Hector Vicente Sábato Condron

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Hector Vicente Sábato Condron

Birthdate:
Death: February 2000 (77)
Immediate Family:

Son of Vicente Esteban Sábato Ferrari and Brigida Condron Tobin
Husband of Private
Father of Marta Sabato Haedo and Private
Brother of Jorge Alberto Sábato Condron and Hilda Susana Sábato Condron

Managed by: Carlos F. Bunge
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About Hector Vicente Sábato Condron

Don Héctor Vicente Sábato, aquel docente de Bariloche

Lunes 28 de Junio de 2010 00:00

El docente, periodista y ex secretario de Turismo, Héctor Vicente Sábato, cumpliría años hoy y B2000 quiso recordarlo. En el libro Hombres y Mujeres de Bariloche la periodista Teresita Méndez reprodujo una entrevista que le realizara en 1993, cuyas reflexiones vale la pena recordar y tener en cuenta. (*) Del libro Hombres y Mujeres de Bariloche/Teresita Méndez (2008)

Héctor Sabato nació el 28 de junio de 1922 en Rojas, provincia de Buenos Aires, lugar donde recaló aquel abuelo italiano, analfabeto y trabajador, que dio vida a once hijos. Entre ellos, a Ernesto, insoslayable pensador y escritor argentino que llevó el apellido a distintos ámbitos del mundo.

Don Héctor fue maestro, locutor y periodista. Aquí recuerda a esos abuelos, su arribo al suelo patagónico en la década del 40 cuando comienza a ejercer en la escuela de Ingeniero Jacobacci y el paso por la Escuela Nro. 16 Francisco Pascasio Moreno junto a Domingo Magistrali.

Fino observador de la sociedad barilochese, analiza aspectos de su conformación después de haber desarrollado múltiples actividades en su seno. Falleció en febrero de 2000.

Héctor Vicente Sábato (entrevista realizada en marzo de 1993)

Llegué a la Patagonia a fines del 42. Durante los primeros días del 43 empecé a ejercer como maestro en la Escuela 17 de Ingeniero Jacobacci. En aquella época era el coletazo de la crisis del año 30; en Buenos Aires había una situación muy complicada. Hacía falta trabajo, una situación muy dura. Esta generación no sabe lo que es una crisis tan fuerte. Acá ha llegado a preocupar a un grupo de gente, a un sector, a esos que llamamos bolsones de pobreza.

En aquella época, era una situación más generalizada además no había una clase media como la que después se formó en Argentina. Es decir, para conseguir un puesto de maestro que cobraba 193 pesos con 20 centavos había que venirse a la Patagonia o ir al norte.

En aquella época Río Negro era Territorio Nacional. Los que son nacidos y criados acá y tienen algunos años saben que dependíamos del gobierno central, ni siquiera votábamos, solamente se elegían las comisiones vecinales pero no gobernador, diputados, no había Legislatura, etc.

En Jacobacci estuve dos años, una experiencia muy linda. Hay que pensar lo que era Jacobacci en aquella época. Pero me encontré con algo que tiene más valor y que es la calidez de la gente. Además, el maestro en aquel momento era una personalidad... respetado. Creo que el respeto uno se lo gana.

No yo, sino todos los maestros trabajábamos y nos brindábamos a la sociedad, a la comunidad de la que formábamos parte. Nuestra tarea no terminaba en las cuatro horas de clase. Era muy duro el trabajo porque era de alfabetización, de educación, hasta podríamos decir de colonización. La escuela es una formadora de hábitos. Allí enseñábamos a los chicos a bañarse...

Los maestros tuvimos sarna, piojos, todas enfermedades de tipo contagioso de la piel, bichos producto de la situación bastante comprometida. Pero, salvando las distancias, Jacobacci era Nueva York, porque había colegas a los que les tocó ir a Cañadón Chileno u otras localidades metidas ahí en el camino que va por Comallo, Mencué y Cerro Policía a General Roca.

Otros maestros que venían a Jacobacci a caballo los sábado a la tarde, porque ese día también trabajábamos, para ver un poco de civilización. Entonces tenía cine, teléfono, hospital... había hotel. En fin, había una sociedad formada. Un club, Huahuel Niyeo, que no creo que en Bariloche hubiera uno similar. Habría, pero ese no le iba en saga porque hacía muchos años que lo tenían.

Había en el maestro una función de formación, mucha relación con los padres. No hay que olvidar que el chico que está en la campaña cuando llega a los trece o catorce años empieza a trabajar, tienen que ir a la esquila, época de verano porque trabajábamos con el período de setiembre a mayo, es decir que había problemas, había que estar mucho con los padres.

En aquella época no había maestros particulares y los maestros que dábamos clases particulares no podíamos cobrar. No quiero criticar a los maestros que cobran, pero en aquella época no se acostumbraba, formaba parte de lo que nosotros creíamos que era nuestra obligación. Nuestro trabajo no terminaba con la campana de la escuela, continuaba.

En Bariloche

Ahí estuve dos años, conocí a quien es mi actual mujer, también maestra, Regina, con quien llevamos 48 años de casados, una vida. A los dos años nos trasladaron a la Escuela 16 de Bariloche. Claro, venir de allí a acá, eso si que era Nueva York. Tuve la suerte de haber trabajado en una escuela que llegó a ser -y esto hay que resaltarlo (ya que) poca gente lo sabe- una de las mejores escuelas del país.

En aquella época no se conocían las encuestas, pero había una revista que llegaba a todos los maestros, el Monitor de la Educación, que publicaba el desarrollo de actividades y noticias de los colegios para todo el país. En un análisis que habían hecho en el 45 o 46, la Escuela 16 de Bariloche ocupaba uno de los dos primeros lugares junto con una Escuela de Resistencia (Chaco). Una de las más importantes del país, no por el edificio -que era de avanzada- sino por su trabajo pedagógico.

Claudio Agüero era el director y Mamiela –quienes tienen algunos años se acordarán de ella- la vicedirectora. No había bancos, se trabajaba en mesas. Estábamos estudiando en aquella época con métodos brutales, veinte años adelantados. En sexto grado tuve la suerte de trabajar afuera, donde estaba la carpintería. No teníamos recreos, se tomaban cuando los chicos o el maestro decidían que estaban cansados. Mis chicos no formaban porque se creaba el hábito del orden, el respeto. Primero pasaban las chicas no los chicos. Los alumnos sabían que tenían que portarse bien porque sí, no porque el maestro estuviera presente.

Con Mingo Magistrali estuvimos muchos años trabajando juntos. Una escuela que tenía entre turnos mañana y tarde 700 u 800 alumnos. Me acuerdo que cuando había una fiesta patria o para Día del Maestro con Mingo manejábamos las 600 personas. Se paraba un maestro en la escalera que daba al patio y al primer llamado los alumnos prestaban atención. No era que estuvieran en un régimen militar ni mucho menos, jugábamos a la pelota con ellos. Me acuerdo que teníamos la quinta donde cosechábamos verdura. La pasábamos muy bien y son recuerdos realmente sensacionales, sobre todo porque uno veía como se iban formando los chicos.

Tengo la gran suerte, una de las grandes satisfacciones de mi vida, y lo digo con mucho orgullo, que mis alumnos, mis ex alumnos, siguen recodándome con mucho cariño y que son todos hombres y mujeres de bien. No sé si serán brillantes profesionales, pero son personas honestas, decentes, porque fue una de las cosas en las que más hacíamos hincapié.

Como maestros, era una actividad educativa de formación del ser humano. Darle al chico los elementos para que supiera manejarse en la vida pero marcando, subrayando, la ética, la conducta, la moral... Tantas cosas de las que ahora se habla como carencia, y es carencia, porque se dejó de darlas. El ejemplo teníamos que darlo nosotros, porque caminábamos por la calle, nos conocían todos, no podíamos ocultar nada, era una vida muy transparente. Si no predicamos con el ejemplo no podemos predicar....

Eso me dejó una gran satisfacción. Creo que ahora, a los 70 años, una de las cosas que más gozo y siento es el reconocimiento de los alumnos que tuve, que recuerdan un maestro medio cabrero, tenía carácter medio embromado, era inflexible, era muy duro en el cumplimiento de la tarea, pero que era muy amigo de mis alumnos, de los padres...

No había psicopedagogo, sociólogo, psicólogo, debíamos juntarnos para ver cómo podíamos solucionar los problemas de los chicos. Brindar instrucción para tratar de hacer de ese chico una persona de bien, un buen o buena ciudadana.

Esa parte de mi vida hasta el 48, cuando me dejaron cesante por una cuestión política. En aquella época me denunciaron, quedamos cesantes Agüero y yo. Luego nos reincorporaron en el 56 junto con todos los maestros que habían sido cesanteados.

Por una cuestión de estudios de mis hijos y personal, me fui a Buenos Aires a reincorporarme también a una escuela muy linda en Joaquín V. González y Batacay del barrio de Floresta y una escuela para adultos en Nazca y Gaona. Ahí estuve unos años y ya me metí en carrera de periodismo. Empecé a trabajar en Radio Porteña, en esa época Excelsior, y al poco tiempo dejé la docencia y seguí dando clases en forma alternada en la escuela de Periodismo, el Instituto de Turismo acá en Bariloche y en el Bachillerato Turístico en el colegio Angel Gallardo pero más por vocación y por ganas de hacer que por otra cosa.

Periodista

En esa época me atrapó el periodismo, que es otra de las actividades de mucho desafío, de mucha fuerza. En la vida cuando uno hace balances, yo estoy en la época de hacer balances… Me tocaron dos carreras, dos actividades que son de formación y educación: maestro y periodista. Y como periodista a mí me juzga el oyente o el lector o el televidente, conmigo habrá disentido mucha gente, he tenido lindas polémicas, pero nunca le falté el respeto a nadie. Esa es la gran satisfacción que tengo. Al tocar temas políticos y temas duros, personas que congeniaban o no conmigo siempre (tratándonos) en un marco de respeto, de seriedad, de honestidad, y sobre todo, con mucha preocupación por la capacitación.

El año pasado, cuando cumplía 69 años rendí un examen, una prueba de evaluación en un curso que se hizo del Consejo Interamericano de Turismo con sede en Washington y representación acá. Un curso sobre Ecoturismo. El 28 de junio cumplí 69 años y ese día estaba dando examen. Para los jóvenes, para toda esta generación que está luchando, lo dejo así para que miren. Nunca se les va a acabar el tiempo para aprender.

Creo que una de las cosas que me han servido para seguir interesándome en todos los problemas y seguir leyendo, seguir instruyéndome y capacitándome, es estar cerca de los jóvenes, porque ahora yo estoy aprendiendo de ustedes.

En nuestra época tuvimos muchos defectos, uno de ellos era decirles a los hijos o a los alumnos: yo en mi época hacía tal cosa. Todo ha cambiado, las costumbres, el mundo cambió, entonces ahora tenemos que adaptarnos a lo que los jóvenes están haciendo y no pretender lo contrario.

Creo que la relación que tengo con la gente joven, con muchachos de hasta 40 años es enriquecedora porque me hacen entender qué problemática está viviendo el hombre en un momento muy difícil para la sociedad. Momento en el que los valores esos de los que hablaba parece que son premios Nobel. Ahora el que es decente sale de lo común. Antes había que ser honesto, capaz y decente para ocupar ciertas posiciones, ahora el que tenga esas virtudes es noticia cuando es lo normal. Cómo van a decir: un funcionario honesto? Todos los funcionarios tienen que ser honestos. Además, también me sirve para retroalimentación, tomo y transmito experiencia no para decir hagan lo que yo hice sino para decir: miren, me equivoqué, traten de no equivocarse. Por más que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Uno de los axiomas de la escuela es que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Pero si tengo que ir al frente y tengo el lago no puedo ir, tengo que dar la vuelta. En la vida pasa lo mismo, uno encuentra que conviene hacer un desvío, un paso al costado para llegar a la meta, al final. Y no atropellar, aunque es lógico que los jóvenes lo hagan porque pueden llevarse la pared por delante.

Agradezco a Dios que me haya mandado acá y después de 50 años en la Patagonia sentirme contento de haber estado y de que me saluden con cariño, respeto, con el mismo cariño que les tengo a ellos.¬

La familia

Nací en Rojas, provincia de Buenos Aires, un pueblo de la zona de Junín, Pergamino, noreste de la provincia, zona de campos muy ricos. El pueblo donde nació prácticamente toda la familia Sábato, menos mi padre que nació en Buenos Aires porque cuando los abuelos llegaron de Italia en 1896 mi abuela venía embarazada. Fue gestado en Italia y nació en capital federal. Después se trasladó en el 900 a Rojas.

Los abuelos paternos son Francisco y Juana Ferrari. Los maternos, Juan Condron y Sara (irlandeses). Tuve dos hermanos: mi hermanita, Beba, que murió muy chica, y Jorge.

Soy el único no famoso de los Sábato. Tengo una familia increíble. Mi abuelo Francisco, prácticamente analfabeto, un hombre de trabajo. Cuando llegó al país trabajó de carnicero, inmigrante clásico. Es notable decir ahora que uno tuvo un abuelo analfabeto, parece que todos tienen parientes millonarios. Es un misterio que estoy encontrando ahora. Estoy orgulloso de que ese abuelo haya dado once hijos; murieron tres muy chicos y quedaron ocho, cuatro de los cuales -Lorenzo, que murió hace algunos años, Juan, Ernesto y Arturo, que todavía viven- fueron profesionales de primer nivel y los últimos dos, figuras en el país y en el mundo.

Por el lado de mi hermano estoy mucho más orgulloso teniendo en cuenta que Jorge, Jorjón para los amigos, murió cuando tenía 59 años y la gente lo sigue recordando más todavía por aquellas notas que escribió en Humor y que recomiendo releer porque son una enseñanza de vida. Se olvidan que estuvo trabajando para hacer Atucha por ejemplo. Como todos, es mucho más reconocido en el exterior que aquí. Pero en Bariloche hay buenos amigos y muchos condiscípulos de él y algunos discípulos que todavía lo recuerdan. Sufrimos mucho su muerte porque murió cuando empezaba a dar. Era un tipo fuera de serie, era un hombre excepcional no sólo desde el punto de vista de su capacidad como físico, como hombre de acción o como pensador, sino como persona, cosa que también admiro de Ernesto, mi tío.

Cada vez que veo cómo lo distinguen y lo honran realmente me enorgullece porque lo quiero entrañablemente y lo respeto. No discuto su posición de escritor ni de pensador. Ernesto Sábato hombre es una de las personas en el país de más coraje civil, que luchó contra toda suerte de dictaduras y opresión de aquí y de afuera. Fue castigado, preso, condenado, tuvo una vida azarosa.

A los 82 años (hoy 99) sigue teniendo fuerza y sigue siendo escuchado por los jóvenes. Cuando le dieron el título Doctor Honoris Causa estuve en Buenos Aires. El cincuenta por ciento del público estaba integrado por muchachos y chicas que siguen a este hombre que es un ejemplo.

Doctor en física matemática, alumno de (Albert) Einstein y de (Fréderíc) Joliot-Curie, que dejó la ciencia. En un libro dice que la abandonó cuando se tiró la bomba atómica. Estaba estudiando fisión nuclear en Italia, pero cuando vio la utilización que el hombre daba a algunos logros científicos, abandonó.

Ernesto y Jorge son los más conocidos de esta familia tan numerosa. Siempre hay un Sábato haciendo lío en algún lado. Siempre nos caracterizamos por eso. Los primos: Jorge, que fue ministro de Educación de Alfonsín; Mario, director de cine y televisión; Pepito, José, químico directivo de una gran empresa en Buenos Aires, dos arquitectos. Todos surgiendo de aquel abuelo analfabeto y pobre. Ernesto lo describe muy bien: un hombre tremendamente duro, alguna vez conversó con mis hijos.

Nosotros no tuvimos infancia, regalos. Eramos todos hombres, la única mujer era mi pobre abuela. Me crié con tíos porque mi madre murió cuando tenía cuatro años. Me voy con mis abuelos paternos a La Plata, mi hermano con los maternos a Rojas. Estuvimos separados, nos veíamos de vez en cuando. Mi padre se casó por segunda vez, yo tenía 14 años y mi hermano 12, volvimos a juntarnos. Siempre decíamos que éramos amigos y además, hermanos.

Esa dureza, esa rigidez del abuelo que no perdonaba nada y de mis tíos. A mis hijos creo que tampoco les he perdonado nada aunque aflojé un poquito. El ha marcado a todos y siento orgullo de que mi hijo está considerado una persona de bien y mi hija también. Están heredando la fuerza de aquel viejito que era petiso, nosotros salimos a la abuela. El que es muy parecido a mi abuelo es Ernesto.¬ Siempre hay excepciones pero en general trazó una línea.

Habrá tantas familias modestas de inmigrantes en esta Patagonia... He conocido tantas de sirio libaneses que andan en la Línea Sur... en Bariloche, que hicieron la base de las ciudades. Entre ellos estaba mi suegro, Pedro Longaretti, que vino a trabajar con Capraro. Toda esa gringada es el basamento de esta ciudad.

Quisiera saber cuántos de esos gringos que vinieron en aquella época sabían leer y escribir y tenían algún centavo. Se hicieron a fuerza de coraje y de lucha en un clima duro, con pocos recursos, con mucho empuje, mucha fuerza, mucha fe.

En ese viejo Sábato recuerdo a muchos que hicieron mucho para formar una Nación como la nuestra. Con todos los defectos y virtudes que podamos tener es un gran país que merece ser vivido.

No tengo bienes materiales, soy un docente jubilado así que… y sigo trabajando todavía. Tengo la dicha de haber viajado mucho por todo el mundo y cada vez que viajo, que es una forma hermosa de aprender, comparo.

Entonces uno se da cuenta de que tan malos no somos los argentinos ni tan malo es el país.

Repito algo, y sobre todo a la gente de Bariloche: me siento barilochense y lo he defendido a muerte siempre, pero no nos perdonamos una. Somos caníbales, nos queremos comer unos a los otros. Tenemos que ser un poco más condescendientes, un poco más tolerantes.

Soy amigo del diálogo, soy un ferviente defensor de la democracia. Creo que la democracia se ejerce con el diálogo (sin pretender) imponer mi idea. Soy un eterno dialoguista, soy un eterno componedor, no me he peleado nunca en mi vida y no es un mérito, no lo tomo como virtud, creo que es una conducta. Empiezo por lo que es fundamental para mí, para que te respeten tengo que empezar a respetar.

El otro día me sentí triste cuando enterramos a Pepe Génova, uno de los pioneros del turismo en Bariloche. Por esta cosa de la incomunicación, en el momento en que estamos más comunicados, por esta locura que tiene el hombre por el tiempo, por los relojes, que ya invadió Bariloche, no se le rindió, no digo el homenaje, sino el reconocimiento a lo que hizo cuando empezó a traer turistas. Lo conocí en 1944, ya venía acá con el viejo (Reynaldo) Knapp y con toda una barra de gente trabajando por lo que ellos en aquel momento estaban vislumbrando podía ser una ciudad turística. Me sentí mal porque no vi a la gente que tendría que haber visto en aquel momento para acompañarlo. Y ahí entra nuestro canibalismo, si no respetamos o recordamos a nuestros mayores...

Con todos los errores que pudieron tener esos viejos, en cuya categoría ahora entré, que sepan comprender que jugamos a favor de una comunidad, en muy pocos casos a favor de una persona. En cambio, creo que ahora las cosas se han dado vuelta. No acá, hablo en general. Creo que el mundo se ha hecho muy individualista, demasiado individualista, y muy impaciente. La impaciencia va originando desgaste en la gente. Suceden cosas que nos desconciertan y a los jóvenes los tiene en una incertidumbre que no saben para dónde agarrar. Cada vez se hace más complicado, el aumento de la población cada vez es mayor. Hay que pensar lo que era Bariloche hace diez años, las cloacas son las mismas, las escuelas son las mismas. Claro, no alcanza, no se puede y lo tremendo va a ser cuando no haya más para comer.

Los jóvenes deberían leer un poco más a los viejos filósofos para ver el sentido de la vida. Leer el best seller es importante para estar aggiornado pero creo que hay que leer un poquito más filosofía, de los viejos maestros. Rescatar el ejemplo.

Cuando empecé a trabajar en la radio (LU8 Radio Bariloche en la década del 40) los diarios llegaban a la semana de haber sido publicados. Antes de que existiera esa emisora, podía haber estallado una guerra y no nos hubiéramos enterado.. Qué decir de los pobladores de la campaña. Uno de los grandes inventos a los que la gente no da importancia es el transistor porque un hombre que está cuidando ovejas en el medio de la pampa, en vez de tocar la flauta o la armónica está escuchando la radio. Todas estas cosas van configurando una generación conflictuada, desorientada, porque hacen falta referencias, ejemplos de honestidad, ética, moral, conducta...

El hombre

Disfruto a mi familia, mi mujer Gina, mis hijos Roberto “Tito” y Marta -que después de catorce años en Estados Unidos vino a Buenos Aires-. Soy muy familiero, tengo cinco nietos: Lucrecia -estudiante de Psicología-, Mariana -que acaba de terminar el bachillerato en la escuela alemana-, Nicolás -en Estados Unidos haciendo el bachillerato-, Rodi -filósofo y yanqui- y Natalia de diez años. Mi nuera, Malú, ha tenido momentos muy duros en su vida pero fueron sobrellevados. Cristo llevó la cruz, cada uno lleva la suya. La mía es una familia sufrida. Acabo de cumplir dos años desde el accidente (automovilístico que casi le costó la vida), somos duros, somos longevos, damos trabajo, seguimos hablando y haciendo cosas y pensando siempre en que, como decía (Antonio) Machado: hay que dejar huella, el hombre que pasa por la vida sin dejar huellas no mereció vivir. Toda persona tiene que dejar una huella en la vida, algunas buenas, otras malas, al menos que sepa dejar algo.

Cuando veo los árboles en la Costanera (Avenida Doce de Octubre)… Esos los planté yo con mis alumnos, con Mingo Magistrali hace cuarenta y cinco años. Me falta escribir un libro pero como me llamo Sábato, difícilmente pueda escribirlo. Pero son cosas que uno deja, cosas en la escuela, en la biblioteca… Uno después se cansa y aparece gente que sigue trabajando, con una tenacidad, sobre todo mujeres. Bariloche tiene un grupo de mujeres en todas las actividades que son muy metedoras, con mucha fuerza. En una ciudad con una conformación muy rara que comienza con su geografía: noventa mil habitantes (distribuidos) en cuarenta kilómetros de largo por quince de ancho. No sabemos quiénes somos. Es un pueblo difícil para trabajar, por eso el mérito de las mujeres en las instituciones, que son tantas y ejemplo en la ciudad. Han conseguido que gente nueva se incorpore. En Bariloche las mujeres están dejando marca.

Para gobernar es muy difícil. Una vez alguien dijo que Bariloche es un conjunto de individuos y creo que robé esa definición. Si hay un pueblo impaciente en Argentina, ese es el barilochense. Con el arreglo de las calles, por ejemplo, pataleamos y gritamos para que lo hagan y después nos quejamos por los inconvenientes que ocasionan los arreglos. Nos quejamos por los perros sueltos, sale la perrera y por qué me llevaron a mi perro. Es un pueblo bastante complicado, difícil de entender. Hay muy buena gente, con las excepciones del caso, sobre todo población aluvional. Hay algunos que se van de noche y otros se quedan.

Hay no menos de cincuenta clubes. Se dividen, se separan. Ganan los verdes y los azules forman otro club. No nos conformamos, siempre buscamos la vuelta para hacer un nudo más al piolín.

Algunas veces digo que Bariloche es una fábrica de comunicados. Hay un problema, se juntan cuatro o cinco y escriben un comunicado. En Canal 3 se terminaron los comunicados. En aquella época los informativos se hacían como dice la ley: había que escribirlos y en el duplicado iba la firma del locutor y del operador. Así dice la ley, no creo que haya cambiado. No como ahora que leemos recortes de diarios y si dice una barbaridad, y aunque esté escrito con lenguaje para prensa escrita, lo leemos en lenguaje oral cuando la sintaxis es totalmente distinta y si hay una falta la repetimos. Antes quedaba la constancia. Alfredo Sauter una vez me preguntó qué pasaba que cada vez llegaban menos. Le digo: acá están pero como ya no leía los nombres de los que firmaban, no les interesaba. Llegué a la conclusión de que mucha gente produce comunicados para que la gente se entere que lo escribió fulano y mengano. Me acuerdo que de veinte o treinta, llegaban dos o tres. Ellos defendían el problema comunitario pero cuando lo transmitían ellos mismos.

Existen tantos problemas de años a los que no encontramos solución. Por ahí viene la cosa, la impaciencia, no sé si nos corre la angustia. En lugar de observar el lago, la montaña, estamos mirando para adentro a ver qué más falta. En esta conformación de nombres en la que uno vale por lo que tiene y no por lo que es. No entiendo como no disfrutamos de lo que tenemos, por ejemplo, de los notros que son una belleza. Vamos en un vértigo total. Yo soy de Cáncer, doy un paso y dos para atrás, pero en Bariloche parece que todos fuéramos del mismo signo zodiacal. Siempre para atrás y es, como diría Reutemann, es difícil.

Nunca hago juicios de valor, nunca mi opinión es un juicio de valor. Acá se habló mucho tiempo de que faltaban carreras terciarias. La escuela alemana (Instituto Primo Capraro) y la Universidad Fasta crearon carreras pero se siguen yendo a estudiar afuera porque es la moda. No he visto reflejado el beneplácito de la población diciendo qué buena salida, porque permite que la hija o el hijo sigan estudiando acá. Ojalá me equivoque pero no he notado comentarios.

Aparte de impacientes, somos individualistas. Es una condición del hombre pero acá está más acentuada. Todo es mi, no usamos primera persona del plural. Si decimos nosotros , lo que buscamos no tiene fuerza, no tiene valor.

Actualmente estoy trabajando como coordinador de prensa en la Secretaría de Turismo de la provincia. Me gusta el trabajo porque tengo más contacto con periodistas y puedo ser útil en algo que conozco y en un ambiente en el que se me aprecia. Conté cuarenta personas que hacen periodismo. Tengo carnet de periodista y locutor y no descalifico a la gente que se ha incorporado y sufrió la falta de recursos y lugares para estudiar. Creo que desde el periodismo se puede hacer docencia.

Esta es una ciudad turística donde es muy importante la sonrisa, el gracias, el por favor, para que ese turista se vaya contento y difunda las bondades, no solamente la belleza natural sino la atención que haya recibido. Esto debe comenzar desde los niños, el chico es como una polea, un generador de ideas en su casa. Que los chicos cuando pasen frente a un notro florecido digan qué suerte que tengo de vivir acá, que no pasemos indiferentes. No valoramos lo que tenemos. Que la gente viva más con el paisaje. Hay un viejo dicho que dice: lo que no se conoce no se quiere.

El barilochense es viajero e inquieto. Estuvo en muchos lugares pero no conoce el Museo de la Patagonia, por ejemplo. No fue a Valle Encantado y cuando va, pasa a 150 kilómetros por hora.

Cuando me fui a trabajar a Copahue, hace un tiempo, me llevé como único libro una Biblia, que comienza y termina en cualquier lado. Cada página es un libro y contiene las realidades de lo que es el hombre, para qué está en la tierra. Para ser feliz y hacer feliz a los demás y no encandilarse con la trepada hacia el poder, y no sólo político. Lo más simple y positivo: realizarse en armonía con los demás. De lo contrario somos el lobo estepario.

Uno tiene un apellido y hay que honrarlo y hay que caminar por la calle con la frente alta. Lo importante es actuar como vecino, como conciudadano. Si no, no sirve para nada.

Tuve la suerte de tener muchos ejemplos buenos para copiar. Es bueno poder mirarse al espejo cuando uno se afeita a la mañana. Algunos tendrán que bajar la mirada.

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