Francisco de Uzcátegui y Mansilla

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About Francisco de Uzcátegui y Mansilla

Luis Alberto Ramírez Méndez escribió, entre otras anécdotas, "Los amantes consensuales en Mérida colonial, El escandaloso amor de don Francisco y doña Magdalena en la Mérida colonial. Los blancos beneméritos:

Otra evidente relación consensual, ocurrió en 1711, protagonizada por Don Francisco de Uzcátegui Mansilla y revelada por Doña Ysabel, Catalina y Juana Teresa Fernández de Rojas, quienes acusaron al Uzcátegui de haber cometido numerosos escándalos, que mancillaban su nombre porque Don Francisco vivía en amancebamiento público con "... sugeto que les tocaba en sangre...” y para colmo “... casada sin hacer vida con su marido", lo que impedía la consumación de una unión legitima. De nada habían servido las previsiones tomadas por las Fernández de Rojas para impedir tal iniquidad. Entre otras argucias, las quejosas expresaban que habían recluido a su pariente en una estancia del campo, adonde había ido Francisco Uzcátegui y la había sacado de su confinamiento echándosela "... a la cabalgadura que iba y se la trajo a la ciudad a continuar a vivir juntos otra vez..."

Después de aquel incidente, las Fernández de Rojas, mortificadas por tal escándalo y deshonor, lograron separar a Don Francisco de su familiar y la escondieron en su casa, cerrando las puertas con llaves y cerrojos ante cuyo portón se presentó Don Francisco de Uzcátegui Mansilla y violentamente le desprendió las puertas, hizo pedazos las alhajas, quemó la cama, un pabellón, una caja y logró sacar a su amada.

 Ante tal osadía, las Fernández de Rojas optaron por esconder nuevamente  a su parienta en un soberado, que estaba situado en la casa de una de éstas, entre tanto Don Francisco Uzcátegui, aprovechando  la imprevisión de una criada que salió a botar una "totuma de  hacer aguas"  se introdujo en la vivienda y nuevamente se llevó a su amada. Esa escandalosa y excesiva situación motivó a las Fernández de Rojas a consultar la opinión del vicario, quien les aconseja depositar a su familiar en  la clausura del convento de Santa Clara.  

Para Don Francisco Uzcátegui Mansilla, esa reclusión, fue un fuerte obstáculo que le separaba de su amada, ante el cual tramó diversas formas para superarlo. Primero, optó por colocar escaleras y hacer agujeros en las paredes, intentando violentar el monasterio, situación que fue observada y prevenida en 1714 por el visitador Don Joseph Felipe Márquez de Urbina, quien ordenó derrumbar la pared que daba a la calle de la barranca del río de Albarregas y volverla a construir para eliminar los salientes de las tapias que eran utilizadas a manera de escaleras por las sirvientas para escapar de la clausura. Asimismo, para evitar que las reclusiones fueran quebrantadas, la abadesa exigió a la Real Justicia que se custodiara el convento de día y noche.

Esas precauciones de las monjas  hicieron desistir a Don Francisco Uzcátegui Mansilla de los anteriores intentos  pero no abandonó sus propósitos de comunicarse con su amada y ante la negativa de la madre abadesa en permitirle visitas,  procedió a tomar " ... traje de  mujer poniéndose  facial y manto.." para conseguir comunicarse con su amada concubina.  Finalmente se  conoce que Don Francisco de Uzcátegui logró casarse con la Fernández de Rojas, y entre sus descendientes se hallan el Canónigo Uzcátegui, Don José Nepomuceno Uzcátegui, el Doctor Mariano Uzcátegui."

(G.A.D.M.)


Los amantes consensuales en Mérida colonial
Luis Alberto Ramírez Méndez. University of the Andes (Venezuela)

El escandaloso amor de don Francisco y doña Magdalena en la Mérida colonial

Los blancos beneméritos

Los blancos beneméritos Otra evidente relación consensual, ocurrió en 1711, protagonizada por Don Francisco de Uzcátegui Mansilla y revelada por Doña Ysabel, Catalina y Juana Teresa Fernández de Rojas, quienes acusaron al Uzcátegui de haber cometido numerosos escándalos, que mancillaban su nombre porque Don Francisco vivía en amancebamiento público con "... sugeto que les tocaba en sangre...” y para colmo “... casada sin hacer vida con su marido", lo que impedía la consumación de una unión legitima. De nada habían servido las previsiones tomadas por las Fernández de Rojas para impedir tal iniquidad. Entre otras argucias, las quejosas expresaban que habían recluido a su pariente en una estancia del campo, adonde había ido Francisco Uzcátegui y la había sacado de su confinamiento echándosela "... a la cabalgadura que iba y se la trajo a la ciudad a continuar a vivir juntos otra vez..."

Después de aquel incidente, las Fernández de Rojas, mortificadas por tal escándalo y deshonor, lograron separar a Don Francisco de su familiar y la escondieron en su casa, cerrando las puertas con llaves y cerrojos ante cuyo portón se presentó Don Francisco de Uzcátegui Mansilla y violentamente le desprendió las puertas, hizo pedazos las alhajas, quemó la cama, un pabellón, una caja y logró sacar a su amada.

 Ante tal osadía, las Fernández de Rojas optaron por esconder nuevamente  a su parienta en un soberado, que estaba situado en la casa de una de éstas, entre tanto Don Francisco Uzcátegui, aprovechando  la imprevisión de una criada que salió a botar una "totuma de  hacer aguas"  se introdujo en la vivienda y nuevamente se llevó a su amada. Esa escandalosa y excesiva situación motivó a las Fernández de Rojas a consultar la opinión del vicario, quien les aconseja depositar a su familiar en  la clausura del convento de Santa Clara.  

Para Don Francisco Uzcátegui Mansilla, esa reclusión, fue un fuerte obstáculo que le separaba de su amada, ante el cual tramó diversas formas para superarlo. Primero, optó por colocar escaleras y hacer agujeros en las paredes, intentando violentar el monasterio, situación que fue observada y prevenida en 1714 por el visitador Don Joseph Felipe Márquez de Urbina, quien ordenó derrumbar la pared que daba a la calle de la barranca del río de Albarregas y volverla a construir para eliminar los salientes de las tapias que eran utilizadas a manera de escaleras por las sirvientas para escapar de la clausura. Asimismo, para evitar que las reclusiones fueran quebrantadas, la abadesa exigió a la Real Justicia que se custodiara el convento de día y noche.

Esas precauciones de las monjas  hicieron desistir a Don Francisco Uzcátegui Mansilla de los anteriores intentos  pero no abandonó sus propósitos de comunicarse con u amada y ante la negativa de la madre abadesa en permitirle visitas,  procedió a tomar " ... traje de  mujer poniéndose  facial y manto.." para conseguir comunicarse con su amada concubina.  Finalmente se  conoce que Don Francisco de Uzcátegui logró casarse con la Fernández de Rojas, y entre sus descendientes se hallan el Canónigo Uzcátegui, Don José Nepomuceno Uzcátegui, el Doctor Mariano Uzcátegui.

G.A.D.M.