Máximo Adolfo Henríquez Ureña

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Máximo Adolfo Henríquez Ureña

Birthdate:
Birthplace: Santo Domingo, Los Alcarrizos, National District, Dominican Republic
Death: January 23, 1968 (82)
Santo Domingo, Los Alcarrizos, National District, Dominican Republic (after falling in the stairs of the home of his brother Sócrates Nolasco)
Immediate Family:

Son of Francisco Henríquez Carvajal and Salomé Urena Diaz
Husband of Guarina Lora Yero
Father of Hernando Henríquez Lora and Leonardo Henríquez Lora
Brother of Francisco Noel Henriquez Ureña; Pedro Henríquez Ureña and Camila Salomé Henríquez Ureña
Half brother of Francisco Henriquez Lauranson; Rodolfo Henríquez Lauranzón; Cotubanamá Henríquez Lauranzón; Eduardo Henríquez Lauranzón and Marta María Adelina Henríquez Lauranzón

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Last Updated:

About Máximo Adolfo Henríquez Ureña

Wikipedia

Maximiliano Adolfo Henríquez Ureña (16 de noviembre de 1886 † 23 de enero de 1968) fue un escritor, poeta, profesor y diplomático dominicano. Hijo de Francisco Henríquez y Carvajal y Salomé Ureña. Tras haberse recibido de Bachiller en Ciencias y Letras en Santo Domingo, bajo la orientación del profesor y poeta Emilio Prud'Homme, su padre lo envió a la ciudad de New York a continuar los estudios universitarios. En Cuba, país al que arribó luego de su estadía en Norteamérica y donde residió durante muchos años, obtuvo el título de Doctor en Filosofía y Letras.

Índice

   1 Viajes y reconocimientos
   2 Investigaciones
   3 Muerte
   4 Referencias
   5 Enlaces externos

Viajes y reconocimientos

Tuvo fama de gran orador y de excelente conferenciante y al igual que su hermano Pedro Henríquez Ureña viajó por los Estados Unidos, México, Argentina, Brasil y Puerto Rico, compartiendo sus conocimientos humanísticos con el resto de Hispanoamérica. Fue profesor de literatura de la Escuela Normal para Maestro de Santiago de Cuba, director del Ateneo y de la Academia de Derecho González Lanuza, de Santiago de Cuba, miembro de número de la Academia Nacional Cubana de Artes y Letras, ministro plenipotenciario de la República Dominicana en Londres y en Washington, secretario de Estado de Relaciones Exteriores, superintendente general de Enseñanza, secretario de Estado de Interior y Policía, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua,1 conferencista de la Facultad de Filosofía de la Universidad Federal de Río de Janeiro y profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña hasta el momento de su muerte. Investigaciones

Sus estudios e investigaciones acerca de la cultura y de la literatura de la América Hispana comprenden varios volúmenes, destacándose entre ellos: Panorama histórico de la literatura dominicana, Panorama histórico de la literatura cubana y Breve historia del Modernismo. Vivió muchos años en Cuba y gran parte de sus escritos están dedicados al estudio de la cultura y de la literatura de esa isla caribeña. Muerte

Murió en Santo Domingo el 23 de enero de 1968. Referencias

   «Anuario. Relación histórica». Academia Mexicana de la Lengua. Consultado el 4 de mayo de 2011.

Enlaces externos

   Enciclopedia Virtual Dominicana

################################################################################ Henríquez Ureña, y su obra cubana Autor: Mercedes Santos Moray | Fuente: CUBARTE 16 de Noviembre 2010

El diálogo íntimo, desde la comunión de ideas y del espíritu, cabalgó muy tempranamente sobre el Caribe, y en especial, entre dos islas hermanas, las de Quisqueya, tanto en su costado haitiano como en el dominicano, y Cuba, como se evidencia en el intercambio de hombres y mujeres durante varias décadas, así como la presencia, muy puntual, de la emblemática figura del Generalísimo Máximo Gómez, el héroe que enseñó a los mambises a empuñar su instrumento de trabajo en los campos, como mortífera arma en las guerras de independencia.

También, y dentro de ese tejido fraterno, sobresale el cubano José Martí, y sus constantes viajes a tierras quisqueyanas, en el primer lustro de la última década del siglo XIX, mientras organizaba y sembraba, entre emigrados y amigos, vecinos de esas naciones, el ideario de la guerra final, la que él llamó necesaria, y que encabezó hasta caer en el combate de Dos Ríos.

Durante tales andanzas, también pudo Martí intercambiar con políticos, escritores, pedagogos e intelectuales, con quienes compartió su obra poética y periodística, aquella voz suya que ya no solo le pertenecía a la Isla mayor de las Antillas, sino que asumía la historia, la cultura y el proyecto de toda nuestra América.

En esos viajes, y en el afecto profundo, se gestó su amistad con el polígrafo dominicano, don Federico Henríquez y Carvajal, y se multiplicó con su hermano Francisco, el médico que fue el presidente del destierro, cuando años más tarde los Estados Unidos invadieron a la República Dominicana, así como con doña Salomé Ureña, su esposa, maestra cultivada por el espíritu antillano del gran puertorriqueño, Eugenio María de Hostos, y figura clave de la lírica de su país, la misma que en 1889 le escribía a su esposo, al referirse a la revista martiana, editada en Nueva York, por José Martí, y que ella entregaría como un regalo su hijo Pedro:

Me he suscrito a un periodiquito mensual titulado La Edad de Oro, publicado expresamente para los niños, y él está lo más contento, porque yo le he dicho que ese periódico acostumbran mandárselo a los niños buenos en premio de su obediencia y docilidad. De modo que cuando me desatiende en algo, le digo que no van a mandar más el periódico porque él no es bueno, y entonces me promete enmendarse. Como todo lo lee, siempre me está preguntando las palabras que no comprende.

De esa célula brotarían los hijos de los Henríquez Ureña, los intelectuales Pedro, Camila y Max, quienes dejaron, en diferentes momentos y con mayor o menor presencia en Cuba, su huella profunda en la cultura y en la sociedad de nuestra nación, particularmente la hermana menor, maestra de generaciones que en nuestra patria asumió su obra, y a la que regresó después del 59, para entregar también, sus infinitos conocimientos a la obra que se iniciaba en el ámbito social, educacional y espiritual del pueblo.

Pero quiero detenerme en uno de sus hermanos, el ensayista y también poeta, Max Henríquez Ureña, en ocasión del 125 aniversario de su natalicio, quien dedicaría buena parte de sus investigaciones histórico-filológicas a las letras cubanas, especialmente en el ámbito de la crítica y la historia literaria, con la visión de su época y de su proyección estética, y a la que hay que volver, incluso, para desarrollar la polémica que siempre nutre el pensamiento y lo enriquece, al autor de textos como el Panorama histórico de la literatura cubana, aquel hombre que también escribió versos, como los de su cuaderno Ánforas, de 1914, así como otros registros de su creación en el género de la cuentística, aunque fue esencialmente un destacado crítico y ensayista que, durante varios años, residió, estudió y trabajó en Cuba, autor de una bibliografía que cuenta, entre sus títulos, también con el Panorama histórico de la literatura dominicana y la Breve historia del Modernismo, amén de haber sido traductor al castellano de los poemas del José María Heredia francés.

El ensayista e investigador cubano José Millet, estudioso de la obra de Max, subrayó que quien fue el tercer hijo del matrimonio de Salomé Ureña y el médico Francisco Henríquez y Carvajal, se encontró con su padre en Cuba, en 1904, y que “desde entonces se irá vinculando tan raigal e íntegramente a la vida cultural cubana que puede afirmarse que no habrá fenómeno literario o hecho cultural significativo, del período de la neocolonia en que él permanece en nuestra Isla, en el cual de una u otra manera él no tome parte.”

Así se integró a la vida cultural y participó, también, en la fundación de diversas instituciones, tan importantes como la Sociedad de Conferencias, la Academia Nacional de Artes y Letras y el Ateneo de Santiago de Cuba, mientras se dedicaba al magisterio en la Escuela Normal de Santiago de Cuba, y continuaba sus investigaciones literarias, multiplicando su diálogo con intelectuales del calibre de José María Chacón y Calvo, así como Emilio Roig de Leuchsenring, entre otros, y realizaba una interesante obra de literatura comparada, entre las letras del continente, y la presencia de la cultura francesa en la región, con ese espíritu tan proverbial en los Henríquez Ureña, y su capacidad de establecer los vasos comunicantes en el ámbito intercultural, sin que olvidemos alguna de sus selecciones y ediciones, como la que publicó en París, de las Páginas escogidas de José Martí, y sus investigaciones sobre el José María Heredia cubano, y Domingo Delmonte, entre otros escritores.

Y su presencia en otros horizontes, como cuando apoyó el manifiesto del Grupo Minorista, en 1927, como lo testimonia la carta suya que apareció en las páginas de la revista Social, aunque tras la muerte de su progenitor, y la clausura de la Escuela Normal de Oriente, retornaría a su tierra natal, aunque desde allí, en Estados Unidos o en las universidades de Puerto Rico, continuaría sus estudios y lecturas de la literatura cubana. Recientemente, en el 2010, y en la reinauguración de la biblioteca pública, en el antiguo Lyceum, hoy sede de la Casa de la Cultura de Plaza, a esa institución, y en su homenaje, se le nombró, en La Habana, “Max Henríquez Ureña”.

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Max Henríquez Ureña, recordado por notables ensayos y su obra literaria y educativa Artículo siguiente » Exoneraciones causarían duro golpe a economía « Artículo anterior Amenazan promover no pago de luz Por Hoy info[@]hoy.com.do 01 agosto, 2004 12:00 am Sé el primero en comentar Share on email Email Share on print Imprimir

POR ÁNGELA PEÑA Haber colaborado con el régimen de Trujillo no invalida el que Max Henríquez Ureña haya merecido el reconocimiento póstumo con la designación de una calle en su honor porque, ni en su función diplomática, que fue breve, ni en su obra literaria y educativa, el notable ensayista, crítico literario y narrador se vio involucrado en hechos de sangre. Tampoco aprovechó los cargos en el exterior para delatar las actividades del exilio antitrujillista, como era práctica de esos enviados, considera el historiador Bernardo Vega.

“Si la razón para negarle esta distinción es haber sido diplomático al servicio de Trujillo, entonces también habría que estar en contra de que haya vías con los nombres de Héctor Incháustegui Cabral, Osvaldo Bazil, Tomás Hernández Franco, ente otros, porque lo fueron”, aduce el distinguido historiador quien conoció al brillante académico a los diecisiete años de edad cuando cargaba sus libros y escuchaba sus cátedras en una universidad católica de La Habana, en 1955. Posteriormente estuvo vinculado al escritor cuando ya en la ancianidad y tras la caída de la dictadura, le visitó en el país, en la casa de su hermano Sócrates Nolasco, donde Henríquez Ureña se hospedaba, para convencerlo de que asistiera a la UASD a escuchar una conferencia del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Felipe Herrera.

“Me dijo que tenía muchas dudas de ir ahí porque era un ambiente de cientos de estudiantes que lo iban a abuchear por su participación en el gobierno de Trujillo. Le dije que tan solo los muy viejos sabían que él había sido canciller de Trujillo y que había desempeñado algunos cargos en el exterior, que no le iba a afectar frente a esa juventud que entonces sólo discutía asuntos contemporáneos. Lo llevé a la primera fila, se lo presenté al rector, Julio César Castaños Espaillat, le dio un gran abrazo y después de la disertación de Felipe Herrera anunció que Max estaba entre el público y todos lo aplaudieron. Se le salieron las lágrimas pues no esperaba esta reacción”.

Para esa época, Vega lo recuerda mulato, de un pelo blanco brilloso, con dificultades para ver, por lo que usaba gruesos espejuelos. “Hablaba lento, pausado. En las cátedras que daba en La Habana se jactaba de su dominicanidad, de haber nacido en Santo Domingo. No era una persona que levantaba la voz en discusiones, era tranquilo”.
LOS HENRÍQUEZ Y TRUJILLO

La adhesión de Max Henríquez Ureña al régimen de Trujillo, refiere Bernardo Vega, se inició en 1930, luego de la familia haber jugado un papel trascendente de la defensa nacionalista durante la ocupación militar norteamericana de 1916 a 1924, con Francisco Henríquez y Carvajal, el padre de Max, a la cabeza. Los Henríquez fueron también enemigos políticos de Horacio Vásquez, refiere, sobre todo por sus afanes reelecionistas. “Estuvieron fuera de la administración pública durante los seis años de Horacio y obviamente en la intervención, eso tal vez puede explicar las razones por las cuales, al acceder Trujillo al poder en 1930, aceptaran cargos, como otros destacados nacionalistas. Francisco Henríquez y Carvajal fue ministro en Puerto Príncipe, Federico Henríquez y Carvajal fue rector de la UASD, Max fue canciller al caer en desgracia Estrella Ureña, y logra que varios de sus familiares tengan cargos en el exterior”, relata el historiador.

Fue primero Superintendente General de Enseñanza y más tarde enviado a París, Londres, Ginebra, Lisboa, La Habana, Buenos Aires.  Según Bernardo Vega, ya en los años 40 dejó de aceptar posiciones a Trujillo y no hace ninguna declaración pública de alabanza, aunque tampoco participa en actividades del exilio opositor a Trujillo. Antes de su retiro, sin embargo, estuvo cabildeando ante personalidades cubanas, defendiendo a Trujillo de las acusaciones frente a la matanza de los haitianos de 1937, dice.

En los informes recogidos por Vega hay un reporte que ubica a Max en México, donde le ordenó Trujillo que acudiera a fin de influir en el gobierno mexicano, que era parte de los países de la Unión Panamericana que negociaba el caso con los Estados Unidos. “De paso hacia México fue a Washington donde se reunió con Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, Andrés Pastoriza y Julio Ortega Frier, que estaban en esas negociaciones. Para mí, fue la última misión importante de Max”.
En 1955 Bernardo Vega lo encontró dedicado a la educación superior y los chismes de alabarderos del régimen lo involucraban en actividades contra Trujillo, lo cual no era cierto. Don Julio Vega Batlle, que era embajador de Trujillo en Cuba, lo salvó de este falso rumor cuando le invitó a acudir a la legación, dos días a la semana, para procurar a su hijo Bernardo y dejar la impresión de que acudía a ofrecer informes. “Era una forma de mi papá defenderlo de cualquier ataque político que se le hiciera. De ahí nació nuestra amistad. Él revisó algunos textos y poemas que yo había escrito en La Salle”.
Para el reputado historiador y economista “Max Henríquez Ureña vivió un gran dilema que tiene que haberle costado mucha amargura porque él residió, a partir de 1931, prácticamente en el extranjero, sobre todo en Cuba donde había familia de él exiliada antitrujillista y se pronunciaba contra Trujillo, eran parientes y me imagino que se juntaban socialmente y exponían esa gran diferencia política”.
Pero el prolífico investigador del pasado no es un crítico del trujillismo de Max. Al respecto comenta: “Yo cuestiono el trujillismo de Max como cuestiono el de todos los intelectuales del trujillismo, incluyendo a mi padre”.
MAX HENRÍQUEZ UREÑA

Nació en Santo Domingo el quince de noviembre de 1885, hijo de Salomé Ureña y de Francisco Henríquez y Carvajal. Recibió una formación básicamente familiar, como su hermano Pedro, que completó fuera del país, específicamente en Nueva York y Cuba donde completó su educación profesional. Las actividades diplomáticas le permitieron realizar un extenso trabajo literario que abarcó narrativa, historia, poesía, crítica.

Publicó, entre otros libros, Episodios Dominicanos,. Cuentos insulares, cuadros de la vida cubana, Whistler y Rodín, Tres poetas de la música: Schumann, Chopin, Grieg, Rodó y Rubén Darío, La combinación diplomática, El ocaso del dogmatismo literario, Los Estados Unidos y la República Dominicana, Discursos y conferencias, primera serie: prédicas de idealismo y esperanzas, El intercambio de influencias literarias entre España y América y Programa de gramática castellana, primer curso.

También Tablas cronológicas de la literatura cubana, Tratado elemental de música. El retorno de los galeones, bocetos hispánicos, Reseña histórica sobre Santiago de Cub,. La Liga de las Naciones Americanas y la Conferencia de Buenos Aires, Veinte cuentos de autores dominicanos, Pedro Henríquez Ureña (antología), Páginas escogidas de José Martí, Ánforas, Fosforescencias, Panorama histórico de la literatura dominicana y alrededor de veinte títulos más.
En diciembre de 1914 casó en Santiago de Cuba con Guarina Lora Yero, de quien recuerda Bernardo Vega que era sorda, con quien procreó dos hijos: Hernando y Leonardo, nacidos el veinticuatro de octubre de 1915 y el tres de mayo de 1919, respectivamente.
Max falleció el veintitrés de enero de 1968 tras haber sufrido un golpe luego de una caída al bajar las escaleras de la casa de su hermano Sócrates Nolasco.
La Calle Max Henríquez Ureña, que inicialmente estaba comprendida entre las avenidas Tiradentes, donde nace, y Winston Churchill, en el ensanche Piantini, se ha extendido a la par con el crecimiento de la ciudad de Santo Domingo.

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Máximo Adolfo Henríquez Ureña's Timeline

1885
November 15, 1885
Santo Domingo, Los Alcarrizos, National District, Dominican Republic
1915
October 24, 1915
1919
May 3, 1919
1968
January 23, 1968
Age 82
Santo Domingo, Los Alcarrizos, National District, Dominican Republic