GRANDES POETAS COLOMBIANOS

Isaías Gamboa, Peregrino de Tierras y de Mares

Por Tito Mosquera Irurita, Embajador de Colombia

Para los salvadoreños amantes de las letras y de la poesía que nos transporta a la región eterna de lo sublime, no es extraño el nombre de Isaías Gamboa, el gran literato colombiano, hermano del renombrado maestro Francisco A. Gamboa, de quien nos ocupamos en página anterior y quien fuera verdadero apóstol de la enseñanza y forjador moral y espiritual de juventudes. Isaías Gamboa, hombre de grandes excelencias y principios como su hermano, formado en las alturas del más puro idealismo, en él se advertía igualmente un pedagogo de estirpe que había hecho de su oficio un generoso apostolado y que entendía la vida como una siembra perenne en los surcos humanos. Ya no existen en el mundo de hoy, infortunadamente, educadores de la estatura de los hermanos Gamboa, porque la gran crisis social de nuestro tiempo casi que no lo permite.

Nacido en las hermosas tierras del Valle del Cauca en el año de 1872, el joven educador y poeta llegó por primera vez a tierra salvadoreña cuando apenas contaba con veintiún años de edad, abandonando su patria entrañable por razones de índole política. Prefirió tomar el camino difícil pero digno del exilio, antes que aceptar el yugo de un régimen que alcanzó a opacar el ambiente de libertad alcanzado años atrás con tanto sacrificio. Eran los Gamboa de aquellos ciudadanos formados en el cumplimiento del deber, levantados en el culto a los sagrados ideales de libertad y de justicia, dispuestos siempre a sacrificarlo todo por el bien de su familia y de su patria. Pocas vidas como las de los hermanos Gamboa, tan ricas en espirituales excelencias, tan meritorias en su callado discurrir, tan colmadas de anhelos, tan estremecidas de inquietudes, tan largas en el don de sí mismas, tan tesoneras en el esfuerzo, tan ardidas de patriotismo y de fe.

Después de varias actividades literarias y pedagógicas en tierra salvadoreña y posteriormente en su querida Colombia, Isaías Gamboa, fiel a su espíritu viajero, torna por breve tiempo a Centroamérica y parte finalmente hacia la tierra de Gabriela Mistral en donde vivió varios años dedicado a la enseñanza y a las letras. Los recursos y saudades de su Valle del Cauca lo llevaron a embarcarse nuevamente hacia su patria añorada, encontrando la muerte en el puerto peruano de El Callao en 1904. Refieren personas que merecen entero crédito -según narra Saúl Flores- que todos los años una hermosa mujer sale de Chile, se dirige hacia el norte y deposita rosas fragantes en la tumba del poeta. ¡Así es el amor, vencedor del tiempo y de la muerte!

Caso encantadoramente raro el de Isaías Gamboa; todo un nativo mediterráneo, hasta una madrugada -¿o un anochecer?- en que los camelares del destino, o sus ineluctables impulsiones hiciéronle dejar su valle feliz para anclarlo en lejanos litorales. Entonces el poeta se realiza en una suerte de simbiosis armoniosa, entre el alma cancionera y el marítimo dintorno como distinta y renovada fuente inspiradora, hasta hacerlo un morador o peregrino de puertos y ciudades de cielos y de piélagos. Su lira es heróica, templada por la tormenta o por el oleaje del mar, cuando azota iracundo las duras rocas de su orilla, o delicada y romántica cuando canta a su tierra nativa de palmeras y de caña. Su poema Ante el Mar, que es como un canto premonitorio antes de morir en El Callao, nos permite apreciar la musa del gran poeta que fue Isaías Gamboa, cuya estancia en El Salvador fue breve pero suficiente para que muchos lo recuerden todavía.