escribe : SERGIO ELlAS ORTIZ

Tuvo Bolívar, en los días de su voluntario destierro en Jamaica, muchos admiradores y amigos efectivos entre los extranjeros, especialmente ingleses, que, sin ser militares, lo ayudaban en sus prodigiosos empeños de libertad, que seguían con atención el proceso de la revolución de las colonias hispanoamericanas contra su metrópoli y le probaban esa admiración y cariño en la adversa fortuna, cuando momentáneamente vencido parecía condenado al fracaso. De ese número de amigos, bolivariano de la primera hora, fue don David Castello Montefiore, nacido en Londres en 1790 y avecindado en Kingston en actividades de comercio. Venía él de dos viejas familias de honda raigambre italiana, como lo indican sus dos apellidos de origen toponímico, emigradas a Inglaterra en distintas épocas y llegadas al apogeo de su grandeza en la segunda mitad del siglo XVIII, principalmente la rama Montefiore, de la cual el más alto representante fue un primo hermano de don David, Sir Moses Montefiore, Alcalde Mayor de Londres, Presidente de la Cámara de los Comunes, Presidente de la famosa Corporación de Pesca de Inglaterra y filántropo cuyo nombre se recuerda con veneración en las comunidades sefardistas de Rusia, Rumania, Marruecos y Palestina ( 1) . Como todos los suyos, de muchas generaciones atrás, don David Castello Montefiore apenas terminada su educación humanística con gran éxito, especialmente en lenguas antiguas y modernas, se dedicó al comercio de importación y exportación, asociado primero a la firma Sasoon y luego por propia cuenta en la misma rama de negocios en Porthsmouth donde conoció a la que andando los días había de ser su esposa, doña Mary Brandon y Mendes da Costa, celebrada por sus contemporáneos como una de las mujeres más bellas de su época, perteneciente como él a una antigua familia sefardita asimilada, pero de origen portugués y por lo Mendes da Costa prima hermana, a su vez, de otro grande de Inglaterra, el insigne Disraeli, de viejo tronco italiano, llegado a su apogeo con el título de Conde de Beaconsfield y considerado como uno de los más grandes estadistas del mundo en su tiempo. No sabemos por qué motivo, pero es lo más seguro suponer que llevado por sus negocios, el joven David Castello pisó por primera vez tierras del - 22'3' -

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

Virreynato de la Nueva Granada en 1808, en las playas de Cartagena de Indias, donde tuvo relaciones de amistad con los hombres que estaban en vísperas de dar un golpe de estado a la autoridad superior de la provincia, como los Ribón, Martín, Amador, Zubiría, del Real, etc. {2) y como eTa natural, y así lo recordaba él más tarde, desde entonces quedó prendado de estas tierras de promisión y de sus gentes, aunque por el momento prefirió regresa1· a Kingston, donde acababa de establecer una respetable casa de comet·cio. Y alli el destino le preparaba la oportunidad no solo de conocer, sino de admirar y estrechar relaciones de amistad con un celebrisimo " refugiado", el general Simón Bolívar, llegado a la isla después de los desastres de Venezuela y a ralz de sus desavenencias con el jefe civil y mjlitar de Cartagena, que le habían impedido poner su genio militar al servicio de la defensa de esta plaza, en momentos en que se veía amenazada por la expedición punitiva, más que pacificadora de don Pablo Morillo. Bolívar se había acogido a Jamaica como a lugar seguro y propicio para cont inuar su empresa revolucionaria, bajo la protección del gobierno inglés y la benévola tolerancia del gobernador jamaicano. No podía haber escogido sitio mejor el formidable campeón de la líbertad que ese, donde se vio rodeado del cariño y la comprensión de distinguidos hombres de negocios que no vieron en él a un derrotado y con él una causa perdida, sino a un genial conductor, desafortunado en ese momento, pero capaz de coronar una colosal empr·esa libertadora. Esos hombres de trabajo, por lo que sabemos ahora, seguían con preocupación el curso que iban tomando los a suntos de la independencia de las colonias españolas. Uno de ellos, Mr. Edward Cullen, llegó en su interés hasta someter al gran "refugiado" a un reportaje sobre el futuro de esos países en lucha por su libertad, que se veía tan oscuro en esos días de vencimiento, lo que dio pie al documento famoso que pasó a la historia con el nombre de Carta de Jamaica, o Carta profética, como ha sido justamente llamada. Por lo que hace a David Castello Montefiore es preciso reconocer que no tuvo dudas en el éxito futuro de su amigo Bolívar y con el mayor desinterés "le procuró armamento y jamás exigió remuneración por sus servicios" {3) . Nunca se supo cuál fue la cuantía de la contribución de Castello a la expedición que Bolívar preparaba entonces y que se r ealizó luego desde Los Cayos, pues ese austero hombre de negocios jamás quiso revelarlo. La personalidad del "refugiado", s us ideas y esperanzas, su carácter recio y emprendedor, habían impresionado tan fuertemente su espíritu que esto solo bastó para que abriera su caja de caudales a una empresa que se proyectaba dentro de un horizonte oscuro, aunque confiada a un hombre genial y de voluntad de hierro. Años más tarde, cumplida la magna obra de la emancipación y cuando ya el antiguo "refug¡ado" dormía el sueño de los inmortales, Castello prolongaba su devoción al grande hombre mediante "un busto de Bolívar, modelado por Tenerani, coronado de laurel y colocado sobre una columna de caoba en lugar preferente de la sala de su casa de habitación" {4) . Y para perpetuidad de su recuerdo gustábale contar a su nieto, Jorge W. Price, al calor del hogar, las excelencias de ese amigo extraordinario de otros días "para inculcarle sentimiento de amor y veneración al Padre de la Patria colombiana". - 224 - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

De Kingston trasladó Castello sus negocios a Nueva York, donde fundó una poderosa casa comercial, pero "una gran pérdida de fortuna", agravada con la muerte de su incomparable esposa, lo determinaron a radicarse, hacia 1846, en la capital de la ya república de Nueva Granada, en la Bogotá de mediados del siglo pasado, que estaba aún anclada con un pie en el pasado colonial y otro de avance hacia los países cultos de Europa y donde prosperaba una selecta colonia extranjera, especialmente inglesa, que colaboraba con decisión en los anhelos de p1·ogreso del vecindario. Pa1·te no pequeña en esa determinación de Castello fueron las instancias de sus amigos neogranadinos que apreciaban sus dotes de gran señor y de hombre de empresa, entre ellos el general Tomás Cipriano de Mosquera y el doctor Lorenzo María Lleras a quienes había conocido años antes y brindado generosa hospitalidad en Kingston. El más interesado en este traslado fue sin duda el doctor Lleras que debía a Castello haberle salvado la vida en circunstancias verdaderamente trágicas. "El doctor don Lorenzo M. Lleras, cuenta Price, cuando joven, navegaba pa1·a Jamaica en una goleta, la que ya a la vista de Kingston zozobró. De pronto vieron los náufragos que se dirigía a ellos una lancha en la cual iba don David Castello, quien recogió al doctor Lleras y lo hospedó en su casa de habitación" (5). Establecido en Bogotá con sus hijos, de ellos, Elisa casada para la época con el gran pianista y compositor Enrique Price; Mada, casada aquí en primeras nupcias con Jorge B. Child y en segundas con Salomón Koppel; Susana, fallecida en la adolescencia; Edmundo F. de H. Castello, casado en primeras nupcias con doña Juana González y luego con doña Victoria Páramo y Santiago, artista po1· vocación y por estudio, el hogar de don David Castello fue el centro de la sociedad más distinguida de entonces y el foco de irradiación de grandes iniciativas y realizaciones de progreso de la capital, en actividades industriales, artísticas y deportivas. Fundó apenas llegado aquí la casa comercial "Castello e hijos" y más adelante la " célebre Compañía Agrícola Anglo Colombiana, en asocio de los Schloss, Stiebel, Goyeneche y Santamarías, la cual impulsó en el país la industria del tabaco en las afamadas vegas de Lagunilla, y la aplicación de las ruedas hidráulicas de fieno a los trapiches de caña. Fue el primer renovador y propagador de la exportación de la quina colombiana que desarrolló tanta riqueza en el país" (6). Aun más: a sus instancias y consejos, su yemo don Salomón Koppel, cóns ul del Imperio alemán y competente hombre de negocios, puso las bases de la fundación del Banco de Bogotá que tantos y tan inestimables servicios ha prestado al desarrollo de la economía colombiana. Por otro lado el hogar de don David Castello se había convertido, andando los días, en un centro musical de primer orden, donde corrían vientos de renovación de alta cultura artística. Músico él también, pues en su juventud había sido pianista de regulares dotes, colaboró en la importante empresa de su yerno, el afamado maestro den Enrique Price, de dotar a Bogotá de una "Sociedad Filarmónica", semillero de notables personalidades artísticas, que debe tenerse como punto de partida de las excelentes orquestas que de allí en adelante se f undaron en la capital para llegar a la magnífica Sinfónica de nuestros días, en el largo recon ido de un siglo. A Price, "regenerador de la música en Bogotá", como justamente - 225 - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. lo ha llamado el doctor Perdomo Escobar (7), le debe la ciudad un homenaje especial po1· su magna obra educativa en este ramo de las bellas artes. Pero no solamente embargaba las actividades de espíritu de Castello los asuntos comerciales e industriales y las manifestaciones artísticas; como buen inglés gustaba de los deportes y fue parte principalísima para establecer en Bogotá el de carreras de caballos. Era de verse su gallarda figura, en riguroso atuendo de levita y sombrero de copa, presidir las competencias de los caballos sabaneros, montados por sus propios dueños, con la solemnidad de un perfecto gentleman, como si se t ratase de correr el Derby de Inglaterra, rodeado de sus distinguidísimos compatriotas Logan, Sayer, Elbers, Reed, Davoren, Polk, Blagborn, en esas primitivas carreras a que asist!a el Presidente de la República con lo más granado de la sociedad bogotana en el improvisado "hipódromo" de Campoalegre a orillas del l'io Fucha. Se trataba entonces no solamente de poner una nota de alegria en el descanso dominical de la quieta y confiada Bogotá, sino de colocarse a la altura de los países europeos con un deporte inocente y desinte1·esado, como lo recordaba años más tarde el primer cronista hípico don Ramón Guerra Azuola (8). Hizo aún más, don David Castello, por elevar el depo1te hipico que asume hoy caracteres de diversión e interés nacionales: movió y ayudó a su yemo don J orge B. Child a importar sementales de raza inglesa, la de más fama en el mundo, con ese objeto, empresa muy aniesgada entonces porque aptmas nacia la afición con lo~ primeros ensayos. Child recordaba más tarde lo que fue la tragedia de esa importación de reproductores, para llegat algunos ejemplares a la sabana, en una de las mayores sequías del rio Magdalena. A la edad de 92 años, en 1882, falleció en Bogotá don David Castello Montefiore, después de haber gastado en esta tierra, que él consideraba como su segunda patria, m<ís de medio siglo consagrado al servicio de sus semejantes, preocupado en todo momenlo por el progreso del pais en empresas aniesgadas que alguna vez lo pu:;ieron al borde de la ruina por t;ausa de crisis mundiales en los negocios. Vivió y murió rodeado del cariño de quienes lo trataron y admiraron sus virtudes civicas. Queden estas lineas como un homenaje a este olvidado amigo de Bolíval', ge11eroso y noble colaborador en la imlcpendencia y tronco de familias que han sido ornato de Colombia. NOTA S t l ) Phllo·I•C.J:ÍCOI•. Hand/JIIclc d1•t< :iii<lixcil•>< ·wi••• 11 . f.!t'rlfn. IU35, p. •172. (21 PRICK J orgl' W., llio!Jra/(a«. Jmprl'nta de Ln Cruzada. B~oló, 1916, IJ. í!;!. ( 3) Id. !bid., p. 84. 14) Es le busto. v<.'rdatlcl'fl obrn mneslrn del in~iJcne <l~C III\(Jt' ilnlinno se cotbCr\'nba hllsU\ hac.., algún llcmpo en Crutll d<: uno de 108 dcscendi.,-.ntes dl' Cnst.cUo. 16) PRICE, ob. cit... p. 86. \Gl ld. lb!J., p. 87. t7) PEROOMO ESCOBAH. JOl!c hmado, Histori,. d.: la Jfír•ica " " ColomiJia. 3t edición. lliblioi~a de Historia Nacional. Vol. Clll. Editorial A D C. Bo¡¡ou\, 1963, p. il. (8) Aunque IM earreras de cnbnllos se iniciaron en Jlogoti\, hncia 182&. POI' 10!1 oficiales in gles~. ('ttlonccs numerosO!! <'n lo cnpitol. no tuvieron el cariÍCl<!l' de deporte permanente, sino como mero pnsaliempo. Solo l'n 18~6 >e trató de establecerlas dctini· tivamcnte. con In obi<crvnncin de renlnmcntO;J y cosLumbrcs copiados de lnglal<'rw. - 226 -

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David Joseph Castello Montefiore's Timeline

1790
March 17, 1790
London, England (United Kingdom)
1821
August 16, 1821
Kingston, St. Andrew Parish, Jamaica
1823
May 18, 1823
Kingston, St Andrew Parish, Jamaica
1824
December 3, 1824
New York, NY, United States
1826
April 2, 1826
1829
October 1829
1832
July 18, 1832
1834
1834
New York, NY, United States
1882
June 15, 1882
Age 92
Hda. La Union, Tolima, Colombia