Rodrigo de la Vega y Sarmiento Román

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Rodrigo de la Vega y Sarmiento Román [Romañe], Veedor y Factor de la Real Hacienda

Birthdate:
Birthplace: Villa de Ocaña, Toledo, Castilla-La Mancha, España (Spain)
Death: 1579 (66-67)
Chile
Immediate Family:

Son of Hernán Pérez Román [Romañe] and Teresa Sarmiento y de Vega
Husband of María de Castro
Father of Hernando Román de Vega Sarmiento; Alonso Sarmiento de la Vega y Galiano; Ana Catalina de Vega Sarmiento y Castro; María Vega Sarmiento Castro; Diego Vega Sarmiento Castro and 2 others

Occupation: Veedor & Factor de la Real Hacienda en Chile (1557-1573), Factor de Su Majestad el Rey en Concepción (1561-1570), Familiar del Santo Oficio en Concepción
Managed by: Juan Carlos Griffin Albarracin
Last Updated:

About Rodrigo de la Vega y Sarmiento Román

Nacido en Ocaña, 1512, dueño allí y en Colmenar de Orejas de algunas haciendas.

venido a Chile con don García Hurtado de Mendoza, 1557 como veedor y factor de la Real Hacienda, cargo que desempeñó hasta 1573

Espejo, Nobiliario


Dueño de tierras en Ocaña y en Colmenar de Orejas, llegó a Chile por 1557 con el Gobernador de Chile, García de Mendoza, con el cargo de Veedor de la Real Hacienda. Este puesto lo desempeñó hasta 1573; su mujer llegó a Chile con cuatro hijos y cinco hijas y varios criados.



Archivo General de Indias

Catálogo de pasajeros de Indias. 1555

RODRIGO DE VEGA SARMIENTO, vecino y natural de Ocaña, factor y veedor de las provincias de Chile, hijo de Hernán Pérez Romañe y de doña Teresa Sarmiento; con doña María de Castro, su mujer y seis hijos solteros, a Chile. Llevó por criados suyos a Martín de Argarain, vecino y natural de Azcoitia, hijo de Pedro de Argarain y de Marina de Cendoya; María de Vega, hija de Sancho de Ampuerto y de Catalina de Vega, natural de Burgos, soltera, en compañía de don Rodrigo; Juan Prieto, vecino y natural de Moguer, hijo de Martín Prieto y de Leonor de Avila, soltero

Datos Historicos sobre Rodrigo:

Llegó a Chile por 1557 con el Gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza,

Dirige carta a don Francisco de Toledo, en Relación de lo que montan los quintos y derechos reales de S. M. en estas provincias de Chile.

1º de febrero de 1561, Carta de Rodrigo de Vega a Su Majestad, acerca del repartimiento de indios de Quillota.

29 de agosto de 1561. Información que se hizo ante el Gobernador y el auto que dio, en que da su parecer y provee en el entretanto a cumplimiento de dos mil pesos para salario de los oficiales reales. Probanza presentada ante el Gobernador Rodrigo de Quiroga por el factor Rodrigo de Vega Sarmiento.

15 de septiembre de 1561, Carta del Gobernador de Chile al Consejo de Indias en recomendación de Rodrigo de Vega.

10 de octubre de 1561, Carta de Rodrigo de Vega a S. M., haciendo presente sus méritos.

12 de octubre de 1562. Carta de Rodrigo de Vega al Rey sobre varias materias de gobierno y hacienda.

31 de marzo de 1563, Carta de Rodrigo de Vega Sarmiento al Rey, hablando de la conveniencia de que se ponga nuevo Gobernador en Chile, y de sus trabajos y mercedes que solicita.

8 de septiembre de 1564, Carta de Rodrigo de Vega Sarmiento al Rey, acerca de varios puntos de gobierno y guerra.

15 de junio de 1569, Carta del factor Rodrigo de Vega Sarmiento al Rey sobre las causas que han influido en la perdición del reino.

13 de marzo de 1570, Recibos de socorro de trigo entregado por Rodrigo de Vega Sarmiento, factor de S. M., a diferentes personas en la Concepción.

BIOGRAFIA:

De entre todos los ministros del Santo Oficio de esa época crece, con todo, mención especial el factor real Rodrigo de Vega Sarmiento, que tenía el título de familiar en Concepción. Recomendado eficazmente al inquisidor Andrés de Bustamante cuando partió de España a fundar el Tribunal en Lima, como hidalgo y limpio, y sin duda en acatamiento de aquella recomendación, nombrado más tarde por Cerezuela, después de la muerte de su compañero Bustamante, Vega Sarmiento era un hombre díscolo, atrevido, de costumbres poco arregladas y que por su carácter indomable siempre había vivido en pugna con los gobernadores del reino. Para ejemplo, citaremos los dos casos siguientes.

Don García Hurtado de Mendoza, hallándose en Arauco, el 13 de febrero de 1560 proveía el siguiente decreto, que da razón de los procedimientos de Vega Sarmiento. Por cuanto, decía, «con poco temor de Dios, y en menosprecio de su real justicia, como hombre de mala intención y a fin de que haya alborotos y escándalos entre los vasallos de Su Majestad y de que esta tierra se altere y despueble, y por enflaquecer la real justicia de Su Majestad, para que no se pueda ejecutar, como se requiere, ha dicho y publicado muchas veces públicamente, haciendo corrillos para ello... que el Gobernador no tiene poder para encomendar indios e que quería más un puerco que todo cuanto había encomendado, e que no es gobernador, e que tiene usurpada la administración de justicia y otras cosas muy desacatadas para mover escándalos y alborotos, y ha escrito a algunos Cabildos procurando moverlos a las dichas alteraciones, en tanta manera que [con] las dichas palabras e desacatos ha desasogado la república desta tierra y trae alborotada toda la ciudad... y por ello muchas personas se han movido a dejar de asistir a servir a Su Majestad y se han ido a los pueblos de abajo..., etc.».

Ya se comprenderá que después de esto Vega Sarmiento fue a parar a la cárcel.

En 15 de diciembre de 1563, el licenciado Alonso Ortiz, teniente de gobernador en Concepción, proveía, a su vez, un auto cabeza de proceso contra él, diciendo que estando en la posada y aposento de Pedro de Villagrán, en presencia de mucha gente, había mandado llamar a Vega y a los oficiales para hacer cierto acuerdo, a lo que aquél se había negado. Ordenó entonces al alguacil mayor que le buscase y, si necesario fuese, le notificase la orden.

Con esto, Vega no pudo ya negarse, habiéndose presentado en circunstancias que Villagrán estaba hablando con Andrés de Vega, quien trataba de convencerle que no tenía necesidad de verse con aquél.

- ¿Cómo andáis huyendo -le dijo Villagrán en cuanto entró- y rehusando hacer lo que conviene al servicio del Rey? ¡Sin duda no debéis de pretender otra cosa sino que esta tierra se pierda!

-Tan servidor del Rey soy -le replicó Vega- como todos los que hay en este reino.

-Vuesa merced -repuso Villagrán encolerizado, no es ni como el más mínimo soldado que hay en la ciudad, y marchaos a dar cuenta al Rey.

-Vuesa merced -insistió Vega- es el que no quiere servir.

Y con esto Villagrán arremetió a él, le echó mano del pecho y dándole dos o tres empellones, lo hizo salir para afuera y conducirlo en seguida a la cárcel.

Medina, José Toribio - "Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Chile", Capítulo I de la Segunda Parte

Rodrigo de Vega Sarmiento y Roman

Nace en 1515 en la Villa de ocaña, España.

En 1557 es propietario, Ocaña, España, Dueño de tierras en Ocaña y en Colmenar de Orejas

1557 a 1573 en Chile, Veedor de la Real Hacienda

15 junio 1561 a 1570 es Factor de Su Majestad el Rey en Conecpción, Chile.

1579 defunción, Chile

Archivo PARES sobre Juan de Vega Sarmiento hermano?

Código de Referencia: ES.28079.AHN/1.2.9.-2.2.1.1.5//UNIVERSIDADES,L.477,Fol.493 Titulo Nombre atribuido: Vega Sarmiento, Juan de Fecha Formación: 1572 Nivel de Descripción: Unidad Documental Simple

indicador de lista abierta ÁREA DE CONTEXTO Nombre de/l (los) productor/es: Universidad de Alcalá (1499-1836)

indicador de lista cerrada ÁREA DE CONTENIDO Y ESTRUCTURA Alcance y Contenido: Cursos en Cánones probados ante la Universidad de Alcalá por Juan de Vega Sarmiento, natural de Ocaña (Toledo).

Biografía de Rodrigo de Vega Sarmiento de la Biblioteca virtual Cervantes

Rodrigo de Vega Sarmiento

Rodrigo de Vega Sarmiento fue hijo de Hernán Pérez Román y de Teresa Sarmiento, y nació en Ocaña en 1512. Él decía haber venido al mundo «con mayor obligación que otros», aludiendo a su alcurnia, afirmación que la Audiencia de Lima confirmaba al decir que era tenido en posesión de hijodalgo y que como tal se había tratado en esta tierra. Casado se hallaba con doña María de Castro, «una muy principal persona», y padre de seis hijos, cuando en 1553 fue nombrado por Felipe II veedor de la Hacienda Real en Chile. Ya por ese entonces había comenzado a dar muestras de su carácter agresivo y pendenciero, viéndose en más de una ocasión preso en Sanlúcar y Sevilla por cuestiones propias de caballeros, a su decir; por revoltoso, según lo que otros que no le querían bien afirmaban, agregando que hasta había estado condenado a muerte. Ya sea por tal causa o por la necesidad de prepararse para tan largo viaje con la numerosa familia y los criados que debían acompañarle, o por la falta de embarcación oportuna, sólo pudo partir de España en 1555 en la flota que trajo al Perú al Marqués de Cañete -habiendo debido, así, conocerse desde entonces con Ercilla- viaje que hizo no sin que riñera a bordo con alguno de los pasajeros y se hiciera preciso trasladarlo de nave. Siguió a su destino con Hurtado de Mendoza, y de nuevo tuvo un disgusto con el maestre de la nave por no haberle alojado en la forma que decía corresponderse, y, todavía, pretendió batirse en Arica con uno de los pasajeros. Llegado a Santiago, en los dos meses que aquí estuvo se enredó en una cuestión con el tesorero Real Juan Núñez de Vargas, y, por fin —310→ reunido a don García en el fuerte de Penco, tomó allí posesión de su cargo el 15 de octubre de 1557, y siguiendo luego al ejército que iba a entrar en campaña, peleó en Biobío y Millarapue; se halló en la fundación de Tucapel y en la repoblación de Concepción (enero de 1558), donde hubo de quedarse ejerciendo sus funciones de veedor. Bien pronto se concitó las iras del atrabiliario Gobernador por sus negativas a dar cumplimiento a las órdenes de pago que consideraba ilegales, y sin forma de juicio le privó del cargo y, no contento con eso, lo metió en la cárcel y hasta toleró que le acuchillasen en la plaza pública algunos de sus criados. Apenas le fue posible, quiso dar cuenta al Rey de lo que le pasaba con don García; mas, habiendo caído su carta en poder de éste, dictó nuevamente orden de prisión contra él, habiendo tenido entonces que buscar refugio en el convento de San Francisco, donde permaneció más de medio año, hasta caer al cabo en las manos de los esbirros del Gobernador. Procesado entonces, no quiso jamás doblegarse, portándose durante la secuela del juicio con toda entereza. Con la partida de Hurtado de Mendoza «cesó la tormenta», como lo escribía a Felipe II en octubre de 1561; pero era simplemente una tregua a sus percances. Villagra, que sucedió a aquél en el gobierno, le aumentó el salario, le recomendó al monarca y hasta concedió cierta encomienda de indios a uno de sus hijos; si bien todo esto no bastó a que siguiera otro temperamento del que desde un principio había usado en el ejercicio de su cargo, negándose en cierta ocasión a acatar una orden para que, dado el estado de miseria a que se veía reducido el país, no se ejecutase a los deudores a la Caja Real; y lloviendo sobre mojado y dejándose llevar de su espíritu maldiciente y murmurador, criticó duramente a Alonso de Reinoso, por esos días corregidor de la ciudad, el que viviese amancebado con una mujer casada, y colmada con esto la medida, «le quitaron luego el oficio, y estuvo cinco meses con grillos y cadenas y en el cepo, cerrado por de fuera con llave, sin dejalle —311→ hablar sino cuando le metían de comer, y con un hombre a su costa que le guardaba, hasta que se fue a San Francisco, y allí ha estado otros tres o cuatro y habrá otro que se presentó, y le quieren sentenciar y nunca acaban». Pero por su parte no cejaba. Hablando de la situación a que se veía reducido, escribía al Rey con fecha 12 de octubre de 1562: «A mí no me han de hacer perder el camino que por V. M. me está mandado tener todos los malos tratamientos ni regalos del mundo, porque yo no tengo otro caudal sino haber servido a V. M. mejor que ninguno que en Indias haya venido, en aquella sustancia que V. M. me mandó que sirviese, ni acá hay hombre más pobre ni maltratado; y si mi celo no fuera tal, yo estuviera rico y rogado, como he sido de los Gobernadores y lo soy del que ahora es, a que tome indios y deje mi oficio; por lo cual y por no acetar y pagar lo que libra y manda sin tener poder de V. M., a lo menos que parezca, me ha quitado mi oficio, y porque no doy la llave, estoy en un cepo echado en el suelo y con unos grillos, formando y dando a entender que es por echar mano a la espada para un soldado que hallé riñendo con un hijo mío [...]». Y meses más tarde, refiriéndose siempre a Villagra: «vista mi voluntad, me creció el salario a dos mil pesos, y escribió a V. M. mi necesidad y cuidado; y así es, que yo y nueve hijos y mi mujer no hay casa más pobre en las Indias; y poniéndome el Gobernador esta necesidad delante y dándome a entender la remediase, quiso meter la mano en las Cajas, librando en ellas, y yo he seguido la instrucción de V. M., lo cual fue causa de quitarme lo acrecentado, y dende a poco tiempo, el salario principal y oficio que V. M. me dio, y porque no di la llave, me ha tenido en un cepo con grillos y cadenas, en la más áspera que nunca a hombre se tuvo [...]; y así, estoy quitado mi oficio y dádole aun criado suyo: suplico a V. M. sea servido de enviar su cédula Real para que me acuda con todo mi salario y lo acrecentado». Deseaba, por todo esto, salir del reino, pero ni conseguía para ello licencia, ni hallaba siquiera escribano que se atreviese a darle los testimonios que pedía. Muerto Francisco de Villagra, luego de haberle sucedido Pedro de Villagra, su sobrino, empezó a requerirle, y lo hizo hasta por cinco veces consecutivas en menos de tres meses, para que ambos firmaran una exposición del lamentable estado en que se hallaba el país, sin lograrlo: hubo, en cambio, acuerdo de hacienda (20 de noviembre de 1563) para que Vega Sarmiento se trasladase a Lima a aquel propósito, debiendo auxiliársele para su viaje con la suma de mil pesos; pero Villagra, dando por excusa que tal gasto resultaba inútil, se opuso a que se llevase a efecto; con lo que, burlado en sus expectativas, Vega Sarmiento negó su voto a que se sacase de las Cajas Reales lo que parecía necesario emplear para la defensa de Concepción, amagada por los indios, insistiendo, a la vez, en la manifiesta conveniencia de su viaje al Perú, aunque nada se le diese, en una protesta que inmediatamente presentó. «E porque me temo, decía al final de ella, como es público, que si no me conformo en los gastos y en que S. M. no sepa lo que se ha fecho y conviene a su Real servicio remediar, me han de quitar mi oficio, según estoy amenazado y se ha publicado, le han de dará Juan Galiano, para que, siendo, como es, mi enemigo capital, haga lo que el Gobernador quisiere [...]».

 —312→    Villagra no aguantó ya más: suspendió a Vega Sarmiento de su oficio y le puso en la cárcel, de la cual, sin embargo, le sacó presto, para verse obligado otra vez dentro de poco a suspenderle y encarcelarle. Dirigiéndose nuevamente al Rey le contaba haber padecido grandes molestias y hallarse «tollido de prisiones»: todo lo cual era nada, a su decir, comparado con el trabajo que se le ofrecía entonces por las exigencias de Villagra para que le firmase una carta, cuyo contenido no podía aceptar, «y no me pesa sino de no tener edad y salud para sufrir las molestias que por no hacerlo se me han de hacer [...]». Huyose entonces hacia el norte, manteniéndose oculto hasta la llegada a Valparaíso de Jerónimo Costilla, que venía del Perú a cargo de gente armada, (principios de junio de i 565), a quien se presentó allí «en hábito de salvaje», y dándole informaciones adversas a Villagra, contribuyó a inclinarlo a favor de Rodrigo de Quiroga, que había de reemplazarle en el gobierno. Hallábase en Santiago cuando hubo de intervenir en un nuevo incidente relacionado con su oficio, cuyas consecuencias iban esta vez a costarle caro. Oigámosle a él referir bajo de juramento uno y otras: «[...] lo que pasó es, que estando este testigo en la ciudad de Santiago, [...] llevaron a las dichas provincias una ejecutoria Real para que los indios de Quillota e Mapochoes se pusiesen en la Corona Real de Castilla, e otra provisión Real por sí, aparte, para que se pusiesen los indios de Pico, que todos había tenido el bachiller Rodrigo González; e este testigo, como factor de S.M., fue ala justicia ordinaria de la dicha ciudad de Santiago a pedir el cumplimiento de las dichas provisiones y ejecutoria, e teniendo los indios presentes las justicias para le dar la dicha posesión en ellos a este testigo en nombre de S. M., Pedro de Villagrán, que al presente era gobernador de las dichas provincias, envió un mandamiento para que no se usase por las dichas justicias ordinarias de las dichas provisiones e carta ejecutoria e que se las llevasen oreginalmente ante él, e que a este testigo por ello le llevasen preso ala cárcel, adonde le llevaron y estuvo; y que luego, estando este testigo preso, el dicho Gobernador dio la posesión de los dichos indios de Quillota e Mapochoes solamente, e no los de Pico, a los demás Oficiales Reales; e teniendo la posesión los dichos Oficiales Reales de los dichos indios, fue a las dichas provincias de Chile don Francisco de Irarrázabal, el cual llevó nueva en cómo el Conde de Nieva o la Real Audiencia de esta Ciudad [Lima] le hacían gobernador de las dichas provincias de Chile, e hasta tanto que S. M. otra cesa proveyese; e luego le dio el dicho Pedro de Villagrán al dicho don Francisco de Irarrázabal en administración los dichos indios de Quillota e Mapochoes con dos mili pesos de salario; y este testigo, como factor de S. M., venido a su noticíalo susodicho, por petición contradijo el dicho salario, deciendo que era factor de S. M. e su criado e que estaba obligado a servirla dicha vecindad sin salario alguno, e que ansí se ofrecía a lo hacer, que ansí se lo mandase, e protestó sobre ello lo que protestar le convenía, que fuese, en fin, ninguno el dicho nombramiento e señalamiento de salario, y otras cosas [...]; e al dicho tiempo no se supo ni entendió que los dichos indios le hubiesen sido encomendados al dicho don Francisco de Irarrázabal, ni que hubiese de ellos tomado posesión, e por esta cautela la tomó el dicho don Francisco de Irarrázabal, secretamente, sin que ninguna persona lo supiese e hasta tanto que el dicho gobernador Pedro de Villagrán dejó el cargo de gobernador; e luego este testigo que lo supo, la cual dejó por virtud de la dicha ejecutoria Real, la cual se le dio por el gobernador Rodrigo de Quiroga, e ansí al presente los tiene e posee hoy S. M.; sobre   —313→   la cual traición e sobre asechanza dieron a este testigo, de noche, muchas heridas, de que estuvo a punto de muerte, sin que sobre ello se haya hecho castigo alguno».  Repuesto ya de sus heridas, levantó en Santiago, a mediados de 1565, una información relativa a sus servicios, al corto sueldo de que disfrutaba y a los gastos que se había visto en el caso de hacer, y seguramente con asentimiento del nuevo gobernador Rodrigo de Quiroga, de quien se había manifestado adicto y a la puerta de cuya casa precisamente cuando salía de visitarle había sido asaltado, emprendió su tan anhelado viaje a Lima, donde se le halla ya en principios del mes de enero del año siguiente ocupado en rendir una nueva información de sus méritos, que pudo efectuar sólo en parte, para regresarse luego después a su vecindad de Concepción, sin que conste cuál fuera el resultado de sus gestiones en la corte de los Virreyes. Al regresar a Chile confiaba, quizás, en la buena voluntad de Quiroga; pero ya sea porque le faltara, o lo que es más probable, que por haber dejado el mando en 1567, nada pudiera obtener de él, es lo cierto que su comportamiento debe haber continuado como de antes, porque consta que en mayo de 1569 no sólo había sido de nuevo privado de su oficio, sino también condenado en una fuerte multa y en destierro de las Indias. El remedio pareció haber sido eficaz por el momento, pero sus buenos resultados duraron poco. Es probable que aquella resolución se debiera a las agrias y enconadas cuestiones que había tenido con el licenciado Egas Venegas, uno de los oidores, encargado especialmente de practicar una visita a las Cajas Reales, durante la cual le enrostró haber servido malamente su cargo, y Vega Sarmiento, por su parte, le increpó la demora de que hacía gala en sus actuaciones y concluyó por recusarle como a enemigo capital suyo. Fórmesele entonces un largo proceso en el que se procuró acumularle cuanto cargo se halló desde que estaba en funciones en Chile, que tramitó el Licenciado de las Peñas, pero que resultó contener más ruido que nueces, pues en definitiva le sentenció en una ligera multa. Por confesión suya sabemos también que el gobernador Bravo de Saravia le tuvo preso, despachándole desde Santiago a Concepción, por causas que no expresaba con claridad en lo que escribía al Rey, si bien de otra fuente aparece que fue porque se negó a aceptar ciertos libramientos suyos (enero de 1570). Quisquilloso como era, envolviose también luego allí en una cuestión de etiqueta, la cual, por nimia que hoy nos parezca, no quiso dejar de comunicarla al Rey, según era costumbre antaño: «Cuando vino la Audiencia a este reino me hizo un agravio, y fue, que estando yo en San Francisco oyendo misa en lugar que yo tenía   —314→   de costumbre, vino a mí el alguacil mayor, y yo, entendiendo que me quería otra cosa, me levanté, y pasó adelante de mí otros que solían tener contento de estar muy atrás, y venido el Presidente, entendido cómo los generales solían estar en pie delante de sus capitanes y justicias y tenientes de Gobernadores, estando yo con los que gobernaban, señaló lugar en la iglesia donde yo e los demás Oficiales propietarios de V. M. nos sentásemos, y el vicario mismo puso el asiento, y la Audiencia, por sustentar el agravio antes dicho, hizo que los vecinos y el cura quitasen el escaño y asiento, y la Audiencia determinó contra lo proveído y mandado por el Gobernador Presidente. A V. M. suplico lo mande remediar [...]». Allí en Concepción se hallaba, pues, de nuevo, cuando, haciendo alarde de conquistador, con desprecio de su cargo, del respeto que debía a su larga y ya crecida familia y a sus años, escaló la casa de un vecino para entrar a forzarle su mujer; escándalo a que añadió el de haberse trabado a bofetadas con el portero de la Audiencia por no haberle querido recibir un escrito; conducidos ambos a la cárcel, aquél tuvo medios para entrar a la que ocupaba Vega Sarmiento y le dio siete puñaladas, dejándole a punto de muerte1066. El hecho había sido perpetrado merced al amparo de Egas Venegas, que facilitó la fuga al asesino, y que, no contento con eso, (¡tal era la animosidad que el oidor había llegado a cobrar a Vega Sarmiento!) dictó, todavía, un auto señalando a éste un plazo de diez días para que contestara a los cargos que sobre su conducta funcionaría le estaban formulados. Un tanto repuesto de sus heridas, que le habían dejado cojo, y, lo que Vega Sarmiento más sentía, «imposibilitado para poder ser hombre»1067, logró embarcarse para el Perú a fin de formular allí sus quejas y tratar de obtener reparación de los agravios y atentados de que había sido víctima. Al triste estado físico en que se veía reducido, se agregaban por ese entonces la pérdida de su mujer y la muerte de   —315→   dos de sus hijos en la guerra araucana. Desde allí escribía al monarca refiriéndole que «estando en la cárcel Real, preso con grillos y cadenas y durmiendo, abrieron las puertas a un criado de Hernando Egas, armado, y otros criados con él, y me dio siete puñaladas de muerte, y por ser su criado y por sus cartas, en ocho días le han dado por de corona, contra lo ordenado por el Papa y Concilio». Agregaba que todo eso le había acontecido «por haber él hecho más que todos cuantos le servían en Indias» y que «estaba el más pobre que hoy vive, y por su cédula Real que V. M. envió me han dos veces herido de muerte y quedado hecho pedazos, peor que muerto». La Real Audiencia de aquella ciudad no pudo menos que tratar de ampararle ante el concepto del monarca, solicitando que se le hiciese alguna merced. Por su parte, días después anunciaba a un alto funcionario de la Corte que se regresaba a Chile a fenecer sus cuentas y que volvería al Perú en espera de que «se proveyese justicia y gobierno y a mí merced». Así, pues, se vino a Chile, y a fines de ese mismo año desde Concepción repetía carta al monarca con la relación de las vejaciones que llevaba sufridas y de sus servicios y gastos. «Yo ha que sirvo a V. M., le decía, diez y ocho años, y en este tiempo he gastado lo que truje de España y lo que V. M. me ha hecho merced, y le he servido de fator y de soldado, y me han muerto dos hijos peleando en la guerra, y otro que ha más de siete años que sirve sin salir de la guerra, y armando y encabalgando muchos soldados a mi costa, y por haber puesto el hombro a las cosas del servicio de V. M. me han herido de muerte, y ahora estoy en artículo della [...]». Ocho días más tarde repetía sus informaciones acerca de la hacienda Real, diciendo que lo hacía desde la cárcel, «donde siempre estoy lo más del tiempo, sin que en ello haya remedio, aunque me he quejado muchas veces».  No había de encontrarlo tampoco en la Corte, y, lejos de eso, cuando menos podía esperárselo, llegó contra él una ejecutoria que le mandaba privar definitivamente de su cargo, con más una condenación pecuniaria, que le fue notificada en febrero de 1576. De estos hechos y de la triste situación a que se veía reducido da fe la siguiente carta del contador Francisco de Gálvez, escrita por esos días: «Una de las cuatro ejecutorias que llegaron hice notificar al fator Rodrigo de Vega [...], al cual, conforme a ella, se le quitó el oficio [...], y está tan pobre, que no tiene en qué le poder executar la condenación que le vino fecha, ni con qué se sustentar; a cuya causa ha pedido el Gobernador le mande pagar cierta cantidad de pesos de oro que dice se le deben de su salario después que usa el oficio, y hémosle respondido que hasta que dé cuenta de todo lo que ha sido a su cargo y pague lo que ha sido condenado, no se nos debe mandar le demos ninguna cosa: si se le mandare o hubiere de pagar algo, estaremos advertidos de cobrar dello lo en que está condenado, porque de otra cosa no se la hallamos ni alcanzamos la tenga». ¡Qué cuadro de miseria, y qué fiscalismo aquél! Y tal es la última noticia que tengamos de la vida de tan singularísimo personaje, que no pudo ya ser mucha, como él lo decía cuatro años antes en una de sus cartas a Felipe II.
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Rodrigo de la Vega y Sarmiento Román's Timeline

1512
1512
Villa de Ocaña, Toledo, Castilla-La Mancha, España (Spain)
1541
1541
Ocaña, Toledo, Castillo la mancha, España (Spain)
1570
1570
San Juan, Capital Dept, San Juan Province, Argentina
1579
1579
Age 67
Chile
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