Olga Nilda Gugliotta Orozco

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Olga Nilda Gugliotta Orozco

Birthdate:
Birthplace: Toay, Toay, La Pampa Province, Argentina
Death: August 15, 1999 (79)
Sanatorio Anchorena, Buenos Aires, Argentina (paro cardíaco)
Immediate Family:

Daughter of Carmelo Gugliotta and Cecilia Orozco
Wife of Miguel Ángel Gómez and Valerio Peluffo Alemán

Managed by: Carlos F. Bunge
Last Updated:

About Olga Nilda Gugliotta Orozco

Wikipedia

Olga Orozco (Olga Nilda Gugliotta Orozco, Toay, La Pampa, 17 de marzo de 1920- 15 de agosto de 1999) fue una poeta argentina.

Contenido

   1 Biografía
   2 Galardones
   3 Obras principales
   4 Enlaces externos
   5 Referencias

Biografía

Hija de Carmelo Gugliotta, siciliano de Capo d' Orlando, y de la argentina Cecilia Orozco. Pasó sus primeros años entre Toay (La Pampa), patria chica de su madre, y Buenos Aires. En 1928, la familia se mudó a Bahía Blanca y ocho años más tarde a Buenos Aires. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de maestra. Muy joven fue una de las integrantes del grupo literario surrealista Tercera Vanguardia, al cual pertenecían a su vez, entre otros, Oliverio Girondo y Ulises Mezzera.

Trabajó en periodismo empleando varios seudónimos y dirigió, también, algunas publicaciones literarias. Así, colaboró en la revista Canto que dirigía su primer esposo, el poeta Miguel Angel Gómez y reunía a la llamada Generación del 40. Por esa época hacía comentarios sobre teatro clásico español y argentino en Radio Municipal; fue actriz teatral (personaje Mónica Videla 1947-1954) y trabajó en Radio Splendid en la compañía de Nidia Reynal y Héctor Coire. En los años sesenta fue redactora en la revista Claudia y organizó el horóscopo del diario Clarín durante los años 1968 y 1974.

Formó parte de la generación «Tercera Vanguardia» de marcada tendencia surrealista, y basó su producción poética en la influencia que en ella ejercieran San Juan de la Cruz, Rimbaud, Nerval, Baudelaire, Milosz y Rilke. Lo más importante de su producción se encuentra en los poemarios, de alguna manera prolongados en un libro de prosas poéticas narrativas: La oscuridad es otro sol (1967).

La influencia de los relatos en boca de su abuela María Laureana la llevarán a desarrollar una poética en donde la infancia es una puerta iniciática. Su vínculo con el tarot la lleva a escribir poemas como "Cartomancia" o "Para destruir a la enemiga". Olga ritualiza cada gesto vinculado con el acto de escribir. Así por ejemplo, solía repetir en entrevistas que acostumbraba escribir con una piedra en cada mano. Una traída de donde nació su padre, otra de la tierra de su madre y una tercera que le había obsequiado un amigo de la infancia cuando se muda de Toay a Bahía Blanca.

Olga Orozco se caracteriza por una inteligencia sutil que le permite una extraordinaria capacidad para recurrir a los tropos —una característica suya es el uso frecuente y logrado que hace del oxímoron—; también sabe hacer uso de versículos en los que desarrolla una especial y visionaria imaginación pródiga en expresiones, siendo sus temas frecuentes la evocación de la niñez, que asimila con la época del paraíso perdido, la adolescencia - época de la develación - o, en última instancia, el recurso de la memoria en donde el tiempo parece a resguardo y recuperable ante la muerte.

Su gran amor fue el arquitecto Valerio Peluffo, con quien se casó en 1965. Después de la muerte de Peluffo, acaecida en 1990, le dedicó el poema En la brisa, un momento, que contiene los siguientes versos: Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel / esa larga fisura por donde te fuiste, / ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir, / acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca, / como después del paraíso que perdimos, / y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres, / esos que solamente Dios conoce, / y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia / cubriendo las respuestas que callamos, / incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.

Falleció de un paro cardíaco a los 79 años en el sanatorio Anchorena, Buenos Aires, en 1999.

Desde 1994 funciona en Toay la Casa Museo Olga Orozco en la que se realizan diferentes actividades culturales en torno a la obra de la poeta y en la que se puede consultar su biblioteca.

Olga Orozco es una de las más importantes poetisas argentinas y latinomericanas del siglo XX, su obra aunque es completamente original tiene ciertas proximitudes con las de sus compatriotas y coetáneos Enrique Molina y Alberto Girri. Galardones

   «Primer Premio Municipal de Poesía» (1963)
   «Premio de Honor de la Fundación Argentina» (1971)
   «Premio Nacional de Teatro a Pieza Inédita» (1972) por Y el humo de tu incendio está subiendo
   «Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes» (1980)
   «Premio Esteban Echeverría»
   «Gran Premio de Honor» de la SADE
   «Premio Nacional de Poesía» (1988)
   «Premio Gabriela Mistral» de la OEA (1988)
   «Premio Konex de Platino de la Fundación Konex» (1994)
   «Láurea de Poesía de la Universidad de Turín»
   «Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo» (1998).
   «Premio Konex de Honor» (2004).1

Obras principales

   Desde lejos (1946)
   Las muertes (1951)
   Los juegos peligrosos (1962)
   La oscuridad es otro sol (1967)
   Museo salvaje (1974)
   Veintinueve poemas (1975)
   Cantos a Berenice (1977)
   Mutaciones de la realidad (1979)
   La noche a la deriva (1984)
   Páginas de Olga Orozco (1984) -antología con prólogo de Cristina Piña-
   En el revés del cielo (1987)
   Con esta boca en este mundo (1994)
   También la luz es un abismo (1995)
   Relámpagos de lo invisible (1998) -antología-
   Eclipses y fulgores (1998) -antología-
   Últimos poemas (2009)
   El jardín posible (2009) -antología con prólogo de Marisa Negri-
   Poesía Completa (2012) Adriana Hidalgo editora

Enlaces externos

   Poemas en A media voz
   Poemas en torno a la creación poética
   Olga Orozco

Referencias

   ↑ «Distinguen a 100 escritores con los Premios Konex 2004 (Argentina)». Alija (2004). Consultado el 22 de octubre de 2012.
   Arte Latino
   Casa Museo Olga Orozco
  1. ############################################

La tentativa de apremiar a Dios para que hable (Juan Manuel Schulz para el Diario de La Pampa) by Olga Orozco on Thursday, June 18, 2009 at 1:14pm ·

Kresta repasa, a modo de tributo, una radiografía de la poeta toayense, a casi diez años de su partida y en el mes del libro y el escritor. Desde su infancia, hasta sus amistades, los temores, el amor y sus dudas existenciales. “El misterio último es algo que no desentrañaremos desde este costado del mundo”, dijo.

Informe: Juan Manuel Schulz

Olga Noemí Gugliotta Orozco fue Olga Orozco, a secas. Esa doble O famosa que definió a la poesía como la tentativa de apremiar a Dios para que hable en una búsqueda incesante que se apagó cuando los telones taparon la luminosidad verde un día de agosto de 1999, casi diez años atrás. Un rescate al silencio de una obra que apenas ingresó en los hogares de los pampeanos y de los intrusos buscadores de elementos con sustancia y materia para alimentar la vista y enriquecer el paladar lírico. Difícilmente un niño o una niña de hoy, más preocupados porque sus pelos imiten el terremoto en el pajonal o por deconstruir el lenguaje y metamorfosear las palabras impunemente en el celular última generación, sepan quién fue Olga Orozco. Difícilmente, también, sientan como una obligación en el horario de lectura reparar en sus textos, darles el sentido sonoro y evocar su figura omnipresente, acaso postergada por el “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez o “La casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca. Lo mismo ocurre con la poesía de Julio Domínguez, Juan Carlos Bustriazo, Edgar Morisoli y tantos otros pesos de divisiones completas como si fueran profetas ajenos a estos suelos. Hoy, por fortuna, cualquiera puede sentir el olor y el grito percusivo del piso de pinotea donde Olga corrió en su infancia. La Casa Museo que lleva su nombre en Toay hoy está en plan estético de reembellecimiento, al menos por este mes. Pero reparar unos minutos e imaginar a esa bella niña en un triciclo que esperaba ansiosa los relatos nocturnos como canciones de cuna de su abuela María Laureana, puede ser una sensación mágica, como si hubiese espolvoreado desde la cripta sus misterios como virus contagiosos. ¿Acaso será parte de ese ocultismo que tomó como legado de la sombrerera italiana Teresa? Una década sin Olga Orozco de este lado del mundo puede representar un olvido imperdonable en este mes en el que el Libro y el Escritor están de festejo. No está la luminosidad esmeralda como lagos de películas delante nuestro, pero aún es posible encontrarla; no hay vozarrón encantador en el pago, pero sí los ecos surgidos como recuerdos permanentes. En Olga hay una “obra trazada por las voces siderales que ingresaban por sus oídos y que no precisamente eran las voces de los muertos”. Decía: “Era algo invisible pero capaz de emitir relámpagos”. Su timbre empezó a alzarse desde un territorio que ofrecía (y aún lo hace gratuitamente) el cielo más grande de todos. Fue hasta los 8 años cuando las vías la depositaron con su familia en Bahía Blanca, el paso previo de su escalera a la fama en Buenos Aires para formar parte de la Generación del Cuarenta. Su nostalgia tiene una profunda y permanente mirada en retrospectiva a su infancia, los tamariscos, la llanura, los vientos, su sangre...

“Madre: es tu desamparada criatura quien /te llama, quien derriba la noche con un grito y la tira /a tus pies como un telón caído”.

Rafael Alberti aprobó su primer poema publicado en la revista Péñola del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, y Losada arriesgó mucho para lanzarla a las góndolas con su primer libro “Desde lejos” (1946), cuando era una guapísima y talentosísima joven de apenas 25 años. Para ese entonces Olga había encastrado las primeras piezas de un gran puzzle. Las luces ya no se ausentaban como cuando dormía en el seco frescor pampeano de las noches de invierno. La poeta (así es como le gustaba que la llamaran) adoptaba una posición corporativa pues entendía que era parte de una gran porción de escritores que creían en las palabras “como si fueran mariposas en libertad”. Con su pensamiento construyó ideas, las ideas se potenciaron astrológicamente y se convirtieron en palabras, procesadas, amasadas, hasta transformarse en poemas. Se apartó de su primer marido, el poeta Miguel Angel Gómez, y encantó -algunas versiones apuntan a una sesión de tarot manipulada por deseos de carne y hueso- al arquitecto Valerio Peluffo, su segundo esposo y su amor verdadero. Esa unión la condujo a una obsesión tal que decidió recortar dos fotografías y pegarlas en los anteojos de Peluffo para que en su viajes sólo hubiese ojos para una mujer. Irónica, inteligente, grande como la fidelidad de ese amor que acabó en 1990 y se escribió en el texto “En la brisa”.

“Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel esa larga fisura por donde te fuiste, ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir, acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca, como después del paraíso que perdimos, y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres, esos que solamente Dios conoce, y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia cubriendo las respuestas que callamos, incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma”.

Solía marcar a menudo por esta incondicionalidad del amor en su concepto pleno, los manantiales purificadores. Y desde ese peldaño definir al erotismo “como una acrobacia sin sentido”. “El amor es el cumplimiento y el solo deseo es ausencia. Me parece que esa sensación -no la podemos llamar sentimiento-que está alimentada exclusivamente por un deseo que se renueva como deseo y nada más que deseo, es sólo una ansiedad por colmar una distancia, pero que no lleva a una plenitud de otra naturaleza como es la que lleva el amor completo, realizado a pleno. El erotismo es parte importante del amor, pero se confunde con el sexo puro, con la genitalidad como ejercicio, casi como mecánica. Como las casi recetas de Sade, no son más que pruebas circenses con palancas de segundo o tercer grado. Es como una acrobacia sin sentido, como una prueba de resistencia en la tortura”. Fue, sin dudas, una de las mayores poetas iberoamericanas. Sus versos saltan sobre el lector y son capaces de desnudarlo. De esa manera su obra se profundiza en el desamparo ante las constantes transformaciones, lo que vive y muere, la contradicción del hombre que pretende ser inmortal aún sabiendo que su destino es la muerte. Llegó a ser parte de la publicación “Canto” que se voceaba en Florida como “una revista de poesía contra los fantasmas” y en reiteradas ocasiones ha citado a Ricardo Molinari y Oliverio Girondo como elementos clave en su formación. A Girondo la unió una gran amistad que nació en un encuentro mientras compartían una comida después de la entrega del Premio Martín Fierro. Recuerda Olga que Oliverio “comía polenta y pajaritos”, y parecía “un troglodita”. “Cuando vi que comía esas cosas, me puse a llorar”. El escritor tiró el plato y dijo con voz potente: “¡No se puede comer mientras una ninfa llora!”. A partir de ahí hablaron durante un largo rato y los posteriores encuentros se produjeron junto a Norah Lange, de los que participaba también otro entrañable amigo: Xul Solar. En esas noches prolongadas en la casa de Girondo, Olga masticaba pétalos, algunos chocolates y se lanzaba, impulsada por la compasión masculina, a cantar tangos. Admiraba los clásicos españoles, Quevedo, Lope y en particular San Juan de la Cruz, por quién sentía adoración. También a Dostoievski, Proust (de quien elogiaba la capacidad para definir hasta un friso), Virginia Woolf, Borges, Neruda, pero en especial Carpentier “porque no recurre a una acumulación de anécdotas, y sí tiene una estructura”. Su obra central navega los límites y la dimensión religiosa, además de las constantes indagaciones metafísicas. Hay tres absolutos que perfumaron su vida, todos marcados en su horóscopo: “El amor, Dios y la Poesía”. “Los tres tienen la misma importancia si el absoluto puede tener tres caras. Cada uno no podría existir sin el otro, es como una complementación del otro”, reflexionaba. Llegó a debatir con Gloria Alcorta en una conversación coordinada por Antonio Requeni sobre el “amor” y “la amistad entre el hombre y la mujer”. En las reuniones literarias, en casa de Daniel Devoto o en su departamento, el único perfume femenino era el de Olga. “Generalmente había veinte hombres y una muchacha. Esa muchacha era yo. Tendría que haber sido la Musa Trágica del Arrabal si no creyera que puede existir una relación puramente amistosa entre el hombre y la mujer. No existe la amistad desinteresada entre un hombre y una mujer. Eso es una aventura, un amorío. Si se trata de amistad - amistad, no entra en juego el deseo”, decía. Fue ubicada como pieza clave en la Generación del Cuarenta y emparentada con el neorromanticismo por la sensibilidad y el tono de lamento y nostalgia de sus poemas, con la infancia como disparadora de sensaciones míticas esenciales. También fue vinculada al surrealismo por la gran cantidad de metáforas e imágenes oníricas. Juan Gelman llegó a decir que “Olga busca algo más fascinante que el milagro, es decir, la materia que los hace. Por eso en su escritura no hay milagros: toda ella es milagrosa”. Para la poesía como modo de vivir tenía una definición que acordaba con el razonamiento de Mathew Arnold. “La poesía en sí misma es una crítica de la vida. Pero de la vida más profunda que la vida accidental y episódica; es una crítica a las limitaciones de la vida. A las limitaciones que imponen el aquí y el ahora, la restricción del propio yo. Toda obra poética es en definitiva una trasgresión a lo que te está limitando e imponiendo una realidad que no se da por absoluta. Uno se siente insuficiente, escaso, incompleto, y se completa un poco en la obra. Ese gesto es una rebeldía en relación con lo limitado que se es”. Bajo ese concepto encaraba la vida con un cierto lirismo, acompañada por Bach, Beethoven o Mozart según su ánimo. Y así como encendía el motor para la creación, se lanzaba en el campo virgen a instalar su perforadora como un gran torno en búsqueda de agua. “Escarbo en lo más interno, en lo subconsciente, y lo llevo después hasta la iluminación absoluta. Le pongo una luz blanca, y si la resiste queda en pie, y si no la resiste, se cae. La poesía es algo que está más allá de lo inmediato. Creo más en la realidad no visible, que en la inmediata”. Soñadora sabia, creyente de Dios “hasta en su ausencia por esa sed de algo que tiene que estar en alguna parte”, la autora de “Museo Salvaje” recordaba que el poeta “tiende a ser un vidente”. “En el sueño se llega a zonas que son intransferibles e inexplicables en la vigilia y de alguna manera queda un resabio de eso que llega al poema, a veces como un leitmotiv y uno no sabe de dónde vino. El poeta tiende a ser un vidente; si lo consigue ya es otra cosa, porque si lo fuera tendría la revelación ante él y tal vez se quedaría mudo como Rimbaud”, manifestaba. En su Olympia Splendid 33 sentía que escribir era una manera forzosa de expresarse. Y no porque sintiera placer precisamente. Llegó a confesar, en sus últimos reportajes, que la poesía le generaba “un profundo sufrimiento”. “Creo como Bachelard que está en lo muy alto y lo abismal. Una se sumerge hasta un fondo demasiado desconocido y siente que queda unida a la superficie por una nada y encima no ha dejado miguitas en el camino como Hansel y Gretel. Llegás a zonas desconocidas, como si al nacer se hubiera abierto una especie de telón que se ha cerrado detrás nada más atravesarlo. Pero queda como una reminiscencia de estados de ánimo” dijo. Sus poesías no eran espinas de caldén capaces de reproducirse a borbotones. Las cuidaba, las elaboraba y les daba el tiempo de maduración justo, como una fruta exquisita antes de ofrecerla en un banquete. Debía nacer y arrancarse del tallo aunque la lluvia interrumpiera el proceso fotosintético. La muerte y los misterios existenciales convivieron con esta morocha de 1,74 metros de mirada misteriosamente planetaria, como ese kryptón esperanza. “El misterio último es algo que no desentrañaremos desde este costado del mundo. Nuestro propio cuerpo parece que nos cerrara las ranuras por donde pasamos al llegar y por dónde podríamos espiar hacia el otro lado. La poesía sirve para mirar el fondo del abismo y para no dormirse en el costado más cómodo. Creo que (los poetas) tratamos de revelar el misterio, no sé si lo conseguiremos alguna vez. Tal vez si lográsemos llegar a esa revelación nos quedaríamos en silencio, porque no creo que pudiéramos seguir hablando”. Olga le temía a la muerte, como si la imaginara perversa, capaz de invadir las paredes como intrusa sin permiso para derrumbarlo todo. Y esa duda existencial fue la que la persiguió hasta los últimos días. “Le temo mucho a las metamorfosis que vendrán después de la muerte. Me es muy difícil pensar lo que tiene un principio y lo que no lo tiene. Ninguna de las dos cosas me entra en la cabeza. No me cabe la nada. No puedo pensar que después de la muerte no hay nada. Me veo presenciando mi propia muerte en un relámpago. Y eso es lo que me hace sentir terror”. Pero era tan apegada a la vida que vivía impulsada por su poesía convertida en una ilusionista de circo. “La gente que no le tiene apego a la vida no puede estar haciendo tantos malabarismos como los he hecho yo con mi poesía”. Hoy su poesía vive. Su obra está despierta. Y respirará muchos años hasta que Dios, aún en la universalidad de Olga Orozco, sea digno de dirigir una palabra. Like · Comment · Share

   Mayi Guzmán Algañaraz, Val Muabsum and Diana Luz Zimmermann like this.
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Olga Nilda Gugliotta Orozco's Timeline

1920
March 17, 1920
Toay, Toay, La Pampa Province, Argentina
1999
August 15, 1999
Age 79
Sanatorio Anchorena, Buenos Aires, Argentina