Miguel Maria Echeagaray

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Miguel Maria Echeagaray

Birthdate:
Birthplace: Xalapa, Veracruz, Mexico
Death: February 12, 1891 (76)
Mexico City, México, Mexico
Place of Burial: Mexico City, México, Mexico
Immediate Family:

Son of Narciso Echeagaray and Ignacia Ricardos
Husband of Aurora de Unda y Eguía
Brother of Maria del Carmen Echeagaray; Maria del Rosario Echeagaray; Jose Maria Echeagaray; Maria de la Trinidad Echeagaray; Narciso Jose Echeagaray and 5 others

Occupation: General de Division
Managed by: Private User
Last Updated:

About Miguel Maria Echeagaray

XALAPEÑOS DISTINGUIDOS

El General Miguel María de Echeagaray

Familia muy distinguida fue en la Colonia la de este militar completamente olvidado, a pesar de haber sido héroe destacado en la triste jornada del Molino del Rey, en 1847. A ella perteneció Doña Francisca Javiera de Echeagaray, esposa de Don Pablo Garibay, virrey de México hasta 1808. Y también Doña María Isabel de Echeagaray, madre del insigne historiador Francisco Xavier Clavijero, a quien por azares de la fortuna escoltó hasta Veracruz, en la amarga hora de su destierro, el Capitán de dragones Francisco de Echeagaray, primo suyo y convertido en verdugo de él y de sus compañeros de exilio.

La pintoresca Villa de Cestona, empotrada en las montañas de Guipúzcoa y regada por el río Urola, fue la sede tradicional de esta noble familia, en cuyo escudo de armas lucía un lobo sobre fondo de plata. Al igual que numerosos segundones de familias provincianas, de allí partió a principios del siglo XVIII Don Juan de Echeagaray, para arraigarse en el puerto de Veracruz donde ocupó el cargo de Contador de las Reales Cajas. Su hijo José se trasladó a Xalapa, casándose con Doña Ignacia Ricardos e Iberri, de la familia del Conde de Montemar, quien fuera enviado a la Nueva España para fortificar el Castillo de San Juan de Ulúa. En la Villa de la Feria vino al mundo en 1814 Miguel María, de los hijos menores del matrimonio, quien a los diez y ocho años de edad ingresa como subteniente en el célebre “Batallón de Tres Villas” formado por contingentes de Orizaba, Córdoba y Xalapa, siguiendo la costumbre familiar de consagrarse a la carrera de las armas, entonces preferida por la distinción que implicaba para los criollos acomodados.

La primera acción de guerra en que participa es el sitio de Puebla de 1834. Pero los alarmantes acontecimientos producidos en la incomunicada y distante Provincia de Texas, motivan que el general Santa Anna entusiasme a la juventud veracruzana para lanzarla a la lucha contra los rebeldes colonos. Militando en la brigada del joven general Martín Perfecto de Cos, miembro de vieja familia porteña, el teniente Miguel María de Echeagaray, hace la campaña que remata con la toma de San Antonio de Béjar, endureciendo su carácter con el desorbitado escarmiento que ahí realiza el más tarde hombre fuerte de Manga de Clavo.

Después de los desastres que sobrevinieron en Texas, regresa a la capital como ayudante de Estado Mayor del general Coss, y con el grado de capitán, participando en la campaña que en Barlovento se hace contra los franceses, en la guerra llamada de los Pasteles. Instalado en 1840 el Colegio Militar en el Alcázar de Chapultepec, el teniente coronel Joaquín Fuero, profesor de matemáticas y pariente político de Echeagaray, le convence para ingresar en el plantel, cosa que hace el mismo año. Su hoja de servicio indica que su aplicación y conducta son sobresalientes acreditado su valor y robusta la salud. Después de acompañar nuevamente a Santa Anna, ya con el grado de comandante, a Yucatán cuando aquel proyecta independizar de España a la Isla de Cuba, vuelve al colegio como catedrático de Táctica, al propio tiempo que se le encomienda la instrucción militar de la guardia del Palacio Nacional. Hombre de genio vivo y ya acostumbrado a mandar, abofetea a un soldado que se insubordina contra él, resultando absuelto del proceso que se le sigue.

Ascendido a Teniente Coronel en 1846, es al siguiente año cuando se cubre de gloria en la célebre batalla de Molino del Rey, defendiendo la soberanía nacional en uno de los hechos de armas más reñidos durante la intervención norteamericana. Echeagaray cuenta treinta y tres años, de los cuales ha servido ya en el ejército, quince. Hermanos, tíos y primos han militado también en diversas corporaciones desde el virreynato, continuando una tradición secular. El arrogante y bien plantado jefe del tercer batallón, alto y vigoroso, rubio y apuesto, es un experto y fogueado soldado en los azares de la guerra. Acostumbrado a la vida en campaña, carácter y músculos se han endurecido en las penosas jornadas de la vida militar. Enérgico y cumplido sabe organizar y dirigir a los cuerpos bajo su mando. Soldado por vocación y por temperamento, siente y ama entrañablemente su carrera. Para él la disciplina es fundamental y la impone con el ejemplo, ofreciéndose en los sitios de mayor peligro. Estudioso de la guerra como ciencia y como arte, posee además los recursos intuitivos. el ojo y la decisión de guerrero y los conocimientos del estratega. Santa Anna, que a pesar de sus muchos y grandes defectos sabe comprender las facultades de los hombres para servirse de ellos, cuando no le inspiran desconfianza, le encarga, tras la batalla de Churubusco, la defensa de uno de los flancos de Chapultepec.

Al amanecer del 8 de septiembre de 1847, el enemigo avanza protegido por el fuego de su artillería. Entre los magueyes próximos al Molino, los mexicanos se parapetan en las trincheras y en donde tienen enlazadas las baterías. Un movimiento envolvente permite a los norteamericanos apoderarse de ellas, y cuando ya se retiran a sus puestos festejando el fácil triunfo y arrastrando los cañones, el teniente coronel Miguel María de Echeagaray arenga a sus tropas y se lanza al combate.

Don Guillermo Prieto, testigo presencial de la acción, entusiasmado por el valor y la audacia de este jefe, escribe en sus Memorias:

“...el héroe de aquella jornada fue Echeagaray. ¡Oh, si yo fuese pintor! Si fuera pintor presentaría aquel adalid, épico, glorioso, con su cabello rubio flotando como un resplandor de oro, alzado en los estribos, con su espada fulgente, avanzar entre nubes de humo y metralla al retumbar de los cañones; pisando cadáveres, avanzar, dispararse, arrojar la espada, abalanzarse a los cañones que nos habían quitado los enemigos, restituirlos, soberbio, festejoso, radiante, a sus filas, obligando a la gloria a que diera a la misma derrota las grandiosas proporciones del triunfo.

Echeagaray murió pobre, olvidado, con un anatema inmerecido; duerme en un sepulcro casi ignorado. Yo le amé con toda el alma; yo le defendí con ardor. Yo acato y ensalzo su memoria, henchido de dolor por las injusticias del destino”.

Efectivamente, Echeagaray recupera los trofeos del enemigo y le persigue con saña causándole grandes destrozos hasta casi llegar a sus líneas, olvidando, por el furor del combate, el peligro que corre, pues carece de apoyo por la mala disposición de la retaguardia que no avanza. En tan comprometida situación se contiene y reorganiza sus efectivos, y desalentado de que no se le haya dado a su batallón el auxilio que requerían las circunstancias, regresa a su puesto en medio de los vítores que festejaban la momentánea victoria, no aprovechada por el mando supremo, pero que determinó un breve cambio en las posiciones americanas, perdiendo éstos, de los catorce oficiales que dirigían el ataque a once.

Echeagaray se situó nuevamente y durante varias horas hizo esfuerzos desesperados por contener el avance pero todo fue inútil ante la falta de dirección de Santa Anna, y por la inmovilidad de las caballerías encomendadas al general Juan Alvarez, cuya carga hubiere resultado inapreciable. Desalojados por fin los mexicanos de las lomas de Molino, en el campo de batalla quedaron tendidos los generales Antonio León y Lucas Balderas, varios coroneles y numerosos oficiales, que con sus vidas tributaban a la Patria el supremo testimonio de su amor.

Todavía Echeagaray defendió una de las trincheras bajas y al borde de Chapultepec, hasta que ésta fue ocupada tras sangrienta defensa, dirigiéndose entonces, sin dejar de combatir, a la garita de San Cosme, donde después de un día de incesante pelear, desalentado y rendido reagrupó a sus fuerzas para marchar a la Ciudadela, deseoso de proseguir en la resistencia. Aquí Santa Anna resuelve en junta de generales evacuar la capital, terminando a poco las hostilidades por el Tratado de Guadalupe, que es desconocido en 1848 por el general Mariano Paredes, pronunciados en Aguascalientes y que junto con Don Manuel Doblado se posesionan de Guanajuato. Para rescatar la más bella ciudad colonial de la nación, el gobierno envía al general Anastasio Bustamante, al lado del cual hace la campaña Echeagaray hasta lograr ocupar la plaza.

El heroico xalapeño había casado años atrás con Doña Aurora de Unda y Eguía, hija de su primo hermano el coronel Pablo Víctor de Unda y Ricardos. Con ella vivía en las calles del Seminario y ahí acostumbraban reunirse sus familiares, entre ellos el general José Joaquín de Herrera y Ricardos, entonces Presidente de la República, el coronel Joaquín Fuero, autor de varios libros sobre estrategia militar, su hermano Luis Gonzaga de Echeagaray, teniente coronel, y el entonces cadete Carlos Fuero y Hunda, más tarde general y paladín de la palabra honor. Todavía su madre vivía en Xalapa, muy anciana ya, cuando fue nombrado subdirector del Colegio Militar. Y antes de tomar posesión del cargo, la visita convencido de que será la última vez que la vea. El director del plantel es el general Mariano Monterde, que lo llama a su lado, recordando sus épicas luchas de Molino del Rey. Ahí permanece hasta 1856 impartiendo nuevamente la cátedra de Táctica Militar.

Siendo comandante general de Puebla, secunda el pronunciamiento de Zuloaga en 1858 y aprovechando que el general orizabeño Ignacio de la Llave se encuentra en Xalapa, ataca y toma en veinticuatro horas la ciudad de Orizaba, situando después su cuartel general en Perote, para interceptar las comunicaciones con Veracruz. En la próxima hacienda de El Molino accedió a conferenciar con los liberales, encabezados por el general Alatriste, y ahí se buscó la forma de llegar a un avenimiento, cosa que se logró, pero por la cual no pasó de la Llave. Es entonces, cuando se inicia un duelo a muerte entre ambos veracruzanos, amagándose y combatiendo de continuo a lo largo del camino. El uno conservador, es gobernador de Puebla y pretende abrirse paso hasta el mar; el otro, liberal, es gobernador de Veracruz y procura desalojarla de sus posiciones para tomar la Angelópolis. En dos ocasiones ocupó Echeagaray a Xalapa, por cierto que en una de ellas encarceló a Don José María Pasquel y Balboa, liberal y bisabuelo del que ésto escribe, por negarse a prestarle diez mil pesos, cosa que en fin de cuentas logró por la fuerza, pero que más tarde habría de pagar religiosamente.

No obstante ser Echeagaray un aguerrido soldado, mucho le preocupaba la desastrosa situación por que atravesaba el país. Esto le llevó a preparar un nuevo Plan, lanzado en Ayotla y por el cual deberían elegirse tres representantes por cada Departamento o Estado, integrándose con ellos una junta popular para reformar la Constitución, en un esfuerzo transactorio. Pero tanto los liberares como Zuloaga desecharon dicha proclama, aunque fue apoyada en Guanajuato, Orizaba, Córdoba y Xalapa, Toluca, Cuernavaca, Puebla, habiendo sido firmado por más de veinte generales con mando de tropas. La junta llegó a establecerse y de ella fue presidente Don Mariano Riva Palacio, pero los anhelos de concordia y conciliación quedaron fallidos, viéndose Echeagaray en la necesidad de retirarse del ejército, al margen del cual permaneció hasta 1862 en que, con motivo de la intervención francesa ofreció sus servicios a Juárez, despojándose de todo partidismo.

NOTA:

RECORTE DE PERIÓDICO

POR LEONARDO PASQUEL

EL GENERAL DON MIGUEL MARIA DE ECHEAGARAY,

UN HÉROE DE 1847

EL VALOR Y HEROISMO DEL TENIENTE CORONEL DEL TERCER LIGERO LO DISTINGUIERON COMO UNA DE LAS BRILLANTES FIGURAS DE LA EPOPEYA.- AL MANDO DE QUNIENTOS HOMBRES RECOBRÓ LOS CAÑONES QUE HABÍAN CAPTURADO LAS TROPAS NORTEAMERICANAS.

El 8 de Septiembre de 1847 durante la batalla de “El Molino del Rey”, una de las más sangrientas de la guerra con los norteamericanos, Don Miguel de Echeagaray que ostentaba a la sazón el grado de Teniente Coronel del Tercer Ligoro, se distinguió tanto por su valor y heroísmo que el notable poeta Don Guillermo Prieto, refiriéndose a aquella jornada y a la gloriosa hazaña de Echeagaray se expresó en los siguientes términos: “Oh, si yo fuera pintor presentaría a aquel adalid, épico, glorioso, con su cabello rubio flotando como un resplandor, alzado en los estribos con su espada avanzar entre nubes de humo y metralla al retumbar de los cañones pisando cadáveres, avanzar, dispararse, arrojar la espada, abalanzarse a los cañones que nos habían quitado los enemigos, restituirlos, soberbio, festejoso, radiante, a sus filas, obligando a la gloria a que diera a la misma derrota las grandiosas proporciones del triunfo. Yo le amé con toda el alma; yo lo defendí con ardor. Yo acato y ensalzo su memoria, henchida de dolor por las injusticias del destino”.

Otro historiador se expresó en los siguientes términos: “Scott expide la orden número 95. Asaltar el Molino del Rey, edificio de gruesos muros donde estuvo la fundición de cañones y en el que se guardaba gran cantidad de parque. Asaltar la Casa Mata, destruir todos los elementos de guerra que no se puedan transportar y regresar a los cuarteles. A la autora del 8 de Septiembre grita de nuevo el cañón. Infantería defiende las posiciones. Cuatro mil jinetes de la División Suriana del General Juan Álvarez, están cerca de la Hacienda Los Morales con órdenes de entrar en combate al momento oportuno.

Ochocientos invasores dan el primer asalto, capturan 3 cañones y emprende el regreso. El Coronel Miguel Echeagaray, con quinientos hombres del Tercer Batallón Ligero, sale de las posiciones a perseguirlos. Recobra los cañones. Se acerca a tiro de fusil de la línea enemiga y pide apoyo para asaltarla. La caballería de Álvarez no se mueve. Otros sí se mueven, pero para atrás. El General Simeón Ramírez, sin disparar una sola vez, abandona el cargo y no se le vuelve a ver. El Coronel Carlos Brito se marcha y aparece en el otro extremo de la Ciudad, a quince kilómetros de la batalla. Echeagaray regresa con los cañones y muchos trofeos americanos. Su victoria provoca el júbilo de la tropa”.

Nuestro héroe nació en la Ciudad de Jalapa en el año de 1815, siendo hijo de Don Narciso de Echeagaray y de Campo, de antigua e hidalga familia jalapeña, y de Doña Ignacia Ricardos Iberri, descendiente del heroico General español Antonio Ricardos, quien a su vez descendía del Conde Duque de Montemar.

Fue el octavo de los hijos del matrimonio y alcanzó más grande gloria que su hermano Luis que también siguió la carrera de las armas.

Don Miguel era primo-hermano por la línea materna, de Don José Joaquín de Herrera y Ricardos (Marqués de Herrera) quien por sus enormes virtudes morales y civiles dejó en la historia de los Presidentes de México un modelo inmaculado, pues a pesar de haber sido tres veces Presidente de nuestra República y haber vivido en momentos de grandes tribulaciones y cambios nacionales, nunca el fango osó siquiera llegarle. -Tocó a Don Miguel de Echeagaray presidir las honras fúnebres a la muerte de su primo el Presidente Herrera.

Don Antonio López de Santa Anna confirió al señor Echeagaray el año 1832, o se a la edad de 16 años, el grado de Subteniente y sus méritos fueron tan importantes durante las grandes tribulaciones que padeció nuestra Patria a mediados del siglo pasado, que el 27 de Abril de 1855 la Secretaría de Guerra lo ascendió a General de Brigada.

“En 1835 marchó con su batallón a la Expedición de Texas, en donde se desempeñó con valor tal las muchas comisiones que le confirieron del servicio, que cuando la Brigada del General Urrea hallándose absolutamente escasa de víveres, por haber dejado el punto de Matagorda, Echeagaray se prestó a marchar con cuatro dragones y 125 mulas, al expresado punto que se hallaba a la vista del enemigo, y extrajo una cantidad tan grande de víveres que permitió a la División permanecer en el Cuartel General hasta el mes de Junio de 1837”,- “En 1838 concurrió a la campaña de la Costa de Barlevento, en 39 marchó sobre la Villa de Tuxpan, en 43 se embarcó a la Expedición de Yucatán. En 47, después de la hazaña de “El Molino del Rey” cinco días después, el 13 de Septiembre el Comandante General del Distrito, General de División y Jefe del Estado Mayor Presidencial, Don Manuel María Lombardini, presenció la orden que dió Echeagaray para que el cuerpo de su mando se sitúase a sostener la trinchera bajo el Fuerte de Chapultepec, en el cual se mantuvo hasta que fue tomado por las tropas del ejército norteamericano, después de haber verificado el asalto del Palacio de dicho fuerte..”

Tal es uno de los héroes cuya vida fue una constante ofrenda de sacrificio y patriotismo y cuya memoria debe ser guardada con devoción y cariño por los mexicanos.

NOTA: RECORTE DEL PERIÓDICO “HOY”, Nº 552

20 DE SEPTIEMBRE DE 1947

México, D.F. -Septiembre 8 de 1947.

Miguel María Echegaray y Ricardos.

Xalapa 1816-1891. De 18 años ingresó al Batallón de las Tres Villas. Orizaba, Córdoba y Xalapa. Participó en la toma de San Antonio de Béjar (Texas). Capitán ayudante de Estado Mayor del General Cos. Participó en la Guerra de los Pasteles (1838). Instructor Militar de la Guardia de Palacio Nacional.

Juzgado por abofetear a un soldado, fue absuelto. Teniente Coronel (1846). Jefe del 3er. Batallón de Ligeros; luchó en la batalla de Molino de Rey (1847) y Chapultepec, y reconquistó las baterías que el enemigo había tomado.

Destacado en Colima (1855). Durante las Guerras de Reforma quiso mantenerse independiente y proclamó sin éxito, el Plan de Navidad.

Combatió a los franceses. Acompañó a Arteaga. Subdirector del Colegio Militar . Comandante General de Puebla, reconoció al gobernador de Zuloaga. Tomó Orizaba. Lanzó el Plan de Ayotla.

Fue derrotado (1865) en ciudad Guzmán. Desconocido y encarcelado en Puebla, por sus propios oficiales. Apoyó a José María Iglesias para que obtuviera la Presidencia de la República (1876).

Encarcelado en Santiago Tlatelolco, se fugó para incorporarse con el General Santos Degollado. Peleó como Jefe de Caballería en la Batalla de San Lorenzo. Ascendido a General, participó en el ataque a Morelia.

Derrotado en Zapotlán, fue dado de baja por el Gobierno de Juárez. Fue obligado a aceptar la Dirección del penal de Salamanca, Guanajuato. Pidió ser juzgado pero no lo logró.

Obras: Apuntuaciones para la Defensa del General Echegaray, escritas por él mismo (1861).

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Miguel Maria Echeagaray's Timeline

1814
December 5, 1814
Xalapa, Veracruz, Mexico
1891
February 12, 1891
Age 76
Mexico City, México, Mexico
February 13, 1891
Age 76
Mexico City, México, Mexico