Martín Ruiz de Avendaño y Tovar, II Señor de Villarreal, III Señor de Urquizu

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Martín Ruiz de Avendaño y Tovar, II Señor de Villarreal, III Señor de Urquizu

Spanish: Capitán Martín Ruiz de Avedaño y Tovar, II Señor de Villarreal, III Señor de Urquizu
Birthdate:
Birthplace: Urkizu, Bizkaia, Euskadi, Spain
Death: circa 1410 (56-74)
en la toma de Antequera, España (Spain)
Immediate Family:

Son of Juan de San Juan de Avendaño y Guevara, I Señor de Villarreal en Álava y Avendaño and Mayor González de Tovar Padilla
Husband of Fayna Lanzarote, princesa guanche and María López deGamboa y Ortiz de Zarauz, Señora de Olaso
Father of Aniagua Princesa de Lanzarote; Juan "el Viejo" de Avendaño López de Gamboa, III Señor de Villarreal, IV Señor de Urquizu; Fernando Ruiz de Gamboa y Avendaño, Señor de Olaso; Mayor de Avendaño y Gamboa and María de Avendaño

Occupation: II Señor de Urquizu
Managed by: Private User
Last Updated:

About Martín Ruiz de Avendaño y Tovar, II Señor de Villarreal, III Señor de Urquizu

In 1377 Ruiz de Avendaño, commander of his Castilian fleet, became shipwrecked on the island of Lanzarote after a storm, where he received offers of hospitality by King Zonzamas and began a relationship with Queen Fayna. From this relationship, Princess Ico was born with white skin and fair hair - mother of Guardafia - the last king of Lanzarote.

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Fue a finales del siglo XIII, concretamente en el año 1291, cuando se supone que pasaron por aquí los hermanos Vivaldi, genoveses, iniciándose así lo que en la centuria siguiente habría de constituir la sistemática expoliación del archipiélago, en particular para esta isla de Lanzarote, prácticamente indefensa ante las superiores técnicas de combate empleadas por los europeos y las deficientes condiciones naturales de protección de su geografía no muy accidentada, por cuya causa fue diezmada su población bajo el señuelo de las pingües ganancias que ofrecía la caza de esclavos.

Un episodio que marcó un señalado hito histórico para nuestra isla fue la estancia en ella, durante algunos años, en el primer tercio del siglo siguiente, de otro genovés, Lancelotto Malocello (áunque prefiero escribirlo LANZEROTTO MALOCELLO en atención a información ofrecida por el “DIZIONARIO BIOGRÁFICO DEI VARRAZZINI”) , cuyo nombre, escrito Lanzarutus en los portulanos de la época en versión latina, como era costumbre entonces, ha quedado impreso para siempre como nombre de esta isla.

A partir de estos años comenzaron a proliferar, cada vez más, las expediciones que abordaban nuestro archipiélago, bien fuera porque lo tenían como meta final de sus viajes o porque tocaban en él durante su paso hacia otras regiones más meridionales del vecino continente africano. Las hubo de diferentes nacionalidades, pero las más numerosas tuvieron como punto de partida los puertos mallorquines y catalanes. Es de suponer, aunque no se tengan noticias concretas al respecto, que Lanzarote, por su situación más accesible en las rutas marinas, haya sido una de las islas de este archipiélago más visitadas por aquellos navegantes.

En el año 1377, según todos los indicios, tuvo lugar la accidental arribada a Lanzarote del capitán de naos vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño, durante cuya estancia vivió este personaje en la isla aquel idílico romance del que le nació un vastago. Nos lo cuenta en exclusividad informativa, como ocurre con algunos otros hechos de nuestra historia insular, Abreu Galindo, mas su exposición resulta tan embrollada y contradictoria que ha dado lugar con ello a diversas controversias entre sus exegetas. Este es el texto en sus líneas fundamentales: ”Dícese que, cuando Juan de Betancur y Gadifer de la Sala vinieron en demanda de estas islas, era rey de Lanzarote un natural de ella que se decía Guadarfía, que decían ser hijo de un capitán cristiano que con temporal aportó a esta isla de Lanzarote; la cual historia pasa de esta manera: “Reinando en Castilla el rey don Juan el primero, hizo una armada por la mar, de ciertos navios, y puso por capitán de ellos a un caballero vizcaíno, que se decía Martín Ruiz de Avendaño; el cual corría toda la costa de Vizcaya y Galicia y Inglaterra, que sería de año 1377, poco más o menos. El cual, navegando, le dio temporal que les hizo arribar a Lanzarote; y fue aposentado en la casa del rey, que se decía Zonzamas. Tenía este rey una mujer, llamada Fayna, en quien hubo Martín Ruiz de Avendaño una hija, que llamaron Ico; la cual Ico fue muy hermosa y blanca. Esta Ico casó con Guanarame, rey que fue de aquella isla, por muerte de un hermano suyo llamado Tinguanfaya, que fue el que prendió el armada de Hernán Peraza. Tuvo Guanarame en Ico a Guadarfía”.

Tan enrevesada se presenta, efectivamente, como puede apreciarse, esta historia que ello ha dado pie para pensar que se tratara de una pura invención. Pero la verificación de algunos nombres y otros datos en ella contenidos parece venir en apoyo de su autenticidad esencial. Ahora bien, de lo que no puede caber la menor duda es de la imposibilidad material de tomar al pie de la letra la interpretación que el autor hace de los hechos que expone si admitimos como seguros determinados particulares de la cuestión de los que, ciertamente, por la comprobación crítica a que han sido sometidos, no parece existir razón sólida para dudar, cuales son la fecha del año 1377 como la de la estancia de Martín Ruiz de Avendaño en la isla y el hecho de que Guadarfía fuera en 1402 un hombre en plenitud física que ya había rebasado por tanto la etapa de la adolescencia. Está claro, en efecto, que es de todo punto imposible constreñir a los estrechos límites de los veinticuatro años comprendidos entre ambas fechas la sucesión de acontecimientos que en la obra se pretende, a saber, que Ico, nacida por el año 1378 pudiera ser madre de Guadarfía, que en 1402 era perfectamente adulto. Por tanto, si Ico fue en realidad la madre de Guadarfía, como en el texto se asevera y parece lo más probable, no pudo ser ella a su vez hija del advenedizo forastero. Recuérdese además que al comienzo del pasaje que nos ocupa se decía de forma expresa con respecto a Guadarfía que era tenido como “hijo de un capitán cristiano que con temporal aportó a esta isla de Lanzarote”. Es luego, paradójicamente cuando se pretende aclarar la cuestión, que se incurre en la serie de contradicciones e incongruencias apuntadas, haciéndolo entonces hijo de Guanarame e Ico, extremo que queda contradicho en otro párrafo de la obra en que se manifiesta que la esposa de Guanarame fue Tinguafaya, versión ésta mucho más verosímil habida cuenta de la imposibilidad cronológica ya expuesta de que Ico, de haber nacido por 1378, pudiera ser madre de Guadarfía.

El por qué Abreu Galindo incurrió en tan flagrantes contradicciones sin advertirlo no es fácil de comprender, Hoy se piensa, empero, que la obra fuera objeto de interpolación en algunos párrafos del pasaje en cuestión por un refundidor de la misma, poco avisado desde luego, que por razones que no es posible alcanzar a comprender, desfiguró el suceso en sus líneas básicas. En resumen, parece lo más probable que con quien tuvo amores Martín Ruiz de Avendaño fue con la princesa Ico, hija de Zonzamas y Faina, y que Guardafía fue el fruto de estas relaciones amorosas.

En el intervalo que media entre los años 1377 y 1393 desaparecen de la escena política titerogaqueña la pareja real Zonzamas-Faina, pues en la última de estas fechas ya aparece reinando en la isla Guanarame, casado con Tinguafaya, por lo que es de presumir que aquéllos ya habrían fallecido, al menos Zonzamas, presunción que corroboraría la sospecha de su edad avanzada implícitamente deducible de la interpretación que hemos hecho de todo este asunto.

En el citado año de 1393 sufrió Lanzarote una de las más pavorosas invasiones navales que registra su historia, pródiga desgraciadamente en tan nefastos eventos: una potente armada compuesta por cinco navios, organizada en Sevilla por Gonzalo Peraza Martel y al mando de un tal Alvaro Becerra, la asaltó sañudamente empleando caballos como monturas de los atacantes y ballestas para asaetear a los infelices indígenas, logrando con tan expeditivos medios saquear fácilmente sus míseras aldeas y cometer casi impunemente toda suerte de pillaje en sus humildes haciendas. No es de extrañar que intimidados los isleños por la presencia de aquellos grandes cuadrúpedos, terroríficas bestias nunca vistas por ellos seguramente con anterioridad, y por las mortíferas saetas que los fulminaban a distancia, no opusieron apenas resistencia y fueran apresados en gran número, ciento sesenta según unas fuentes y ciento setenta según otras. Entre los cautivos se encontraban los reyes, cuyos nombres eran, según Abreu Galindo, el del rey “Guanarame, y su mujer se llamaba Tinguefaya”. Además de esta valiosa mercancía humana hicieron gran acopio de cueros de cabra, sebo y reses vivas, por lo que de regreso a su tierra “ovieron grandes beneficios pro los que allá fueron”.

Como consecuencia del apresamiento y destierro del rey Guanarame se suscitó entre la clase dirigente la cuestión de la limpieza de sangre en Guardafía, su inmediato sucesor al trono por lo que se deduce. Cuál era el grado de filiación del primero de estos personajes con la familia real no se sabe. Mas siguiendo el hilo deductivo mantenido hasta ahora, es de suponer, dada su edad aún relativamente joven, inferíble del presunto hecho de servir para esclavo, que fuera hijo de Zonzamas y, consecuentemente, hermano de Ico y tío de Guardafía.

Prosiguiendo con el texto de Abreu Galindo (¿o de su interpolador?), leemos que “Muerto Guanarame hubo disensiones entre los naturales isleños, diciendo que Ico no era noble Gayre, por ser hija de extranjero, y no de Zonzamas. Sobre esto entraron en consulta, que Ico entrase con tres criadas suyas villanas en la casa del rey Zonzamas, y que a todas cuatro se les diese humo; y que, si Ico era noble, no moriría; y, si extranjera, sí.

Había en Lanzarote una vieja, la cual aconsejó a Ico que llevase una esponja mojada en agua, escondida; y, cuando diesen humo, se la pusiese en la boca y respirase en ella. Hízolo así; y, dándoles humo en un aposento encerradas, valióse Ico de la esponja, y halláronla viva, y a las tres villanas ahogadas. Sacaron a Ico con gran honra y contento, y alzaron por rey a Guardafía; y éste fue el que halló Juan de Betancur, al tiempo de la primera venida a esta isla “.

Esta célebre mansión palaciega aborigen, donde se desarrollaron los acontecimientos que se acaban de narrar, ha sido identificada de siempre con los restos de construcciones pétreas que hasta el siglo pasado conservaban aún parcialmente levantados unos muros poco menos que ciclópeos que circundaban una amplia cueva habitación conocida en la actualidad por la gente campesina como la Cueva de los majos y por Palacio de Zonzamas en la tradición literaria, enclavada en plena zona de Zonzamas y a escasos metros al norte de la montaña de igual nombre.

En ese texto galindiano habría que sustituir la palabra “muerto” por desaparecido o cualquier otra expresión equivalente, y el nombre de Ico por el de Guardafía en los casos en que proceda teniendo en cuenta, como aquí se preconiza, que debió ser él y no ella el hijo del extranjero, lo cual no obsta para que fuera Ico, como progenitora de Guardafía, la que tuviera que sufrir la prueba del humo que “garantizara” el legítimo linaje de su vastago.

Guardafía debía ser por entonces muy joven, pues no podría pasar de los quince o dieciséis años de edad como mucho. Su reinado, último de la dinastía maja, estaba signado por la fatalidad y en él se habría de consumar el aniquilamiento étnico de su pueblo.

Agustín Pallarés Padilla


II señor de Villareal, III de Urquizu; ballestero mayor de los reyes don Juan I yEnrique III

(Espejo)


Señor de la casa de Urquizu y II señor de Villareal, murió en el sitio de Antequera, en 1410 (Dicc. Historico de Vilar)

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